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La expedición de Solís o cómo un capitán acabó en una barbacoa

Solís con los indios a punto de matarle

La historia es puramente humana y por ello tiende más de lo debido al olvido. No es necesariamente un borrado. En numerosas ocasiones se trata de un pasar por alto, o en una línea, elementos muy jugosos. Esto le ocurrió a la expedición de Solís. Un relato que parece ser la precuela de Holocausto Caníbal, el famoso film gore. Ambición, aventura y marinos asados en el contexto de los tan homenajeados viajes de descubrimiento derivados del Tratado de Tordesillas. Es difícil resistirse a aplicar en este caso aquel terrible lugar común de “la realidad supera a la ficción”.

Una cuestión de especias

La gloria, pasar a la mencionada historia y demás son elementos que el tiempo ha puesto junto a expediciones como la de Solís. Todo muy romántico, muy de Hollywood y discurso de exaltación, ya sea nacional o humana. Al igual que ese pequeño paso para el hombre, gran paso para la Humanidad fue fruto de que Estados Unidos quisiera pintarle la cara a los rusos, la primera circunnavegación del planeta fue un pique entre españoles y portugueses por el control del tráfico de especias. El clavo y la pimienta era donde estaban las fortunas. Antes de Magallanes y Elcano hubo intentos, como el protagonista de este artículo.

 

Muelle de las Carabelas en Palos de la Frontera
Este tipo de embarcaciones protagonizaron la época. | Shutterstock

Fernando el Católico, siempre infravalorado, vio claro el potencial del continente americano. Aunque los vecinos lusos les hubieran timado con Tordesillas y tuvieran para ellos todas las costas de África en exclusiva, tenía un gancho en la mandíbula preparado. Dado que el Nuevo Mundo no era Asia, entre ambas tenía que haber otro océano. No se tardó en encontrar. A Portugal le dio un telele cuando se confirmaron las nuevas.

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Lo de quedarse con África significaba, antes de Colón, que el comercio marítimo con las islas de las especias era todo suyo. Pero el Pacífico y América suponía que los castellano-aragoneses tenían una alternativa para ellos solitos. Así, la corona se puso a tope y encargó diversas expediciones. La de Solís tenía como misión encontrar un paso al sur del nuevo continente para llegar a las Molucas.

Un capitán avezado para una misión secreta

A finales de 1514 Juan Díaz de Solís recibió la oportunidad de su vida. Fue un 14 de noviembre cuando firmó las capitulaciones que daban pie a su exploración. El capitán era un veterano que ya había estado en territorios de ultramar. Su pericia quedó demostrada cuando fue nombrado piloto mayor de la Casa de Contratación de las Indias. Sucedió al mismo Américo Vespucio. Por tanto, recibió el secreto apoyo real para ir a terra incognita. Fernando II de Aragón puso dinero, cañones y corazas en la mesa. Tres carabelas serían las naves que comandaría el marino de origen desconocido.

Homenaje a Solís en Uruguay
Al menos acabarían haciendo algún monumento a Solís, como este en Uruguay. | Wikimedia

Tenían que hacerse el longuis para que los portugueses no se enteraran de nada. Pero Juan II, rey luso, tenía muchos espías. Por eso acabó teniendo conocimiento del asunto y decidió darse al sabotaje. Entre trampas y preparativos Solís llevó sus barcos de Lepe a Sevilla. Tan cargada iba una de las carabelas que naufragó. De este modo, la partida de Sanlúcar de Barrameda se pospuso de junio a octubre de 1515. Con todo, lograron salir con aproximadamente 60 marineros.

Tras la obligada parada en Tenerife, Solís y sus hombres saltaron a Brasil. Era época navideña cuando alcanzaron el otro lado. De ahí que muchos de los hitos a los que fueron poniendo nombre tengan que ver con este momento cumbre del año. Tuvo varias interacciones con los aborígenes. La buena voluntad iba a cambiar un poquito cuando avanzaran al sur.

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río de la Plata
El río de la Plata puede ser muy inhóspito. | Shutterstock

El camino a una barbacoa amerindia de Solís

Entre islotes, bahías y demás la expedición de Solís acabó llegando al entorno del río de la Plata. Creyeron que ese podía ser el codiciado paso al este, pese a que el agua fuera dulce. Como no había GPS ni mapas satelitales que valieran, la única solución era hacer uso de las carabelas, cuyo calado bajo hacía que pudieran ir por vía fluvial o por mar. Pero el río Solís, que así se llamaría este estuario de los cursos Paraná y Uruguay antes de su actual denominación, ocultaba horrores.

La muerte atraparía a Juan Díaz Solís un 20 de enero saliendo de una barca. Madrugada no era. Se había adentrado hasta la isla Juncal, en la zona en que se unen las vías fluviales. Había visto a unos aborígenes y decidió ir con unos hombres a conocerlos. Su intención era realizar algún intercambio de bienes y si se terciaba convencer a alguno para que le acompañara a Castilla. No en vano, era la primera que un europeo los conocía.

Conquista isla de San Sebastián por Solís
Al principio todo eran risas y conquistar islas, como la de San Sebastián. | Wikimedia

Lo más seguro es que fueran guaraníes en vez de charrúas, como se creyó en la época. Si se pregunta alguien el porqué de tal propuesta, es porque eran caníbales. El buen Solís debió de llevarse una buena sorpresa cuando los indios comenzaron a dispararles flechas. El relato lo recogería un siglo más tarde el cronista Antonio de Herrera. En breve la tripulación del bote se vio superada y murieron todos menos un grumete. Desde la carabela alucinaban. No podían ayudarles, ya que los cañones del barco estaban fuera de alcance.

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Pero todo iba a ir a peor. No conformes con dar muerte a los europeos, les descuartizaron. Se aseguraron de que los marineros lo vieran todo. Su plan era como el de tantos españoles en verano, hacer una barbacoa. Montaron unas brasas, cogieron el torso de los asesinados y lo asaron. Después se dieron un festín. La carabela decidió dar la vuelta y lo mismo hizo la expedición. Se haría cargo de ella un cuñado de Solís, Francisco de Torres.

Solís con los indios a punto de matarle
Sean charrúas o guaraníes, estos no planean nada bueno. | Wikimedia

Así terminó el glorioso viaje de Juan Díaz Solís, en el mismo sitio que unos choricillos y unas costillitas. Magallanes y Elcano llegarían al lugar en torno a un lustro más tarde y serían más cautos. Al portugués le matarían también por chulo pero más lejos, en Filipinas. Elcano sería un héroe mundial al completar la primera circunnavegación. Lo que le ocurrió al joven marinero al que no mataron los indios es más curioso todavía. Pero la historia de Francisco merece un artículo aparte.