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Tubal, el nieto de Noé que gobernó en la península

Tubal, Tubal, el nieto de Noé que gobernó en la península

Si Pirene, protectora del valle que existió antes de la cordillera de los Pirineos, tuvo importancia en la formación del país tal como existe ahora, su padre no se queda atrás. Claro que lo de Pirene no es más que una leyenda y el asunto con Tubal, su progenitor, tiene una relación más cercana con la historia. Al menos por alusiones, claro, porque ser es un personaje bíblico.

Según los escritos de la Biblia, Tubal es el hijo de Jafet, uno de los tres vástagos que tuvo Noé. Sí, el responsable de salvar a la humanidad durante el Diluvio Universal. Según las sagradas escrituras, vivió casi 800 años, pero esperó hasta los 500 para tener hijos. Uno de ellos, Jafet, tuvo también descendencia. Aquí llega el protagonista de este artículo, Tubal, que entró a la península a través de Cádiz en el siglo III a.C. Está considerado el primer poblador de la península, donde se coronó rey.

Geoparque de los Pirineos
Geoparque de los Pirineos. | Shutterstock

Se ha conservado un escrito de Flavio Josefo, cronista del s. I, en el que explica que “fundó Tubal a los tubelos, a los que ahora se llaman iberos”. Según parece, fue el responsable del nacimiento de ciudades como Vélez-Málaga en Málaga, Tafalla en Navarra, o Tudela. También hay mitos que lo asocian a otra Iberia, la del Caúcaso. Un lugar que hoy es Georgia y del que se dice que emigró Tubal, con su pueblo, para poblar lo que hoy es Portugal y España.

La tradición vasca, además, lo ha sostenido durante mucho tiempo como el fundador del pueblo vasco. Se concede así un carácter casi divino al bueno de Tubal. Según la mitología, fue Íbero, su primogénito, quien dio nombre a la Península, mientras que fue Aitor quien se ocupó de Euskadi. Claro está, siendo tan viajero, que no se le tiene solo como predecesor de culturas peninsulares. Hay quien apunta al lado contrario, o casi, y lo enlaza con la fundación de culturas siberianas. De todo esto se extrae que el nieto de Noé tuvo que ser, sin duda, un tipo atareado.