Entre los siglos XV y XVIII los corsarios que atacaban las costas españolas mediterráneas solían ser mayoritariamente norteafricanos, autorizados por los gobernadores del imperio turco. Su impunidad llegó hasta el punto de que islas como Cabrera y Formentera llegaron a quedarse despobladas a causa de los secuestros de pobladores y la evacuación de los restantes; la población de Baleares y de las demás costas se refugiaba en pueblos fortificados en los montes del interior, manteniendo vigías en las torres costeras para avisarles de los navíos que aparecieran en el horizonte.
Con el declive de los ataques otomanos en el siglo XVIII les relevaron en el saqueo de las Baleares los ingleses y franceses. Los baleares también se dedicaron al corso, atacando a los barcos ingleses y franceses que comerciaban con la isla de Menorca (que estuvo casi todo el siglo XVIII en manos de esas potencias); también se fueron aventurando en las costas del norte de África asaltando a los barcos y poblaciones de argelinos y tunecinos. Por ello, comienzos del siglo XIX los combates en los mares de las islas Baleares eran generalmente entre barcos españoles, ingleses y franceses. Pero la supremacía en aquellos mares la tenía el bergantín Felicity, armado por el navegante italiano Michelle Novelly, tenía base en Gibraltar y pabellón inglés. Por su origen y su prepotencia, Novelly era conocido con el sobrenombre de “El Papa”.
En la mañana del 1 de junio de 1806, el bergantín Felicity se presentó ante Ibiza, dando varias lentas y amenazadoras pasadas delante de las murallas de la ciudad, pero sin llegar a ponerse a tiro de sus cañones.
En el puerto de Ibiza se encontraba a la espera de limpiar sus fondos, el jabeque —pequeña embarcación de estilo argelino dotada de velas latinas y remos—San Antonio y Santa Isabel. A pesar de tan religioso nombre, se trataba de una pequeña nave corsaria, propiedad del marino ibicenco Antonio Riquer.
Por suscripción pública, en 1915 se erigió debajo de la catedral de Ibiza un obelisco en recuerdo de Antonio Riquer y sus compañeros corsarios. En Ibiza se afirma que es uno de los pocos monumentos dedicados en el mundo a un corsario; no es del todo cierto, véanse los múltiples monumentos erigidos en Gran Bretaña a Francis Drake, que incluso fue ennoblecido. En cualquier caso, resulta muy curiosa la historia de los corsarios de Ibiza.
Texto de Ignacio Suarez-Zuloaga e ilustración de Ximena Maier