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Cuando Menorca fue británica

Puerto de Mahón

En algunas de las casas menorquinas que pueblan la ciudad de Mahón, las ventanas de las casas se pueden abrir a través de un sistema corredero, de abajo hacia arriba. Es lo que se conoce como ventanas de guillotina. Un poco más al este, en el municipio de Es Castell, una antigua casa colonial, ahora hotel, bautizada como Son Granot, se yergue al más puro estilo colonial inglés. Durante las celebraciones de las fiestas patronales en los vasos de menorquines y turistas corre en abundancia una bebida: la pomada. Todos estos son, incluyendo el último, vestigios de la Menorca británica, pues la isla perteneció a los ingleses por más de 70 años.

Es Castells, herencia de la Menorca británica
Es Castells, herencia de la Menorca británica | Shutterstock

La Guerra de Sucesión: el inicio de la partida

A comienzos del siglo XVIII el rey de España Carlos II, apodado como “el Hechizado” y último monarca de la casa de los Austrias, muere sin descendencia. Sin embargo, justo antes de morir, nombra a su sobrino-nieto Felipe de Borbón como su sucesor, el conocido como Felipe V. Felipe era, además, sobrino del rey Luis XIV de Francia y duque de Anjou.

La unión de ambas coronas, Francia y España, es vista por Gran Bretaña, Portugal y Holanda, así como por la Corona de Aragón, como un peligro. Estas potencias apoyaron entonces a otro posible candidato al trono europeo, uno que provenía de la Casa Habsburgo: Carlos III. Mientras, Castilla y Francia se mantendrían del lado de Felipe V, que en 1700 sería nombrado rey de España. Comenzaba así la Guerra de Sucesión, famoso conflicto bélico nacional e internacional por el trono de España.

El rey Felipe V
Pintura del rey Felipe V | Wikimedia

Menorca a principios del siglo XVIII

Mientras tanto, a cientos de kilómetros de la península, las islas Baleares terminaban un agridulce siglo XVII. Agrio porque muchos de sus ciudadanos vivían en la miseria. Dulce porque la dejadez administrativa a la que Castilla les había sometido permitió a algunos pocos darse a la corrupción. Para estos últimos la vida no era, desde luego, mala.

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Sin embargo, cuando Felipe V asciende al trono trata de implantar una estructura centralista a lo largo de todos los territorios españoles, tal como señala el historiador José Luis Terrón Ponce en su artículo Menorca con sabor británico. Esta preocupación repentina por las islas no gustó a todos, sobre todo a los estamentos privilegiados de las mismas, que veían peligrar sus inusuales usos del dinero público. Además, según indica el historiador “se rompió el secular nombramiento de gobernador en la figura de un nacido en la Corona de Aragón y se nombró gobernador único a Diego Leonardo Dávila, nacido en la Corona de Castilla”, algo que tampoco estaba en los planes de la sociedad menorquí del momento.

Ciutadella, Menorca
Ciutadella, antigua capital de Menorca | Shutterstock

La conquista británica de Menorca

En 1706, con la Guerra de Sucesión en su ecuador, Mallorca cayó en manos de la Casa de Austria, el bando del archiduque Carlos. Cuando la noticia llegó a Menorca, aquellos partidarios de Carlos III, que estaban descontentos con el reinado de Castilla, se advinieron a mostrarle su apoyo. Sin embargo, Dávila sofocó la revuelta para después someter a aquellos menorquines a una intensa represión. Todas las piezas estaban ya dispuestas en el tablero.

El 5 de septiembre de 1708 los británicos movieron ficha. La flota del almirante inglés John Leake, junto con la escuadra procedente de Mallorca del general Stanhope, desembarcó en la pequeña isla hasta conquistarla. Después de los muchos conflictos y la sangrienta represión perpetrada por Dávila, la mayoría de la población acogió a los invasores con grandes muestras de alegría. Menorca acababa de pasar a manos británicas.

Así, llegamos hasta la conclusión de la guerra en el año 1713 con la firma del Tratado de Utrecht. Terrón Ponce señala que, en el fondo, Gran Bretaña “será la gran vencedora de esta contienda en el orden internacional”. ¿Por qué? Pues porque gracias a este tratado Inglaterra no sólo pudo acabar con el monopolio español en las Américas, sino que también se hizo con los territorios de Menorca y Gibraltar. De hecho, Gran Bretaña sólo accedió a reconocer la soberanía española de Felipe V después de que Luis XIV accediera a ceder estas dos demarcaciones, que le suscitaban gran interés estratégico.

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Puerto de Mahón, donde arraigó la Menorca británica
Puerto de Mahón | Shutterstock

La bandera británica ondearía desde entonces en Menorca durante 71 años, solo interrumpidos en dos ocasiones. Entre 1756 y 1763 la isla pasó a manos francesas. Entre 1782 y 1798 volvió a pertenecer a España momentáneamente. En 1802, se firmó el Tratado de Amiens. Aquel tratado fue el jaque mate en lo que respecta a la isla de Menorca: desde entonces, su soberanía ha residido en el Estado español.

La Menorca británica

Durante aquellos años de reinado británico, los ingleses se limitaron a la ocupación efectiva de la parte oriental de Menorca. Su intención era en realidad la de usar la isla como base naval principal en el Mediterráneo. En lo que respecta a la política, los británicos no intercedieron demasiado. Sin embargo, sin contar con la oposición de la Iglesia y de pequeños sectores de la población, los habitantes se vieron favorecidos por la ocupación.

Esto fue así porque Menorca se vio legalmente libre del centralismo borbónico. Por otra parte, la lengua propia siguió siendo la oficial y de uso público, introdujeron el cultivo de la trepadella y otras plantas forrajeras y la flota británica acabó con las incursiones de los piratas berberiscos. La ganadería también se vio mejorada, aumentando mucho su número de reses. Asimismo, los británicos eran tolerantes con respecto a creencias no católicas como la ortodoxa y la judía, una de las cuestiones que les enfrentaba con la Iglesia.

Vestigios de la Menorca británica: ginebra y baluartes

Torre de Fornells
Torre de Fornells, construida por los británicos | Shutterstock

De aquellos años de ocupación han quedado, como se indicaba al principio, algunos vestigios en la pequeña isla balear. Aparte de las ventanas de guillotina y de algunas casas de estilo inglés, los británicos levantaron, sobre todo, construcciones de carácter militar. En este sentido, cabe destacar el camí d’en Kane, un sendero que atravesaba la isla de este a oeste y que se convirtió en el eje principal de transporte por más de un siglo. Los británicos también construyeron el fuerte de Malborough, muy cerca de Es Castell; el castillo de San Felipe, del que solo quedan sus túneles subterráneos; o las torres defensivas de Fornells o Castellar.

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Aunque una de las más grandes aportaciones que dejaron, o al menos una de las que más gustan aún hoy a sus vecinos, es la pomada. En la Menorca británica la ginebras se convirtió en una habitual en las copas de sus habitantes. Su consumo se extendió tanto por Mahón, que los locales comenzaron a fabricar la suya propia. De esta forma, con un poco de limón, nació la pomada. En Menorca se respira, en fin, cierto aroma británico, y a ginebra, que para muchos pasa desapercibido.