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Dieta de verano

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El verano son esas canciones pegadizas y de dudosa calidad que suenan por lo alto en los mercadillos y bares de playa. Si atendemos a sus títulos, no siempre nos aconsejan bien con lo que debe ser la alimentación en verano: la mayonesa, el chiringuito o la barbacoa son algunos ejemplos. Sin embargo, existen muchas alternativas deliciosas, frescas y saludables y que permiten alimentarse correctamente sin dejar huella en tu bolsillo. ¡Sigue la dieta de verano!

Ya sea para comer fuera de casa, bajo el fresquito de un ventilador o al sol playero, las opciones para comer bien y no acabar el verano con unos kilillos de más por culpa de los malos hábitos son numerosas. Sólo debes concienciarte de que es posible alimentarte de otra manera, adaptándote al ritmo y condiciones climáticas de las vacaciones sin renunciar a la salud y el paladar.

Toma nota de cómo conseguirlo con nuestra dieta de verano:

1. Las ensaladas, tus aliadas

Las ensaladas son el punto fuerte de la dieta mediterránea: se adaptan a los gustos de cada uno, tienen un gran contenido en agua y en nutrientes, aportan pocas calorías, sacian el hambre e hidratan nuestra piel. ¿Qué más puedes pedir?

2. Platos únicos

Aquí van algunas sabrosas propuestas que, además, son muy sanas y poco calóricas para disfrutar de la dieta de verano:

  • Pescado a la plancha con una juliana de verduras y patatas cocidas.
  • Filete de ternera con una ensalada de arroz y rodaja de tomate.
  • Salteado de huevo con champiñones, gambas y tomate natural.

De esta forma realizamos una comida equilibrada con su ración de verdura, cereales y proteína sin aportar excesos de grasa como son los fritos, los precocinados o las salsas.

3. Sopas frías y cremas

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Ahora la sopa se toma fría. Las sopas y cremas de la dieta de verano nos ayudan a alcanzar los niveles óptimos de hidratación y son un plato único en sí mismas, repleto de vitaminas y minerales.

¿Todavía no sabes a qué nos referimos?

Pues al gazpacho de toda la vida (o al de sandía para los más cool), a la vichyssoise (o crema de puerros para los que suspendieron en francés), a la crema de calabacín, a la de pepino y yogur (¡estamos contigo, pepino!) o al ajoblanco. Haz que la batidora se sienta protagonista en tu cocina.

4. Frutas y dulces

La fruta fresca es una buena opción y se puede comer a cualquier hora. Si eliges la de temporada (ciruela, cereza, sandía, pera de agua, melón, papaya…) verás incrementado su valor nutritivo y sus efectos beneficiosos para el organismo, y además su precio es menor. Las frutas propias del verano, al haber madurado con el sol, son más ricas en vitaminas y compuestos bioactivos antioxidantes.

Haz macedonias grandes y alíñalas con zumo de naranja, así siempre habrá fruta lista para comer. Los batidos y granizados son otra opción natural de tomar fruta e hidratarte. Ponles un yogur o leche y serán más nutritivos. Un imprescindible del verano son los helados: puedes hacerlos caseros poniendo el zumo de cualquier fruta con leche o con té. Coloca el líquido en un molde especial con un palito y al congelador. Tendrás un polo de hielo muy natural, sin aditivos ni colorantes añadidos. Y si estás cuidando tu línea, elige siempre los helados de agua frente a los de base láctea, que contienen más grasas y azúcares.

Recuerda que se recomienda un consumo de tres piezas de fruta al día.

5. Broncéate desde la mesa

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Si queremos un moreno envidiable sin llegar a obsesionarnos, podemos llenar la nevera de alimentos ricos en antioxidantes, que previenen la foto-oxidación y proporcionan un bronceado saludable y duradero.

La zanahoria, el tomate, el melocotón o los frutos rojos (fresas, sandía, cerezas) son frutas ricas en antioxidantes, carotenos y vitaminas A, E y C, nutrientes que nos ayudan a frenar la acción de los radicales libres y a prevenir el efecto de envejecimiento provocado por los rayos del sol. Los reyes de la vitamina C son frutas como la naranja, el kiwi, la grosella, el limón o el pomelo, mientras que los productos más ricos en vitamina E son el aceite de oliva, el aguacate y el maíz.

6. Alimentos de riesgo

Las altas temperaturas nos pueden jugar una mala pasada con ciertos alimentos, ya que son el cultivo ideal para el desarrollo de infecciones alimentarias, tales como la salmonella, la toxina botulínica o la desgraciadamente famosa Escherichia coli. Para evitarlas, presta especial atención al huevo y a los alimentos preparados con él (mayonesas, flanes, natillas, claras a punto de nieve). Utiliza sólo huevos convenientemente envasados, etiquetados y adquiridos en establecimientos autorizados. Consérvalos en el frigorífico desde su adquisición hasta el momento en el que se vayan a utilizar.

Texto: Nutricionista Isabel Cangas