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Grandes nevadas de la historia de España

Grandes nevadas España

Contestar a la pregunta de cuál ha sido la nevada más grande de la historia de España no resulta fácil. La semilla de la Agencia Estatal de Meteorología, o Aemet, no comienza a germinar hasta 1887, cuando recibió el nombre de Instituto Central Meteorológico. Antes los testimonios y los escritos se mezclaban en una amalgama de voces que no permitían establecer datos certeros sobre el tema. Así, esta clasificación pretende aunar algunas de las nevadas de España que más repercusión han tenido desde finales del siglo XIX. Nevadas que han dejado su estela blanca tatuada en las memorias de los que las vivieron por inusuales. Temporales que dejaron momentos, algunos buenos y otros no tanto, pero inolvidables.

La letal Nevadona: una nevada que dejó más de 40 víctimas en el norte

“Recuerdo otra vez, un día de invierno. Caía una nevada tan grande que todos los caminos se borraron. Parecía una aldea de enanos, con sus caperuzas blancas en las chimeneas y sus barbas de hielo colgando en los tejados”. Con estas palabras describe Alejandro Casona la Nevadona en la obra de La Dama del Alba, una nevada acaecida en 1888 en Asturias y Cantabria de la que siempre había oído hablar.

La que también se conoce como nevada de los tres ochos fue, más que una nevada, una sucesión de ellas. Los primeros copos cayeron el 14 de febrero y el temporal no se dio por finalizado hasta una vez pasado el día 22… ¡de marzo! En medio hubo, eso sí, algunos días de tregua.

Aquella gran nevada vino además acompañada de fuertes ventiscas que, cuando se inició el deshielo, se tradujeron en avalanchas y desprendimientos. Cristina García Hernández, geógrafa y autora de la tesis Las nevadas de 1888 en el Macizo Asturiano, estima en 42 las víctimas mortales de la Nevadona, a las que se sumaron cerca de 20.000 cabezas de ganado y más de mil edificios.

La Filomena de 1904, la mayor nevada de la capital

A los madrileños les puede parecer que la nevada que asoló la capital en el año 2021 fue la mayor de todas. Desde luego se trató de un hecho inusual que no se repetía desde al menos 1971. Pero si se mide la magnitud de la nevada por su grosor y duración la palma se la lleva, siempre contando desde 1888, el temporal de 1904. En Filomena se llegó a acumular una nieve de 40 centímetros. En la nevada de 1904 se llegó a acumular hasta un metro y medio de espesor en algunos puntos. “Fue una cosa insólita y única”, recoge la Aemet.

En esta ocasión la efemérides dio comienzo el día 27 de noviembre y no cesó hasta el 30, colapsando por completo el normal funcionamiento de la ciudad. Los trenes, tranvías y coches dejaron de circular. El diario El Imparcial relataba así el aspecto de Madrid: “Casi solitarias las vías, cerradas muchas tiendas, poco concurridos los cafés, suspendidas ayer las funciones teatrales, interrumpida la comunicación telefónica, encerrados en sus casas la mayor parte de los vecinos… Madrid comienza el último mes del año como un pueblo muerto y enterrado bajo inmensos bloques de mármol”.

Oh, blanca Navidad… en Alicante

Lo que para el norte peninsular puede ser una nevada sin ningún tipo de trascendencia, para otros lugares puede ser un hecho histórico. Es lo que pasó en las navidades de 1926 en el levante en general y en Alicante en particular. La provincia vivió entonces la que fue para ellos la mayor nevada del siglo XX. En la ciudad de Alicante llegaron a acumularse hasta 20 centímetros de nieve, lo que es mucho, teniendo en cuenta que allí nunca nieva. Además, hubo otras zonas de la provincia donde el espesor fue mucho mayor. Fue en el santuario de Font Roja, cerca de Alcoy y a gran altitud, donde el espesor llegó a acumular hasta dos metros de nieve.

Para los alicantinos, pocos acostumbrados a estos trotes, la nieve también les trajo inconvenientes. Algunos pueblos de la sierra alcoyana permanecieron incomunicados los días inmediatamente posteriores. Alcoy y Murcia también quedaron algunas jornadas aisladas. Asimismo, hubo problemas en el alumbrado público, el suministro eléctrico y, por supuesto, en los campos de cultivo. “No podemos dejar de citar las repercusiones especialmente graves en viviendas e instalaciones industriales en aquellos puntos donde los espesores de nieve se acercaron o sobrepasaron el metro de espesor”, señala el geógrafo Enrique Moltó en su libro Riesgos Naturales.

La nevada histórica de Baleares en el Año de la Nieve

Si ya es cosa insólita ver caer la nieve en Alicante, en Baleares es más raro, como dice el dicho, que un perro verde. 1956 se conoce en el país como el Año de la Nieve o el año del frío. Una ola de frío siberano cubrió no solo la península ibérica, sino toda Europa. En aquellos días los termómetros españoles se desplomaron como pocas veces y se batió el récord de frío en el observatorio pirenaico Estany Gento, una efeméride que no ha sido superada aún de manera oficial, aunque sí extraoficial.

Aunque en muchos sitios el temporal solo se dejó sentir en forma de heladas insólitas, en Baleares, especialmente en Mallorca, la ola de frío se tradujo en una intensa nevada como no se ha vuelto a ver. Todos los municipios de la isla se cubrieron de blanco y las temperaturas llegaron a  los -13º. La nieve estuvo presente al menos durante 17 días y llegó a alcanzar los 60 centímetros en algunos puntos.

Todo ello trajo, naturalmente, multitud de problemas. El menorquín Miguel Perea Cavaller recordaba en el diario Menorca el temporal: “El primer día era una novedad y además nos parecía bonito, pero a medida que pasaron los días era una calamidad, pues además de helarse y del peligro de caídas, la suciedad en que se convierten las calles y casas era desagradable y más sin ropa ni calzado apropiados”.

La nevada de Barcelona de 1962 que trajo a un exiliado de vuelta

La Navidad de 1962 casi toda España se hallaba bajo cero. Los termómetros de ciudades como Pamplona o Burgos llegaron a marcar -15º. Pero solo en Cataluña este gélido tiempo vino acompañado de nevadas. Como si de un regalo, bueno o malo, se tratara, el 25 de diciembre no dejó de nevar en la capital catalana a lo largo de todo el día. Capas de medio metro de nieve enterraron las calles de Barcelona en una jornada que algunos aprovecharon para hacer esquí por la Rambla o muñecos de nieve en la plaza de Catalunya.

Pero los temporales blancos, ya se sabe, traen siempre una cara desagradable. El carácter festivo de la jornada, las dudas iniciales sobre su alcance y la falta de medios y reflejos engendró inacción. Así, la Ciudad Condal, que no está acostumbrada a tales nevadas, no se recuperó totalmente del evento hasta después de un mes. Diarios de la época relataban como algunos bomberos se encargaron de trasladar a decenas de embarazadas a los hospitales o de llevar difuntos a los cementerios, el aeropuerto de El Prat llegó a estar cerrado cuatro días…

Uno de los hechos insólitos que acaecieron aquellos días fue la llamada del alcalde franquista José María Porcioles al exiliado en Andorra, y vinculado a ERC, Andreu Claret Casadessús con la intención de pedirle ayuda. Especializado por entonces en comunicaciones de montaña, Claret llevó a Barcelona 13 máquinas de nieve que despejaron las calles de nieve y rescataron a más de 3.000 vehículos. Todo ello, al menos, según señalan desde elPeriodico. Una solución desesperada ante un temporal que, por el momento, no ha vuelto a repetirse.