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María de Rusia, la heredera del imperio ruso nacida en Madrid

Nicolás II y familia

La historia no es elegante, solo acaba pareciéndolo con el tiempo. Por ejemplo, lo que acaeció en la Casa Ipátiev de Ekaterimburgo a mediados de julio de 1918 parece, si se lee, un mero relato de terror. Sin embargo, la realidad fue mucho más sensorial. Las bayonetas sonaron al clavarse en las duquesitas, la sangre se vio al brotar, la carne olió al quemarse y a buen seguro alguien degustó alguna gota de sudor nervioso. Distinto contado que en vivo. El hecho supuso el final del Zar Nicolás II y su descendencia. Porque no, Anastasia acabó igual de muerta que el resto. Pero todavía hay quien reclama el trono ruso. Resulta la que mejor lo tiene es madrileña: la gran duquesa María Vladímirovna Románova,

El largo camino hasta nacer en Madrid

Lo de la endogamia es algo que se estila mucho entre las familias reales. Solo había que ver al propio Zar Nicolás II y a Jorge V de Inglaterra. Ambos tiranos compartían muchos genes a pesar de la distancia. Por eso no es raro que María Vladímirovna Románova, o María I de Rusía, sea tataranieta de la reina Victoria y su exmarido, el príncipe Francisco Guillermo de Prusia, también. Sin embargo, lo de ser heredera del imperio ruso le viene por ser que su tatarabuelo fue el Zar Alejandro II.

Nicolás II y familia
Nicolás II y familia antes de lo de ser masacrados. | Shutterstock

La antes mencionada matanza bolchevique y otras posteriores no solo querían acabar con los Romanov regentes, también con cualquier posibilidad de que la monarquía regresara al gigante oriental en el siglo XX. Lenin y compañía habían lanzado el mensaje claramente. Con todo, el movimiento a favor de que el que mandara llevara corona perviviría a la, por entonces no formada, Unión Soviética. La iglesia ortodoxa fue en parte responsable, pero también los aristócratas exiliados. Lo de la endogamia no solo da enfermedades, también muchos contactos y casas a lo largo del Viejo Mundo.

De este modo el gran duque Cirilo, primo hermano de Nicolás II, reclamó para sí el mando de emperador en el exilio. Se lo contestaron y se dio lugar a un litigio que sigue hoy en día por ver quién es la cabeza real de los Romanov. Tuvo solo un hijo varón, Vladimiro Kirílovich, al que le dio por vivir buena parte de su vida en Madrid. Se casó con una princesa georgiana, Leonida Gueórguievna Bagratión, para atar sus opciones. Al ser ambos de familia real, su descendencia ganaba enteros frente a la rama contraria, que se había emparentado con nobles menores. Hasta entre las castas hay castas. De esta unión nació María, en la capital española y en 1953.

Una emperatriz sin imperio, pero muy activa

La futura líder de la Casa Imperial de Rusia se educó a caballo entre su ciudad natal y París. Como buena heredera, aumentó la internacionalidad de su currículum estudiando en Oxford. No en vano, buena parte de su linaje está en la familia real británica. Se acabó casando con el mencionado príncipe prusiano en 1976, pero se divorciaría de él nueve años después. En 1992 seguiría los pasos de su padre como cabeza del imperio, al morir este en Miami de un ataque al corazón mientras estaba de fiesta en un yate.

Lo de ser mujer no le ha puesto fácil defender su legitimidad. Así, sus rivales de la Asociación de la Familia Románov usan esto como baza en su contra. Rusia no deja de ser muy patriarcal. Pero esta no-emperatriz madrileña ha sabido defenderse y estar ágil. Por ejemplo, no quiso ir al entierro de los restos de Nicolás II y familia porque no se fiaba de que fueran de verdad ellos. Una ceremonia que tuvo lugar en 1998 en San Petersburgo y a la que sí asistió el que por entonces era su enemigo por el inexistente trono, Nicolás Románovich Románov. María prefirió quedarse en Moscú en un acto paralelo.

El que Boris Yeltsin, que en esa época era presidente de Rusia, no le diera la mano frente a los restos de sus antepasados asesinados en Ekaterimburgo no le afectó. De hecho, en una acción muy ágil, en 2005 solicitó al país euroasiático que se rehabilitara al último Zar y el resto de ejecutados reales. Tres años después la demandante obtuvo una respuesta positiva y una gran victoria moral.

Hoy sigue moviéndose entre España y Francia. Ha tenido altibajos en la motivación para postularse a emperatriz, debido a corruptelas entre la nobleza a la que supuestamente lideraba. No obstante, recuperó la moral. Siempre apoyada por la alta jerarquía ortodoxa, si alguien puede volver a ser monarca rusa esa es María Vladímirovna Románova o su hijo. Porque aquello de ir de Madrid al cielo no está mal, pero lo de ir de Madrid al trono imperial de Rusia suena mucho mejor.