Frente a la Puerta de la Villa, con los documentos en la mano el conde de Benavente proclamó que el II duque de Frías había usurpado la propiedad de la villa y del castillo a su esposa, quien los había heredado de su madre. (Se desconocen los detalles del duelo, pero sabemos que no murió ninguno de los contendientes y que el duque de Frías acabó quedándose con la villa y el castillo). Lo más probable es que ni le abrieran las puertas y que solo le escucharan los centinelas desde la torre de la muralla del pueblo.
Ante las críticas de la poderosa Germana Bernardino había contestado delante de testigos que él no había hecho otra cosa que imitar a su rey —Fernando el Católico— que se había casado con una mujer que no era de sangre real (la propia Germana). Tan ingeniosa contestación fue muy comentada en la Corte provocando las iras y la duradera enemistad de Germana.
En 1502, la reina Juana de Castilla le había ofrecido el importante cargo de “copero mayor”, lo que implicaba un relevante papel en el ceremonial de la Corte castellana e importantes rentas. Adicionalmente, al casarse con María de Tovar había acrecentado su fuerza política y su patrimonio (que iría ampliando progresivamente con varias compras de villas). Su preponderancia en la Corte quedaría reforzada en 1518, cuando fue el primer español nombrado por el joven Carlos I miembro de la orden del Toisón de Oro.
La petición fue concedida y en su nuevo testamento del 10 de enero de 1527 ordenó que fuera enterrado en la sensacional capilla de la familia.
Pero a pesar de haber respetado escrupulosamente el procedimiento legal y canónico, y haberlo así estipulado en el testamento, sus sucesores no respetaron su voluntad. Por razones desconocidas fue enterrado junto con su esposa en el mausoleo que se construyó en el Monasterio de Medina de Pomar.
Y así acaba esta verdadera historia, que no leyenda de Pedraza de la Sierra.
Texto de Ignacio Suarez-Zuloaga e ilustración de Ximena Maier