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Prim i Prats, misterioso asesinato en Madrid

Ilustración del atentado de la calle del Turco contra Prim

Hay elementos básicos en la historia del ser humano. Algunos son muy bonitos, como la colaboración, la creatividad o el mero lenguaje. Otros tienen un poquito menos de nobleza pero son igual de basales. Por ejemplo, eso de matar al prójimo es un fijo. Cuanta más civilización, más asesinato. A mayor importancia del muerto, mayor mística para el delito. No faltan dirigentes que han mordido el polvo, como Julio César o Abraham Lincoln. Pero no se suele saber que en poco más de 50 años se mataron a cuatro presidentes en España. El primero de estos magnicidios acaeció en 1870, quizá fue el más importante y tuvo de protagonista a Juan Prim i Prats.

Cuadro Juan Prim i Prats en la guerra de Äfrica
El general Prim en la Guerra de prestigio contra Marruecos. | Francisco Sans Cabot (Dominio Público)

El héroe que España necesitaba

La historia de Prim y Prats es la de su época. Un torbellino violento de conjuras, acciones al borde de la ficción, secretos y violencia. Porque la guerra movió a la España del siglo XIX tanto como el liberalismo. En esta ideología nadó el militar nacido en Reus allá por 1814. Su leyenda comenzó a forjarse en el campo de batalla, donde mejor se desenvolvió siempre. Fue su padre quien le facilitó la entrada al ejército isabelino. Su primera sangre ocurrió combatiendo en la Primera Guerra Carlista. A base de liderar asaltos, como el de Solsona, acabó pasando de lo más bajo a coronel en unos seis años. Todo por mérito de combate.

Se puede considerar que estaba mal de la cabeza, que era un genio táctico o que simplemente tenía algo de suerte. Pese a las muchas veces que podría haber muerto, su filosofía se mantendría. Pero el siglo XIX era un siglo de militares. Esto significó su entrada en política. Allí fue igual de agresivo y ágil que en batalla. Fue varias veces diputado, apaciguó revueltas con crueldad mecánica, ascendió a general y se vio a un lado u otro de conspiraciones innumerables veces. Mientras tanto, seguía su ascenso a la primacía del liberalismo español.

Medina de Tetuán
Medina de Tetuán. | Shutterstock

Pero fue más tarde cuando pasó de ser un general más a ser una figura casi mítica. La guerra de Marruecos de 1859 le sirvió para convertirse en el líder más carismático de España. Durante la campaña dirigida por O’Donnell, su cuerpo de voluntarios catalanes, barretina calzada, le siguieron hasta el final. Salvaron el día en Castillejos y se lanzaron a pecho descubierto para tomar Tetuán. Prim i Prats hizo lo propio y se ganó un marquesado y la Grandeza de España. Tras ello llegó la espiral que acabaría con su muerte.

El camino a la tumba se cava haciendo enemigos

Tras unas cuantas aventuras americanas, en las que conoció al mencionado Lincoln, acabaría encabezando el pacto liberal de Ostende. Esta conjura germinó en la Gloriosa contra Isabel II. Prim i Prats se había alzado con el poder de forma sibilina. Logró que Serrano, uno de sus rivales más acérrimos, se convirtiera en regente. Él se reservó el puesto de jefe del Consejo de Ministros y la cartera de Guerra, el mando de verdad. He aquí el primer candidato a ser el asesino del bueno de Juan.

Gobierno provisional de 1969, con Prim en el centro mirando al frente foto
Gobierno provisional de 1969, con Prim en el centro mirando al frente. | Wikimedia (Dominio Público)

Mientras proponía la independencia, que nunca venta, de Cuba o buscaba un rey para España, Prim i Prats se forjaba nuevos enemigos. Uno de los pretendientes al trono más poderosos era el duque de Montpensier, Antonio de Orleans. Su fallo era su relación con la casa Borbón, al ser hijo de una y estar casado con otra. Porque si algo odiaba Prim i Prats, era a los Borbones. “Jamás, jamás, jamás” llegó a afirmar que reinarían. El candidato de Serrano y Topete no pudo con el muro del de Reus. No le sirvió ni ser quien financió la revolución que dio el poder al catalán. También ayudó la torpeza de matar en duelo a su primo.

Las andanzas de Prim por Europa buscando un rey acabarían provocando conflictos internacionales. Pero en España, muchos querían su cabeza en una pica además de Serrano y el duque de Montpensier. Se trataba de los republicanos y federalistas. El regionalismo del general, que protegió siempre los derechos de Catalunya, no valía frente a su firme convicción monárquica. Aquí aparece el diputado José Paúl y Angulo.

Ilustración del atentado de la Calle del Turco
Ilustración del atentado de la calle del Turco contra Prim. | Wikimedia (Dominio Público)

Prim, Prats, Pum

El 27 de diciembre de 1870 Prim i Prats tenía que estar contento. Tenía a su rey, que llegaría en unos días. Además podía tener jarana, ya que era masón y aquel día se celebraba San Juan de invierno. Por eso nadie sabía si iría a su residencia, el palacio de Buenavista, o a una fonda de la logia. Al salir del Congreso charló con Sagasta y otros colegas. Algo parecían intuirse, pero el general no quería más seguridad que la que le daban sus hombres de confianza. No iba a cambiar planes tras sobrevivir a tantos combates.

Entrada al palacio de Buenavista en Madrid
Entrada al palacio de Buenavista en Madrid. | Shutterstock

De esta guisa, con una nevada elevando el tono dramático, se montó en una berlina. Los caballos tiraron y su trayecto fue cómodo hasta llegar al final de la calle del Turco. Allí le tendieron una emboscada. José Paúl y Angulo estaba al frente y más de diez hombres le acompañaban. El bloqueo dio paso a los disparos. Juan José González-Nandín,​ uno de los acompañantes del presidente del Gobierno, resultó herido y perdería el uso de la mano. José Francisco Moya, el otro pasajero, saldría ileso. El ministro, en cambio, no vería a su rey.

El rey Amadeo I contemplando el cadáver del general Prim estampa Antonio Gisbert y M. Gómez
El rey Amadeo I contemplando el cadáver del general Prim. | Antonio Gisbert y M. Gómez (Dominio Público)

Llegó a su casa sostenido por Moya y el cochero. Aseguró a su mujer, al estilo del caballero negro de los Monty Python, que no era nada grave. Sin embargo, ya había perdido un dedo arrancado por una bala y tenía varios impactos más. En un principio parecía que se saldría con la suya, pero el 30 de diciembre su cuerpo dijo basta. La causa oficial es una sepsis, aunque hay estudios que defienden que el jefe de escoltas de Serrano le estranguló en la cama. Tales hipótesis brotaron de un reciente análisis de la momia del Primer Ministro, sita en el cementerio de Reus. El mayor estudioso del general, el doctor Emilio de Diego García, es contrario a tal teoría.

Sarcófago general Prim
Sarcófago general Prim. | Carme Pechoabierto

No se sabe quién fue el que orquestó el magnicidio de Juan Prim i Prats. El mismo día de su muerte desembarcaba en Cartagena su protegido, Amadeo I. Solo cabe imaginarse su cara al saber que su reinado estaba ya abocado al fracaso. Quizá fuera Serrano quien quiso asegurar su poder. O a lo mejor el duque de Montpensier se cobró al fin su venganza. Paúl y Angulo, autor material, puede que actuara guiado por la rivalidad y el asunto fuera suyo. Incluso se comenta que fueron los señores de la Habana quienes optaron por la vía del plomo para cerrar cualquier plan de independencia. El hecho es que el 27 de diciembre la historia de España cambió. Si había algún proyecto de estado desapareció con el héroe de Castillejos.