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La reprimenda al Rey Alfonso XII

Alfonso XII

En la antecámara del salón del trono del madrileño Palacio de Oriente -donde habitualmente se esperaba para ser recibido en audiencia privada por el Rey-, en algún momento de 1875 se debatiría impaciente Eusebio Zuloaga González. Este célebre orfebre y artista armero tenía mucho que contar a un joven al que no había visto desde el verano de 1868, cuando Alfonso XII -entonces Príncipe de Asturias- partió con su madre para veranear en San Sebastián.

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Con 67 años, Eusebio había sido uno de los más veteranos empleados de la Corona. Era hijo de Blas Zuloaga -el Armero Mayor de Su Majestad- por lo que se había criado en el Palacio Real, donde residía su familia. Los armeros Zuloaga habían tenido una excepcional relación con los reyes. Primero, porque fueron unos de los pocos empleados del Palacio Real que no fueron despedidos durante las sucesivas purgas de personal realizadas por los gobiernos de ideología liberal y ‘realista’ (para mantener a la Familia Real rodeada de individuos de confianza de cada Gobierno, especialmente en la armería de palacio). Además, porque Eusebio fue uno de los pocos que había tenido la oportunidad de recibir una beca de estudios del rey Fernando VII, en su caso, para aprender en el taller de Jean Lepage –célebre por haber sido el armero personal de Napoleón Bonaparte-. Con solo 23 años, aprovechó dicha oportunidad para desarrollar una patente de máquina de elaboración de cebos de arcabuz que firmaría personalmente el Rey el 27 de marzo de 1832, convirtiéndose en la patente número 80 de la historia de España.

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Alfonso XII

El joven armero realizaría muchos más viajes de estudio, desarrollando una nueva técnica de inserción de metales en el hierro pavonado que se conoce como damasquinado. Su pericia motivó que en 1850 –cuando el gobierno británico invitó a todos los países del mundo a que enviaran los objetos técnicos más sofisticados para la Primera Exposición Universal- fuese Eusebio uno de los que representaron a España en dicha muestra.

Sus dos pistolas de gran lujo resultaron premiadas, siendo el primer español que ganó un premio internacional. Al ostentar el cargo de ‘Ballestero de Su Majestad’, Eusebio tenía un contacto periódico con las Reales Personas, pues era el encargado de adiestrar a los monarcas y sus hijos en el manejo de las armas que él mismo les fabricaba a medida, acompañándoles también durante las cacerías para supervisar la carga de las armas -que a veces estallaban, causando la muerte del cazador-. Por ello Eusebio había conocido desde muy niño a Alfonso XII, el ahora joven al que iba a ver.

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En la antesala del Salón del Trono, el viejo servidor de Fernando VII e Isabel II compartiría conversación con otros personajes de la Corte. Como él, esperaban su turno para contar al recién proclamado rey cual había sido su comportamiento durante los siete años de exilio de la Familia Real. En el caso de los Zuloaga, la lealtad a los Borbones les había resultado ruinosa. Al producirse la revolución de 1868, su negocio particular de armería fue completamente desvalijado, en tanto que el precipitado exilio de la reina Isabel II le había impedido cobrar numerosos encargos.

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Ante la crítica situación económica de la numerosa familia Zuloaga (por aquel entonces Eusebio tenía siete hijos), el Gobierno de Amadeo de Saboya trató de atraérsela. Primero ofreció a Eusebio recuperar sus cargos en Palacio; y ante su negativa trató de atraerse a su hijo Plácido, ascendiéndole en la Orden de Carlos III (la más importante condecoración civil de España) de ‘caballero’ a ‘comendador’. No fue suficiente, pues tampoco aceptó el cargo.

Finalmente, le llegó el turno a Eusebio para entrar a ver al nuevo rey Alfonso XII; éste tenía siete años más que en su último encuentro. El anciano se quedó muy sorprendido con la imagen del rey que se encontró al entrar en el salón; tanto, que llegó a repetir en numerosas ocasiones la anécdota que a continuación se relata.

Según una de las dos versiones que nos han llegado de esa entrevista, el monarca (que era un chaval de 17 años) estaba repantingado en el trono con un pie colgando por fuera del reposabrazos; en tanto que en el otro relato se presenta al rey con los pies en alto y apoyados en un taburete. Esto causó fuerte malestar en un anciano acostumbrado al más estricto protocolo. Las dos fuentes de la entrevista no explican lo que uno y otro se dijeron durante el principio de la audiencia; coincidiendo en que, en un momento dado, el rey –bien porque estuviera cansado de tantas audiencias o porque le estuviera pareciendo excesivamente larga la conversación- le interrumpió a Eusebio preguntándole: “¿Y qué quieres?” a lo que Eusebio -visiblemente molesto- le contestó: “Que Su Majestad se siente como un rey”.

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Alfonso XII

Habiéndose convertido la audiencia en una suerte de reprimenda de las que un abuelo da a un nieto, no sabemos qué hizo o dijo Alfonso XII. No le debió de ir mal a Eusebio; al estar ya jubilado, fue designado regidor y teniente de alcalde de Madrid; su hijo Plácido volvió a ser proveedor de piezas de damasquinado para la Familia Real, siendo nombrado alcalde de Eibar. En cuanto a los tres hijos ceramistas de Eusebio, éstos fueron apoyados por el Ayuntamiento de Madrid y por una empresa liderada por el conde Morphy –ayudante personal del Rey- en su afán de sustituir la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro (destruida por los ingleses de Wellington en 1813) por la nueva Fábrica de Cerámica de la Moncloa (actualmente escuela de cerámica de Madrid).

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Texto de Ignacio Suárez-Zuloaga e ilustraciones de Ximena Maier