Todo ello produce un sonido estruendoso y sobrecogedor en la madrugada del Viernes Santo alrededor de los cinco pasos que procesionan por las calles de Cuenca, con la Iglesia de El Salvador como lugar de partida, sobre las 5.30 horas, y de regreso, después del mediodía.
Como es común entre las fiestas más antiguas de España, a Las Turbas se le atribuyen tres distintos orígenes. El primero serían las fiestas paganas ancestrales que se celebraban con motivo de la llegada de la primera luna de la primavera (que compartiría con otras procesiones y tamborradas de las provincias de Teruel y Albacete). El segundo hace referencia al Motín del Tío Corujo, una revuelta popular que tuvo lugar en Cuenca en 1766 en protesta por la subida del precio del pan y durante la cual la población se atavió con túnicas, tambores, clarines y otros objetos de la desaparecida Iglesia de San Roque para exteriorizar de manera estruendosa su descontento. La tercera explicación apunta a las antiguas protestas de los nazarenos de las clases sociales más bajas que, al tener prohibido desfilar en la procesión del Viernes Santo, reivindicaban su derecho a procesionar haciendo sonar tambores y clarines. Sea como fuere, la afamada procesión conquense de Las Turbas arrastra tras de sí muchos siglos de devoción, aunque no siempre de gran fervor popular. En este sentido, y aunque han venido siendo pocas las mujeres que participan como turbas o banceras (portando los pasos a hombros), se les atribuye un papel activo en el impulso que la procesión vivió en la década de los años 70 del siglo XX.
En las primeras horas de la madrugada del Viernes Santo son ya miles los turbos que se van reuniendo, haciendo sonar sus clarines y tambores, en los alrededores de la Iglesia de El Salvador esperando el emocionante momento de la salida del primer paso, el Jesús de las Seis, delante del cual avanzan con la mirada puesta en él, esto es, caminando de espaldas.
Son los nazarenos los que abren la marcha con su estremecedor estruendo, a los que siguen las hermandades de Nuestro Padre Jesús Nazareno del Salvador, San Juan Evangelista y Nuestra Señora de la Soledad de San Agustín y tras ellos los cinco pasos:
Nuestro Padre Jesús Nazareno (o Jesús de las Seis), Jesús y La Verónica (La Caída), pertenecientes a la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno; San Juan Apóstol Evangelista, de la cofradía del mismo nombre, El Encuentro de Jesús con María y Nuestra Señora de la Soledad, de la cofradía Nuestra Señora de la Soledad de San Agustín. Dos bandas de música acompañan al cortejo, una de ellas tras el paso de San Juan Evangelista y la otra cerrándolo, interpretando marchas que se combinan con la algarabía desafinada de los turbos.