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¿Por qué Carlos II fue conocido como “el Hechizado”?

Carlos II el Hechizado, el por qué de su apodo

Carlos II de España nació un 6 de noviembre de 1661, en el Real Alcázar de Madrid. Fue rey de España desde el fallecimiento de su padre, Felipe IV, en 1665, hasta su propia muerte, en el año 1700. Primero monarca bajo regencia de su madre, a partir de 1675, cuando alcanzó la entonces mayoría de edad, ejerció soberano de pleno derecho. No fue un reinado fácil, como tampoco fue fácil su vida. Carlos II el Hechizado fue siempre un niño enfermizo con numerosos problemas físicos y dificultades de aprendizaje. Cuando su padre murió, de hecho, muchos creyeron que Carlos no le sobreviviría mucho tiempo y en Europa empezaron a repartirse los restos del reino. Pero el dirigente vería terminar el siglo, aunque según las malas lenguas lo hizo estando completamente hechizado.

Endemoniado, hechizado, maldito…

Carlos II, óleo, Museo de Historia de Madrid
Carlos II, óleo, Museo de Historia de Madrid. | Malopez 21, Wikimedia

El último soberano de la casa de Austria sufrió dos condenas en vida. La primera, esa precaria salud que nunca le dio un descanso. La segunda, la imposibilidad de tener un heredero. Ambos aspectos, a medida que pasaban los años sin que se pusiera remedio, confluyeron en una explicación: el rey debía estar hechizado. Cabe decir que era también una explicación conveniente para todos aquellos que querían hacerse con la corona cuando faltase.

La cuestión es que el propio soberano creyó que algo pasaba con su espíritu. Así acudió a confesores, frailes, monjes y hasta exorcistas para encontrar una explicación a la presencia del diablo en su vida y una solución acorde a la gravedad del asunto. Según las crónicas de la época, el demonio se pronunció a través de unas monjas, también poseídas, para contar que efectivamente el rey estaba ligado a un maleficio que le impedía tanto tener descendencia como gobernar. Así era desde su mayoría de edad, por obra y gracia de su madre, la precursora, según este testimonio, de su maldición.

Un fraile italiano, tiempo más tarde, generaría otra vía de explicación: el rey no estaba poseído por el demonio, tan solo estaba hechizado. Señaló entonces un pequeño saco que Carlos II llevaba siempre colgado al cuello, que tenía como contenido, según se pudo comprobar, uñas de los pies y cabello, entre otros ingredientes indispensables en cualquier hechizo que se precie. El rey no recordaba quién se lo había entregado.

Así pasaron los años, entre investigaciones y exorcismos, sin que se pudiera poner remedio a su salud en general y a su problema para engendrar en particular. Carlos II el Hechizado murió sin herederos, habiéndose ganado sobradamente el apodo que le ha acompañado desde entonces.