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La zarzuela que debatió sobre la Gran Via antes de que existiera

El pueblo de Madrid ya hablaba y debatía en los cafés sobre la conveniencia de una Gran Vía antes de que existiera, incluso, mucho antes, de que en 1910 se empezaran las obras.

La zarzuela, tan popular a finales del XIX, se hace eco del tema y trasmite el sentir de la gente a través de dos obras. Por una parte, La Gran Vía,”revista lírico-cómica, fantástico-callejera, zarzuela en un acto y cinco cuadros con música de los maestros Federico Chueca y Joaquín Valverde y libreto de Felipe Pérez y González” estrenada en el Teatro Felipe de Madrid el 2 de julio de 1886 y representada durante muchos años en el Teatro Apolo. Por la otra, El año pasado por agua una revista, subgénero dramático de la comedia que que combina música, baile y, muchas veces, también breves escenas teatrales o sketches humorísticos o satíricos en un acto y cuatro cuadros, con música del maestro Chueca y Joaquín Valverde, sobre libreto de Ricardo de la Vega.  Un dramaturgo español, hijo del también escritor Ventura de la Vega y uno de los creadores del género chico musical, un subgenero de la Zarzuela, que Se estrenó, el 1 de marzo de 1889, en el Teatro Apolo de Madrid

Desde 1868, todos los planteamientos de reforma urbana en Madrid partían de la necesidad de reforzar la centralidad de la Puerta del Sol. Una de las propuestas para crear una nueva vía se llama la Vía Diagonal, una vía que conectase el ensanche norte de la ciudad con la zona sur, esto es, con la Puerta de Toledo y el Paseo de las Delicias. Esta calle ancha podría “descargar” de tráfico a la calle Alcalá, desde la calle Peligros y Sevilla, y sus calles cercanas. El ensanche de la calle Sevilla, que tardó casi diez años en llevarse a cabo, fue el inicio de este primer fracasado intento.

En marzo de 1886, se presenta el proyecto de Gran Vía Transversal, en el eje Este-Oeste, por el arquitecto Carlos Velasco. Su “Proyecto de prolongación de la calle Preciados” consistía en la apertura de una Gran Vía desde la calle de Alcalá hasta la plaza de San Marcial, actual Plaza de España. La propuesta incluía la modificación de las calles, comenzando en la calle de Alcalá, frente a la iglesia de San José, y que desembocara, al igual que todas las anteriormente proyectadas, en la plaza de San Marcial.

Una Vía en línea recta, de más de un kilómetro, en la que se planteaba una pequeña curva a la altura de la plaza de los Móstenes, con aceras de  25 o 30 metros de ancho y con glorietas en los cruces con las calles más importantes. Sin embargo, este proyecto tampoco se llevó a cabo por la oposición los madrileños, la falta de presupuesto y la muerte del propio Velasco, en 1888, que acabó dejándolo en el olvido. Como dato curioso el arquitecto, siguiendo el modelo de otras ciudades, propuso pavimentar la calzada con madera.

El proyecto de Carlos Velasco tuvo enseguida defensores y detractores y se debatía en todas partes del Madrid decimonónico. El debate surgió en los diferentes estamentos de la sociedad y es, en una zarzuela, creada por el popular compositor Federico Chueca, La Gran Vía, en la que se plasma el revuelo social suscitado por los planes de su construcción. La Gran Vía fue estrenada por el empresario Felipe Ducazcal, empresario, periodista y diputado a Cortes por Madrid, en su teatro, el Teatro Felipe, en el Paseo del Prado, junto a la plaza de Cibeles, en el lugar en que hoy esta el Palacio de Cibeles, antes Correos. Allí estaba este sencillo y popular teatro con suelo de madera. Por cierto, fue el teatro favorito de los madrileños entre 1885 y 1891.

Es muy divertida la anécdota de los enormes bocadillos de jamón que servían en el ambigú del teatro y a los que la gente llamaba “felipes” en homenaje al dueño. El éxito de la obra enorme y el día 25 de marzo de 1896 se estrenaba, de nuevo, en el popular Teatro Apolo cercano a la que sería la Gran Vía varios años después con tal éxito que se llego a representar hasta dos veces por noche y tres veces los días festivos.

La Gran Vía incluso, se produjo también en Italia, concretamente en Turín, donde la vio Nietzsche que quedó asombrado pues, según comento en una carta a su amigo Peter Gast, el 16 de diciembre de 1888, nunca había visto una obra en la que se encumbrara a un trío de bribones como «los ratas». Así lo escribió:

“Una importante ampliación del concepto opereta: opereta española. He oído dos veces La Gran Vía, una calle de Madrid. Algo que no es en absoluto susceptible de importación. Para ello hay que ser un granuja y un terrible individuo de instinto, y además solemne.

Un terceto de tres solemnes gigantescos canallas, es lo más fuerte que he oído y visto, incluso como música, genial, imposible de clasificar. Como ahora estoy muy enterado de Rossini, de quien conozco ya ocho óperas, he tomado para compararla la Cenerentola: es mil veces demasiado bondadosa en relación con esos españoles. El argumento mismo solo puede concebirlo un granuja redomado, mil cosas que causan el efecto de juegos de manos, tan repentinamente aparece la canaille. Cuatro o cinco minutos de música que hay que oír… La bella Helena de Offenbach escuchada inmediatamente después palideció tristemente. Me marché. Dura una hora exacta.”

La zarzuela también sigue viva hoy, como comprobaremos en las nuevas producciones del Teatro de la Zarzuela. Como amantes de nuestro género lírico único en el mundo, nos gustaría que siguiera siendo, como lo fue, protagonista de la vida social y del debate público de esa manera: fantástica, cómica, llena del mejor arte escénico y con música nuestra.