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La traición de Rueda de Jalon

tradicion rueda jalon

En el año 1080, el caballero Rodrigo Díaz de Vivar (al que todavía no llamaban “el Cid”) fue desterrado por su rey y señor natural Alfonso VI de Castilla y León rompiendo la relación de vasallaje. Tan severo castigo se debió a varios motivos: los celos de algunos cortesanos por el carisma de Rodrigo y las propias extralimitaciones de este durante una campaña de castigo por tierras del reino taifa de Toledo, tributario y amigo de su rey.

alfonso iv de castilla
retrato de el cid
El Cid

Rodrigo y sus vasallos dejaron Castilla en busca de un señor que requiriera de sus servicios y les mantuviera económicamente. Primero marcharon a Barcelona, ofreciéndose sin éxito a los dos condes de Barcelona (que gobernaban durante seis meses al año cada uno): Cap d’Estopes y Berenguer Ramón II. Al ser rechazados por los catalanes se ofrecieron al rey Al-Muqtadir de Zaragoza, pues por aquel entonces no era raro servir a reyes musulmanes (lo había hecho años antes un rey cristiano, como el propio Alfonso VI). Este si los aceptó como vasallos y al fallecer al año siguiente, Rodrigo quedó al servicio de su hijo mayor, Al-Mutaman.

La incorporación de Rodrigo no impidió que estallara un gran conflicto familiar en la Corte de Zaragoza, porque dos miembros de la familia reivindicaban el trono del antiguo reino taifa de Lleida. Uno de ellos era Al-Muzaffar (el hermano del fallecido Al-Muqtadir) que había conseguido reinar “en rebeldía” en esa ciudad durante unos treinta años pero hacía tres años que había sido derrotado y encerrado por Al-Muqtadir. Al morir este, Al-Mazaffar había recuperado su libertad y su antiguo trono de Lleida. El fallecimiento del rey de Zaragoza enredó aún más la propiedad de Lleida, pues según el testamento del difunto rey esa ciudad era para el príncipe Al-Mundir (hermano del nuevo rey de Zaragoza y sobrino del rebelde Al-Muzaffar).

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Por si la pugna por Lleida no fuera suficiente problema, el nuevo rey de Zaragoza decidió que (con la ayuda de Rodrigo) podía permitirse dejar de pagar las parias (tributos) a las que se había comprometido con el rey Alfonso VI. Esto hizo que el rey castellano se enfadara aún más con su antiguo vasallo Rodrigo y que dejara de ser neutral en las conspiraciones familiares contra el joven rey Al-Mutaman de Zaragoza.

rueda de jalon

En 1082, Al-Mutaman y Rodrigo se dirigieron a Lleida, conquistándola y capturando a Al-Muzaffar. El duro ataque les indispuso con la población local. Por ello, al poco de marcharse Al-Mutaman y Rodrigo con su familiar prisionero, la población se sublevó contra la guarnición zaragozana que allí se había dejado. Al tener a su viejo rey prisionero, los leridanos aceptaron el testamento del difunto rey de Zaragoza y los de Lleida proclamaron soberano al joven Al-Mundir.

Para evitar que el viejo Al-Muzaffar se volviera a escapar, sus guardianes zaragozanos lo llevaron al castillo de Rueda de Jalón, una fortaleza con fama de inexpugnable situada en el otro extremo del reino taifa (muy cerca de la ciudad de Zaragoza). Una vez hecho esto, el rey Al-Mutaman y Rodrigo se volvieron de nuevo hacia Lérida para tratar de conquistarla de nuevo.

rueda de jalon
Ruinas del castillo de Rueda de Jalón

Muy poco tiempo después de esos acontecimientos (en diciembre de 1082) el rey Alfonso VI recibió a un emisario de Albofalac, que era alcaide musulmán de la fortaleza de Rueda de Jalón. El mensajero le transmitió la siguiente proposición: Albofalac estaba dispuesto a cederle al rey de Castilla esa fortaleza a cambio de que Castilla apoyara a Al-Muzaffar en la conquista de Zaragoza (y Lleida). Tan sorprendente oferta se debió a que el astuto prisionero había conseguido ganarse la confianza de su carcelero y ponérselo de su parte.

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Dado que los dos sobrinos de Al-Muzaffar estaban en ese momento en guerra entre sí en los campos de Lleida, esta oferta representaba una gran oportunidad para Alfonso VI. La fortaleza de Rueda de Jalon que estaba muy cerca de Zaragoza, le daba una seguridad de que podría volver a cobrar los tributos una vez Al-Muzaffar estuviera en el poder. Además, la alianza con el tío del rey zaragozano le brindaba la oportunidad de saldar viejos agravios con su antiguo vasallo Rodrigo Díaz.

Alfonso reunió rápidamente a sus vasallos y se dirigieron con el emisario moro hacia Rueda de Jalón. El día 6 de enero de 1083 el ejército castellano se acercó a la fortaleza, abriéndosele las puertas. La vanguardia, comandada por el infante Ramiro de Navarra y por Gonzalo Salvadores, un primo del rey, penetró en el castillo para tomar posesión del mismo. Inesperadamente, fueron atacados por la guarnición musulmana. Alfonso VI, que se había quedado atrás con el resto de su ejército, no pudo hacer otra cosa que escuchar los gritos de “¡traición!” de sus vasallos mientras estos iban sucumbiendo.

rueda de jalon

Tan súbito cambio de actitud tenía una explicación. Al-Muzaffar falleció durante el viaje del mensajero Castilla, por lo que el alcaide Albofalac se encontró con que su plan se había vuelto imposible. Además, se arriesgaba a que alguien le denunciara y perdiera no solo el cargo sino también la cabeza. Por eso decidió congraciarse con su soberano el rey de Zaragoza  mediante esta artera iniciativa. Pero no previó la desconfianza del rey Alfonso, que al acudir a Rueda de Jalon rompió su costumbre de ir en vanguardia de sus huestes.

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Los castellanos que habían escapado a la trampa habían acampado a las afueras de la fortaleza. No tenían máquinas de sitio ni fuerzas suficientes para intentar un asalto a un castillo roquero fácilmente defendible, pero tampoco podían marcharse sin hacer algo ante semejante traición. Al poco tiempo apareció Rodrigo Díaz de Vivar (el Cid), que venía directamente desde el campo de batalla de Almenar, donde acababa de derrotar al leridano Al-Mundir. No se sabe si avisado por algún delator de la traición que habían planeado Albofalac o porque los vigías le habían anunciado la invasión del ejército de Alfonso. Rodrigo se entrevistó con su antiguo rey, se enteró de lo ocurrido y regresó posteriormente a Zaragoza. Por su parte, Alfonso no tuvo más remedio que levantar el campamento de Rueda de Jalon y volverse a Castilla. No sabemos qué pasó con Albofalac.

Texto de Ignacio Suarez-Zuloaga e ilustraciones de Ximena Maier