fbpx

Calles que cuentan historias: las placas de cerámica de Madrid

Placas de cerámica de las calles de Madrid

Madrid es una de las ciudades más exploradas de la geografía española. Recibe cada año millones de viajeros y los propios habitantes la patean buscando conocer todos los recovecos de esta ciudad llena de energía y vida. Por eso es tan satisfactorio descubrir que, a pesar de este empeño de todos por desentrañar sus secretos, todavía es capaz de ocultar algunos, solo disponibles para los más observadores. He aquí la historia de las placas de las calles de Madrid, placas que cuentan, precisamente, una historia.

Breve introducción al callejero de Madrid

Placa de la calle de Lavapiés
Placa de la calle de Lavapiés. | Shutterstock

Madrid no siempre ha sido la gran capital que es hoy en día. De hecho, tuvo que atravesar un largo proceso de acondicionamiento, desarrollo y evolución para convertirse en la ciudad de la que hoy todos disfrutamos. Hasta 1833, las calles ni siquiera tenían un nombre propio. Fue en este año cuando el ayuntamiento puso un poco de orden: había que nombrarlas o, como mínimo, numerarlas. Para llevar esto a cabo, se colocaron placas blancas con letras negras. Aún se conservan algunas de las más antiguas.

Otras, en las que muchos estáis pensando, no son tan arcaicas. De hecho, apenas cuentan con treinta años de vida, pero su belleza y el buen hacer de su artesano nos invitan a pensar en la villa a la que hace referencia, mucho antes de que fuera la gran ciudad que es hoy. Hablamos, ya sí, de las placas de cerámica que adornan algunas de las calles del centro de Madrid. Uno sabrá que se encuentra en la versión más antigua de la ciudad cuando alce la mirada y se encuentre con una de estas pequeñas obras de arte.

También te puede interesar  Un sanatorio de leyenda junto a Santander

Su responsable fue Alfredo Ruíz de Luna, un ceramista español que pertenece a una familia de larga tradición en este campo. Natural de Talavera de la Reina, se trajo de su lugar de origen la costumbre de explicar, a través de la cerámica, la información necesaria para que aquellos que no sabían leer comprendieran lo que se quería contar.

Eso es precisamente lo que hacen estas placas de Ruíz de Luna: contar historias de Madrid. En estos pequeños cuadrados de 60 centímetros de lado, formados por nueve azulejos colocados en filas de tres, se recogen personajes, anécdotas y oficios que dieron nombre a estas calles, siendo, por tanto, el germen de la ciudad diversa que es hoy.

Placas de cerámica, un pequeño gran arte

Calle de la Ribera de Curtidores
Calle de la Ribera de Curtidores. | Shutterstock

Algunas calles sirven a la perfección para ejemplificar todo esto. Por ejemplo, la calle de la Ribera de Curtidores, que precede estas líneas, cuenta la historia de los curtidores de pieles que trabajaban antaño en la que hoy es la vía principal del Rastro. Y si este lugar se llama así es porque estos hombres, con su trabajo, dejaban un reguero de sangre por toda la calle. Es decir, un rastro. Lavapiés empezó a ser conocida de esta manera porque los viajeros tenían por obligación lavarse los pies antes de entrar a las posadas del barrio, como narra la historia de la placa. Estos son algunos ejemplos de los que rescatan usos u oficios de otro tiempo.

Otros nombres de calles, y por tanto otras placas, recuerdan personajes de otra época. La calle de Manuela Malasaña hace honor a la costurera que murió dando la vida en la defensa de Madrid ante los franceses, en el popular 2 de mayo que dio inició a la Guerra de la Independencia española. La placa de esta calle representa a la joven ya fallecida en un escenario de combate.

También te puede interesar  El pueblo dominado por un castillo con vistas extraordinarias
Calle de la Pasa
Calle de la Pasa. | Shutterstock

También los episodios históricos o anecdóticos, incluso las leyendas, tienen cabida en el callejero. La curiosa calle de Mira el Río Alta se llama así porque, cuenta la tradición, los habitantes del lugar se subían hasta un peñasco a contemplar las casas y animales que arrastraba el río en las trágicas inundaciones del siglo XV. La calle de Buenavista debe su nombre a un caballero de la familia de los Castellano, que salvó a su virgen, llamada Buenavista, de ser secuestrada por un musulmán que pretendía huir con ella. Esta familia tenía su casa solariega en este mismo lugar.

La calle de la abada (rinoceronte) recuerda cómo la presencia de este animal alteró a un barrio entero durante unos cuantos días. La de la Pasa encierra un dicho, “quien no pasa por la calle de la Pasa, no se casa”, así como una tradición, que también se cuenta en su respectiva placa. Podríamos seguir, porque se cuentan por cientos estas obras de arte que, repartidas por Madrid, nos cuentan, a su manera, las pequeñas, pero grandes, historias de la capital.

Sigue explorando Madrid en la app Visit Madrid.