Se ha especulado que la razón de semejante cambio pudo ser el gran amor que el rey tenía con su segundo hijo varón (y el 4º de los 5 que tuvo): Alfonso. Le legó a Alfonso la corona principal: el reino de León. Un trono que Fernando había acumulado cuando su esposa Sancha de León heredó dicho reino tras la muerte de su hermano Bermudo en guerra con los castellanos. También le dejó como herencia a Alfonso las grandes cantidades de dinero que le debía de pagar como tributo el reino taifa de Toledo. Por ello, cuando dos años después muere el rey, su cuarto hijo pasó a reinar como Alfonso VI de León.
Naturalmente, a Sancho no le gustó tan salomónico testamento. No solo le dejaba un territorio menos importante que a su hermano pequeño, sino que el testamento suponía la ruptura de los usos hereditarios de la corona leonesa. Finalmente, la decisión del rey debilitaba un reino que sus antepasados habían reunido y fortalecido con gran esfuerzo. Pero decidió aceptar la decisión de su padre.
Poco después de la muerte de su padre, el 27 de diciembre de 1065 Sancho ocupó el trono de Castilla. Una de sus primeras decisiones fue nombrar alférez (general en jefe) a Rodrigo Díaz de Vivar, un noble burgalés que andando el tiempo sería llamado “El Cid Campeador”. Una decisión acertada pues los reinos taifas tributarios interpretaron la división del reino como un signo de debilidad y aprovecharon para tratar de desligarse de los compromisos que habían tenido con Fernando I, dejando de pagar los tributos a cambio de no ser atacados.
El joven rey Sancho no tardó en hacerse acreedor de su apelativo «el Fuerte». Dos años después de la coronación debió de enfrentarse al rey Sancho de Navarra (que le había arrebatado a su padre algunas plazas fronterizas) y al rey Sancho Ramírez de Aragón (que pretendía expandirse por el reino taifa de Zaragoza, tributario de Castilla). El castellano se enfrentó a los dos Sanchos y, aunque estuvo a punto de perder, al final acabó recuperando las plazas fuertes que pretendía.
La viuda Sancha de León consiguió mantener la armonía entre los hermanos hasta su muerte, que acaeció en noviembre de 1067. A partir de ese momento Sancho cambió su actitud hacia sus hermanos.
Finalmente, Sancho decidió acabar de unificar los reinos de su padre, invadiendo León y derrotando a su hermano. El 12 de enero de 1072 Sancho fue coronado emperador en León.
De este modo, únicamente le quedaba recuperar las ciudades de Toro y Zamora, propiedad de sus hermanas. Elvira no le ofreció resistencia, entregándole Toro; pero Urraca se preparó para defender las poderosas murallas de su ciudad; para ello contaba con la ayuda de los nobles leoneses que estaban enfrentados con Sancho. Después de más de siete meses de resistencia heroica, la situación de la ciudad empezó a volverse muy difícil.
Uno de los nobles leoneses que ayudaban a Urraca a defender Zamora era Bellido Dolfos; el 6 de octubre de 1072 salió de las murallas zamorana desertando al campamento castellano. Al llegar frente a Sancho Bellidom Dolfos le ofreció la posibilidad de mostrarle un portillo a través del cual consideraba que podrían asaltar mejor la fortaleza. Inmediatamente ambos se dirigieron a inspeccionar el lugar. Pero antes de montar en su caballo el rey tuvo que atender a una necesidad fisiológica y se apartó un poco de su séquito. Bellido Dolfos le siguió en su montura y aprovechó que el rey tenía las manos ocupadas y había dejado a su lado su venablo dorado. Bellido recogió el arma del suelo y se la ensartó a Sancho por la espalda; a continuación Bellido galopó hasta una de las entradas de la ciudad sitiada. La escolta del monarca se dispuso a auxiliar al rey herido, mientras Rodrigo Díaz de Vivar se lanzaba velozmente en su persecución.
De hecho no se llegó a tomar a “la bien cercada”, pues sus sitiadores se retiraron derrotados. Razón por la cual los zamoranos se enorgullecen de este suceso, incluido el infame asesinato cometido por Vellido.
Texto de Ignacio Suarez-Zuloaga e ilustraciones de Ximena Maier