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Sisnando Menéndez y el desembarco de Catoira

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En Santiago de Compostela, durante la noche de Navidad de 966 el destituido y condenado obispo Sisnando Menéndez escapó de su celda. A continuación, con la ayuda de unos complices, se introdujo en la casa de Rosendo —el obispo de Iria Flavia-Compostela— y, tras sorprenderle en la cama, le capturó, amenazó de muerte y expulsó de la ciudad. Al salir de la estancia, Rosendo encontró el coraje suficiente para decirle al usurpador: “aquél que a espada hiere, a espada morirá”.

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Este episodio es un ejemplo de las continuas luchas que se produjeron entre los nobles gallegos para detentar las dignidades eclesiásticas. El problema se venía manifestando desde el siglo anterior, cuando los reyes de León comenzaron a nombrar nobles locales para ocupar los altos cargos religiosos; se trataba de controlar los diezmos y primicias que los campesinos debían pagar a la Iglesia. Los reyes no controlaban realmente los territorios, por los que luchaban entre si los nobles locales; a veces en su calidad de clérigos, pero siempre como guerreros.

Tras el asesinato del rey Sancho I “El Gordo”, Sisnando Menéndez protagonizó la espectacular actuación relatada al comienzo.

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Monasterio de Celanova (Ourense)

A falta del rey la situación se volvió muy inestable, porque el heredero del Sancho “el gordo” era aún un niño de cinco años. Por esa razón la regencia del reino de León durante la minoría de edad de Ramiro III la protagonizaron dos mujeres: la reina viuda Teresa y la monja Elvira, hermana del fallecido rey Sancho. Ante la ausencia de un líder fuerte Galicia había vuelto a ser controlada por los nobles: el ya mencionado Sisnando ocupaba la diócesis de Santiago de Compostela, en tanto que el conde Gonzalo Sánchez (el rebelde al que se acusaba del asesinato del rey Sancho) permanecía en sus dominios. Después de ser expulsado de su diócesis, Por su parte, el obispo Rosendo se recluyó en el monasterio de San Juan de Caaveiro; pero tras una visión se trasladó al valle de Villar donde Rosendo fundó el monasterio de Celanova. Allí vivió una vida de oración y construcción del edificio durante años.

La complicada situación gallega se envenenaría extraordinariamente a causa de una idea que surgió a miles de kilómetros de allí. En el año 968 el Duque de Normandia ya había acabado de derrotar a los franceses, por lo que ya no necesitaba de la ayuda de los guerreros vikingos que le habían ayudado a conseguir la victoria. Para evitar que los temidos vikingos se encariñaran demasiado de sus tierra el duque comentó al jefe Gunderedo —hermano del rey Harald II de Noruega— las excelencias de Galicia, territorio que se estaba enriqueciendo por los crecientes peregrinajes al sepulcro del apóstol. Nodejaría de informarle también de que estaba gobernado por dos mujeres cuya autoridad era desafiada por nobles como Sisnando y García. En opinión del duque los vikingos en Galicia lo iban a tener muy fácil allí. Con tan favorables perspectivas el ejército normando se embarcó en doscientas naves y se dirigió hacia Galicia. La flota comandada por Gunderedo se dirigió a la ría de Arousa; arribando a Xunqueira, en las proximidades de la actual Catoira. Tras del desembarco de Catoira los vikingos atacaron Iria Flavia (Padrón), para después remontar el río Ulla hacia Compostela.

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El 29 de marzo de 968, en las cercanías de Fornelo —parroquia de Raris, entre Padrón y Compostela— los vikingos se encontraron copados por las tropas del obispo Sisnando Menéndez – que les estaban esperando. El fogoso obispo Sisnando Menéndez se puso al mando de la caballería, lanzándose intrépidamente contra el enemigo. La arriesgada galopada acabó con un flechazo que le supuso la muerte a Sisnando Menéndez. Con la muerte de su jefe los guerreros gallegos se desbandaron y los vikingos conquistaron Compostela. La derrota en la batalla de Fornelos dejó Galicia sin una autoridad capaz de enfrentarse a los vikingos, que durante tres años camparon a sus anchas, saqueando distintas comarcas gallegas.

En el año 970, de regreso hacia la ría de Ferrol (donde tenía sus varadas sus naves) Gunderedo y sus vikingos fueron sorprendidos y derrotados por el conde Gonzalo Sánchez. Las tropas gallegas capturaron a Gunderedo y a muchos de sus guerreros, ejecutándolos a todos.

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El desembarco de Catoira es festejado el primer domingo de agosto, con participación de vikingos venidos expresamente de Dinamarca para conmemorar la presencia de los vikingos en Galicia. Se ha convertido en uno de los principales eventos festivos de Galicia, con creciente participación internacional.

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Conmemoración del desembarco de Catoira (Youtube)

Con los años Rosendo alcanzaría durante su retiro una enorme aureola de santidad.

LLegada la paz con la expulsión de los vikingos, primero heredó de su tío Savarico el obispado de Mondoñedo (entonces más importante que el de Compostela) y después fue convirtiéndose en el hombre de confianza de las dos mujeres que regentaban el reino, convirtiéndose en Virrey de Galicia en nombre del todavía joven Ramiro III de León. Su retiro al monasterio de Celanova le permitió dedicarse más a la actividad pastoral, atribuyéndosele la curación de eplilépticos, endemoniados y un ciego, otros milagros conseguidos por su intercesión motivaron que hacia el año 1195 se le proclamara santo. Una bella escultura le muestra en la fachada del monasterio de Celanova que fundó y donde murió.

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Ramiro III de León

Texto de Ignacio Suárez-Zuloaga e ilustraciones de Ximena Maier