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María Pita y la Contra Armada

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Corsario Francis Drake

Pocos saben como la historia de María Pita está ligada a una expedición olvidada de la historia, la Contra armada inglesa. En 1589, al año siguiente de que la llamada “Armada Invencible” no consiguiera trasladar a los Tercios de Flandes a Inglaterra, los ingleses prepararon un contundente contraataque con el que acabar con los galeones españoles; la gran mayoría de estos habían conseguido regresar a los puertos del Cantábrico, donde se encontraban en reparación y no podían ofrecer una defensa efectiva de las poblaciones de la costa. El promotor fue el célebre corsario Francis Drake, que propuso una gran expedición con varios propósitos: conquistar un puerto peninsular que les sirviera de base al ejército inglés que debería de fomentar la insurrección de Portugal.

Hacía solamente dos décadas que Felipe II era rey de Portugal y los ingleses tenían la esperanza de que el Prior de Crato —miembro de la familia real portuguesa que se aspiraba a ser proclamado rey— podría volver a reinar allí si le ayudaban.

Drake esperaba poder conseguir en las poblaciones de España un gran botín; además, esperaban recibir grandes recompensas por provocar un cambio en el trono de Portugal. Para tan ambicioso proyecto reunieron a lo que la historiografía denominó la Contra armada por tratarse de la mayor escuadra que hasta entonces hubiera navegado bajo pabellón inglés y por organizarse inmediatamente después que la Gran Armada de Felipe II.

Por su enorme tamaño la Contra armada fue una expedición financiada como una empresa mercantil con el extraordinario capital de 80.000 libras. Estuvo compuesta por 120 embarcaciones inglesas y holandesas de distintos tipos; llevaban a bordo 23.375 personas, de las cuales diecinueve mil eran soldados al mando del mariscal Sir John Norreis. Éste era por aquel entonces el militar más prestigioso de Inglaterra e iba acompañado por su hermano y por Francis Drake como comandantes navales. También les acompañaría el Prior de Crato con numerosos caballeros portugueses que le habían acompañado al exilio.

pior de crato
Prior de Crato

El día trece de abril de 1589 los barcos de la Contra armada zarparon en dirección a la Península desde distintos puertos del sur de Inglaterra. A finales de mes la flota penetró en la ría de La Coruña donde permanecían recuperándose de las penalidades sufridas once compañías de soldados y cinco maltrechos navíos, supervivientes todos ellos de la Armada Invencible.

Los barcos españoles debieron de internarse en la ría de Ferrol, situándose detrás del castillo de San Felipe para evitar así ser capturados por una flota inmensamente superior. En los días siguientes los ingleses comenzaron su aproximación por tierra hacia la ciudad, enfrentándose en el puente de O Burgo con las tropas españolas; estas les rechazaron hasta tres veces. El comandante de la Contra armada —Henry Norreis, hermano del mariscal— resultó gravemente herido.

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Castillo de San Felipe

Finalmente las tropas inglesas consiguieron organizar el asedio a Coruña. Comenzaron asaltando los arrabales de la ciudad por la llamada zona de La Pescadería (que es el istmo situado entre la playa de Orzán y la actual dársena de la marina). A continuación sus bombardeos consiguieron hacer una brecha en la muralla medieval que defendía la llamada “ciudad vieja”, y en cuyo extremo está el castillo de San Antón. El día 14 de mayo los ingleses penetraron por la brecha que habían provocado en la muralla, causando una gran mortandad entre los defensores.

El valiente alférez inglés que iba de abanderado consiguió escalar la muralla, desde donde se puso a animar a los soldados que le seguían. Por allí se encontraba auxiliando a un herido María Pita, una mujer de veinticuatro años que acababa de ver morir a su marido, el alférez Gregorio de Recamonde. Al darse cuenta del peligro María cogió un arma, se dirigió hacia el alférez inglés, lo mató y le quitó la bandera. Al grito de “Ayudadme a echarlos de aquí, quien tenga honra, que me siga” María Pita consiguió animar a los decaídos defensores, que acabaron por rechazar a los ingleses.

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Cinco días después, incapaces de conquistar la ciudad, los ingleses volvieron a embarcarse. La Contra armada había perdido en el ataque cuatro barcos y 1.300 muertos. Sin perder el ánimo, los ingleses se dirigieron a la ciudad pesquera de Vigo, que carecía de fortificaciones y de una guarnición; por ello consiguieron saquearla e incendiarla impunemente, hasta que unas tropas procedentes de Portugal les derrotaron, obligándoles a reembarcarse. Con muy escaso botín, varios barcos naufragados y quinientos bajas adicionales, la Contra armada se dirigió hacia el sur, presentándose en Lisboa. Allí no se produjo ninguna insurrección, tuvieron varias escaramuzas con barcos españoles, y no se acabaron de decidir a atacar sus fortificaciones. Después de varios meses de penalidades, lo que quedaba de la formidable flota saqueó la pequeña isla de Porto Santo (Madeira). Al regresar con poco más de la mitad de embarcaciones y con solo 30.000 libras de botín, las críticas de varios comandantes de la Contra armada forzaron la apertura de una investigación sobre Drake y Norreis. A resultas de esta, Francis Drake se pasaría los siguientes seis años en el modesto cargo de comandante de las defensas del puerto de Plymouth, hasta que fue perdonado y recibió un nuevo mando de barcos. Nunca se volvió a organizar una empresa mercantil para lanzar una expedición de conquista en Europa.

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Estatua de María Pita y su casa

María Mayor Fernández de Cámara y Pita, conocida por el más manejable nombre de “Maria Pita”, llegaría a tener dos maridos más (el alférez Gregorio había sido el segundo esposo) y no se desposó más veces porque así se lo pidió su cuarto marido en su testamento. A partir de entonces María Pita vivió de una pensión que le había concedió el rey Felipe II y murió en 1643, a los setenta y ocho años de edad.

En cuanto a la Contra armada, la historiografía británica se encargó de correr un tupido velo sobre unos de sus mayores fracasos navales, también omitido de la biografía de Francis Drake.

Texto de Ignacio Suárez-Zuloaga e ilustración de Ximena Maier