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4 mujeres españolas que hicieron historia en la ciencia

Mujeres españolas en la ciencia, 4 mujeres españolas que hicieron historia en la ciencia

Los hitos de la mujer española en la ciencia han quedado muchas veces difuminados en las páginas en blanco de capítulos sin escribir. Vidas dedicadas al trabajo de campo o de laboratorio, a veces relegadas a la invisibilidad. Puede que ensombrecidas, e incluso suplantadas, por los nombres de algún colega masculino. En el mapa de España comenzaron muchas trayectorias femeninas que, de una forma u otra, han contribuido a escribir la historia de la ciencia.

Desde un pueblecito asturiano cercano a Luarca, hasta la profundidad gallega de la Ribeira Sacra lucense. Siguiendo un trayecto que transcurre bordeando esa costa ferrolana que custodia el Castillo de San Felipe hasta el sur, en Andalucía. La conmemoración, el 11 de febrero, del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia es una buena oportunidad para recordarlas, ponerles nombre y apellidos. Siendo, al mismo tiempo, una invitación para conocer más de cerca su trabajo.

Ángeles Alvariño, con la mirada puesta en el mar

Imagen del buque Ángeles Alvariño
Imagen del buque Ángeles Alvariño. | Shuttertock

El 3 de octubre de 1916 nació en Serantes, Ferrol, María de los Ángeles Alvariño González, hija de un médico y una profesora de piano. En su infancia demostró un gran interés por la naturaleza, leyendo, incansable, los libros sobre historia natural de la biblioteca de su casa. Tras cursar en la Universidad de Santiago de Compostela las carreras de Ciencias y Letras, puso rumbo a la capital. Allí, en Madrid, continuó su formación, matriculándose en Ciencias Naturales.

La Guerra Civil, en 1936, supuso un punto de inflexión en su vida, obligándola a regresar a su Galicia natal. Finalmente fue allí donde pudo enfocar su interés por el estudio hacia algo que tenía muy cerca. Algo que, aún sin saberlo, iba a marcar su futuro, al igual que quedó marcado por su regreso a Madrid para retomar su formación. En la universidad conoció al que sería su marido, Eugenio Leira Manso, con el que compartiría destino como becaria en el Instituto Español de Oceonografía.

Su pasión por la vida marina y su trabajo quedaron entrelazados para siempre durante los años siguientes. Empezando desde su destino en el Centro Oceanográfico de Vigo a principios de la década de 1950. Ya que funcionó como una plataforma perfecta para comenzar sus investigaciones sobre el zooplancton. Su contribución, en este sentido, cristalizó en la identificación de más 22 especies marinas, entre ellas el quetognatos, unos pequeños organismos, desconocidos hasta el momento.

Sus detallados trabajos, completados con minuciosas ilustraciones significaron un billete de salida para viajar, siguiendo los destinos de las becas que le fueron concedidas. A través del British Council, se convirtió en la primera mujer científica en formar parte de la tripulación de un barco de investigación británico. Más adelante, junto a la reputada zooplanctóloga M. Sears, prosiguió sus investigaciones en La Jolla, California. Universidades de todo el mundo, entre ellas la de San Diego o la de México, pusieron en valor su labor. Un trabajo que finalizó con el estudio de las aves marinas y mariposas descubiertas en la grandiosa expedición científica, capitaneada por Alejandro Malaspina. Desde el 2012 su nombre continua surcando las aguas a las que dedicó su carrera y su vida, bautizando un buque oceanográfico.

Margarita Salas, un camino de éxitos

Imagen de Margarita Salas
Imagen de Margarita Salas. | Wikimedia Commons

A casi todo el mundo puede resultarle familiar el nombre de Margarita Salas. No en vano ha resaltado en portadas de prensa y en cabeceras de informativos con motivo de sus grandes logros científicos y múltiples reconocimientos. La niñez de Margarita en Asturias, estudiando en el Colegio de la Asunción de Gijón, fue el preludio de esa brillante trayectoria. Un camino internacional, alentado desde sus inicios por su padre, el médico José Salas Martínez.

Terminados sus estudios, comenzó una tesis doctoral bajo la tutela de Alberto Sols. En este contexto coincidió con el que sería su marido, compañero de trabajo y laboratorio, Eladio Viñuela. Fue galardonada con el Premio Nacional Ramón y Cajal y con la Medalla Echegaray, entre otras distinciones. También se convirtió en la primera mujer española miembro de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos. Mientras, en España, ejerció de profesora de Genética Molecular de la Facultad de Químicas de la Complutense, en Madrid. Además, entró a formar parte de la Real Academia de Ciencias Exactas y fue nombrada doctora Honoris Causa por la UNED. Todos ellos, broches de oro a una carrera marcada por un trabajo que no cesó desde el comienzo de sus estudios universitarios en Químicas.

Colaboró en el laboratorio neoyorkino de Severo Ochoa, su mentor desde la facultad. En estas dependencias se fue gestando el descubrimiento del ADN polimerasa del virus bacteriófago phi29. Un hallazgo que permite amplificar más rápidamente el ADN, además de hacerlo de forma más fiable. Un antes y después en la historia de la ciencia y un importante recurso en múltiples ocasiones, también en el marco de la pandemia del Covid19. Además, este descubrimiento de Margarita Salas se materializó en una patente que, hoy en día, continua siendo la más rentable del CSIC. La científica asturiana permaneció en activo hasta su muerte, en el 2019, dejando tras de si un legado de más de 350 artículos y conferencias. En definitiva, una trayectoria única e inolvidable que marcó un antes y un después en la historia de la ciencia.

Tarsy Carballas, el estudio del entorno

Tarsy Carballas
Tarsy Carballas. | Wikimedia Commons

Desde Taboada, en Lugo, a orillas de la Ribera Sacra, llegó Tarsy Carballas a Santiago de Compostela para cursar la carrera de Farmacia. Quizás su infancia, rodeada por la impresionante naturaleza de la comarca de Chantada, fue fuente de inspiración de sus futuros intereses. Aunque su carrera profesional comenzó como profesora adjunta interina de Bioquímica y profesora ayudante de Termodinámica y Mecánica Estadística. Hasta que llegado el año 1963 concluyó sus estudios en Ciencias Químicas, con premio extraordinario de licenciatura.

Poco después viajó a Francia, buscando en la Universidad de Nancy un entorno más favorable a aceptar y apoyar el trabajo de investigación de una mujer. A su vuelta, de nuevo en Santiago, enfocó al fin su carrera hacia el que se convertiría para ella en objetivo académico y vital, la edafología. En 1958 comenzó a trabajar para el CSIC. Clasificó y cartografió los suelos de las zonas húmedas y templadas de España. Fue pionera en el análisis de los suelos, en concreto, centrándose en los efectos qué tenían sobre ellos los incendios forestales. Por todo ello, a pesar de la inicial reticencia de algunos compañeros masculinos, su labor fue ampliamente reconocida nacional e internacionalmente.

En su haber, se cuentan más de 200 artículos publicados y 12 libros, además de cuantiosas traducciones científicas. Fue la primera mujer en ingresar en la Real Academia de Farmacia y, desde 2004, es doctora ad honorem del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Entre sus galardones destaca el Premio a la Excelencia Química por sus estudios sobre los incendios forestales o el Premio María Wonenburger. Pero su vida no se cimentó únicamente en galardones o menciones, la vida de Tarsy Carballas es mucho más. Son casi 60 años dedicados a estudiar e investigar para mejorar las condiciones de su entorno.

María del Carmen Maroto, sentando las bases de la biología molecular

María del Carmen Maroto
María del Carmen Maroto. | Wikimedia Commons

Nacida en Madrid en julio de 1938, pasó su infancia estudiando en el Colegio San Luis de los Franceses. De allí salió para seguir estudiando, esta vez en la Universidad Complutense, a finales de la década de los 50 del pasado siglo. Más adelante, junto a su marido, Gonzalo Piédrola Angulo, se traslada a Granada. Allí establecida enfoca su carrera de forma definitiva hacia el trabajo de investigación en laboratorio, comenzando en el Hospital Clínico de San Cecilio.

Dedicó sus estudios a analizar las respuestas inmunológicas, las interacciones, la replicación y la transmisión de los virus. Ostentó el cargo de profesora adjunta de microbiología y parasitología en la Universidad de Granada, de la cual fue decana más adelante. Fue la primera mujer en presidir la Academia de Medicina de Andalucía Oriental. Además de elegida médica del año en 1998 y galardonada con la Medalla de Plata de la Universidad de Granada en el año 2000.

Jamás ha parado de trabajar, investigar, descubrir y enseñar, vinculando su andadura, de forma indisoluble, a un laboratorio. Una potente y duradera unión que le ha valido ser mundialmente conocida por sentar las bases de la biología molecular. Así como se escucha el eco de su nombre al hablar de los estudios hepatitis A, B y C, el SIDA y muchas más cuestiones. Un currículum impresionante, conectado para siempre con la historia de la ciencia y del avance del papel de la mujer.

Importante legado a reconocer

Repasar con minuciosidad los hitos de las mujeres españolas en la ciencia implicaría muchos textos como este. Listados en el que tendrían cabida incontables identidades, desconocidas para el gran público. Nombres como el de la considerada primera botánica española, la aragonesa Blanca Catalán de Odón o, la paleontóloga burguesa Nieves López Martínez. Además de la arqueológa Encarnación Cabré, la entomóloga Clotilde Catalán, o la genetista Jimena Fernández de la Vega Lombán. Auténticas pioneras, precursoras, luchadoras, primeras licenciadas, primeras tripulantes, primeras… Sería posible continuar durante páginas y páginas. Las vidas de estas mujeres, científicas y grandes observadoras, bien podrían valer como argumento novelesco. Pero es una realidad que ha cristalizado sobre la superficie de un espejo donde se reflejan generaciones de mujeres que les siguen los pasos.