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De Países Bajos a Cuacos de Yuste: el viaje final del Emperador Carlos V

Monasterio de Yuste y Carlos I de España

Cómo termina el gran Emperador Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico en Cuacos de Yuste, municipio cacereño de la comarca de La Vera, es una cuestión interesante. Conocido como el César, llegó a ser el hombre más poderoso de su tiempo, con tantos dominios como uno puede concebir. Buena parte de Europa y los territorios de la Corona de Castilla en América estuvieron bajo su dominio. Sin embargo, a la hora de retirarse, escogió un pequeño monasterio de la provincia de Cáceres que ni siquiera había visitado en persona. ¿Por qué?

El Monasterio de Yuste fue el lugar escogido por Carlos para pasar los últimos años de vida
El Monasterio de Yuste fue el lugar escogido por Carlos para pasar los últimos años de vida | Shutterstock

El final del hombre más importante de su época

Retrato de Carlos V sentado, por Tiziano
Retrato de Carlos V sentado, por Tiziano | Wikimedia

Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico nació a finales de febrero del año 1500. Hijo de Juana I de Castilla y Felipe el Hermoso, heredó de sus padres, y a través de su abuelo Fernando II de Aragón, territorios que expandió en todas las direcciones. Su sueño: un gran imperio que reuniese a todos los reinos de la cristiandad. Se encontró con detractores en su camino y libró numerosas batallas. Entre ellas, cuatro guerras con Francia, país con el que nunca terminó de entenderse. Carlos fue un emperador guerrero y viajero que no se escondía en sus palacios.

Quizá por eso mismo no dudó a la hora de abdicar cuando sintió que había llegado su momento. Si su estado de salud, tanto físico como mental, le impedía librar esas batallas y viajar por esos territorios, entonces había llegado el momento de retirarse. La ceremonia de abdicación se celebró en octubre de 1555 en los Países Bajos. Fue el propio Emperador quien, durante esta, explicó con transparencia que se retiraba por falta de fuerzas. Un año más tarde, desembarcó en España.

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La elección del Monasterio de Yuste

Claustro del Monasterio de Yuste
Claustro del Monasterio de Yuste | Shutterstock

El César no había visitado nunca la comarca de la Vera, lugar escogido para pasar sus últimos años de vida. Antes de su llegada, mucho antes de su llegada en realidad, una comitiva viajó por Extremadura y Andalucía en busca de ese sitio que pudiera encajar con las particularidades del Emperador. Padecía de gota desde hacía años y se dice que había empezado a mostrar signos de inestabilidad emocional. Carlos I deseaba retirarse en un lugar tranquilo, cerca de Dios y lejos de la corte.

Parece que Luis de Ávila y Zúñiga, un noble natural de Plasencia muy cercano al rey, tuvo una cierta influencia en la elección de este lugar. No en vano, ya le había hablado de las bondades de la comarca de la Vera al Emperador. El clima de este rincón de Extremadura era amable para con su enfermedad y se esperaba que los alrededores aportaran el ambiente tranquilo que necesitaba. Entre 1553 y 1554, el propio Carlos escribió a la Orden de los Jerónimos, que habitaba entonces el monasterio, para expresar su deseo de retirarse entre ellos. Ante la confirmación de estos, cuando ya estaba decidido a abdicar, ordenó que se iniciaran las obras de construcción del palacio que ocuparía.

El palacio del Emperador

Jardines del Monasterio de Yuste
Jardines del Monasterio de Yuste | Shutterstock

Las obras de este palacio se iniciaron años antes de que Carlos I llegara a la zona, pero no estaban concluidas para cuando este dejó atrás su residencia en los Países Bajos. Se instaló, entonces, en el castillo de los Condes de Oropesa, en Jarandilla de la Vega, hasta su traslado definitivo al Monasterio de San Jerónimo de Yuste, en 1557. De este edificio se ha dicho, en numerosas ocasiones, que se asemeja más a una casa de campo que a un palacio para un monarca.

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Constaba de dos plantas, de cuatro piezas cada una, aunque fue la superior la que se utilizó en el día a día. Era la que tenía mejores vistas y, sobre todo, la que estaba conectada con la iglesia. El Emperador había acudido a Cuacos buscando una proximidad con Dios, como ya se ha dicho, y agradecía poder escuchar misa desde sus aposentos cuando se encontraba indispuesto. Todo el palacio se construyó teniendo en cuenta estas dolencias. Así, en lugar de una escalera, era una rampa la que permitía el acceso a la construcción. En la terraza se instaló una fuente que, cuentan, fue regalo del Ayuntamiento de Plasencia. El César apreciaba tanto esta fuente que solo bebía de su agua. También contaba con un reloj de sol que le gustaba verdaderamente, pues tenía en los relojes una de sus grandes aficiones.

Lamentablemente, fue su propia obra la que le condujo a la muerte. Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, el hombre más poderoso de su tiempo, murió de paludismo en Cuacos de Yuste. Tal enfermedad también conocida como malaria. Al parecer, un mosquito de alguno de los estanques que ordenó construir fue el causante.

El 21 de septiembre de 1558, el Emperador Carlos fallecía en el monasterio la Orden de los Jerónimos que había decidido acogerle. Según sus deseos, fue enterrado bajo el altar mayor de la iglesia del monasterio de San Jerónimo de Yuste. Tiempo después, sus restos fueron trasladados al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial por Felipe II.