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Lo que los celtas nos dejaron

Legado celta en España

Los escritores y cronistas grecolatinos que tuvieron oportunidad de coincidir con los celtas los definieron como un pueblo brutal y poco civilizado, aparentemente amante de las festividades. Destacaban también en la guerra y dominaban la metalurgia. No podían ni sospechar que muchas de sus creencias y tradiciones pervivirían, casi treinta siglos más tarde, en buena parte de los territorios que ocuparon en diferentes partes de Europa. La península ibérica vivió intensamente esta ocupación, así que todavía pueden seguirse las huellas de su presencia.

Hay que tener en cuenta, en cualquier caso, que es difícil rastrear una cultura celta pura en la península, como puede suceder en otros lugares como Francia. Cuando este pueblo ingresó en la península, no tuvo más remedio que mezclarse con otros que ya la habitaban, surgiendo así subculturas que dificultan el análisis de lo puramente celta. Por ejemplo, la cultura castreña del norte de España o los vetones, cuyo rastro puede encontrarse en el centro del país. Sirvan estas líneas, en cualquier caso, como introducción a una historia y un legado amplio que bien merece un estudio pormenorizado.

Donde habitaron los celtas

Castro de Santa Trega
Castro de Santa Trega. | Shutterstock

Quizá el elemento más reconocible de la cultura celta, hoy en día, sean los núcleos de población que se crearon en la península. El llamado oppidum celta hace referencia a ciudades de tamaño considerable que fueron construidas siempre teniendo presente la necesidad de defenderse de los enemigos. Se escogían para ello lugares estratégicos.

Claro que el concepto más popularizado y reconocible son los castros, poblados de menor tamaño que están presentes sobre todo en el noroeste de la península. En la geografía gallega pueden descubrirse y disfrutarse algunos de conservación muy digna, como el castro de Santa Trega, en Pontevedra. De gran extensión, se han mantenido bien sus restos y además se han reconstruido dos viviendas. Un paseo entre sus calles servirá para apreciar, sobre todo, la base de esas viviendas, siempre circulares, que guardan gran relación con las pallozas gallegas y leonesas.

Destaca también el castro de Baroña, en A Coruña. De nuevo, localización estratégica, en una península con salida al océano, y restos bien conservados. Hacia el este, ya en la provincia de Lugo, puede destacarse el castro de Viladonga, que entre el verde lucense ofrece una imagen fantástica de lo que sería un castro amurallado. Lo cierto es que Galicia está repleta de ellos.

Pero no solo de Galicia vive el legado celta. El más popular de Asturias es el castro de Coaña, un poblado fortificado que empezó a ser intervenido hace casi dos siglos, poco después de su descubrimiento. Por otro lado, por mencionar otra zona donde han quedado huellas celtas, en La Rioja se encuentra el yacimiento arqueológico de Contrebia Leucade, donde se han hallado restos de las poblaciones celtíberas que habitaron la comunidad.

Una cultura legendaria

Pendiente rocosa del Monte Pindo
Pendiente rocosa del Monte Pindo. | Shutterstock

Cuando se trata de repasar los lugares de este pueblo, no solo importan los poblados. El Olimpo Celta, como es conocido el gallego Monte Pindo, es un macizo granítico de más de 600 metros de altura repleto de formaciones antropomorfas y zoomorfas. Se cree que en su cima, en la Pedra da Moa, se llevaban a cabo diferentes rituales relacionados con su cultura y sus creencias. También puede destacarse la necrópolis de El Altillo, en Aguilar de Anguita, un cementerio celtibérico de gran extensión donde se encuentran miles de tumbas.

¿Cómo desentrañar y resumir esta cultura? Siendo como era meramente oral, es poco lo que se conoce. Los druidas y otras figuras como los primeros bardos eran los encargados de que este conocimiento no se perdiera. Sí se sabe que todo aquello en lo que creían tenía su base en la naturaleza y sus ciclos, una de las razones por la que sus ceremonias se celebraban al aire libre y no en espacios cubiertos como pueden ser las futuras iglesias católicas.

Hasta la época actual han llegado festividades como el Magosto, que se celebra en amplias zonas del norte, especialmente en Galicia o León. Esta fiesta es un homenaje a la vida y la muerte, todo ello relacionado con el fin de la cosecha y la llegada de la época invernal. Se celebra los primeros diez días de noviembre, con la castaña como elemento protagonista. También es cada vez más habitual, especialmente en tierras gallegas, la celebración del Samaín, relacionada con lo anterior, con la despedida del verano. Su nombre deriva de la palabra gaélica Samhain, que bebe directamente de la influencia celta. Se celebra el 31 de octubre, como el afamado Halloween, festejo que probablemente derive de esta. La base es la misma: durante esa noche, los muertos atraviesan las puertas del más allá para visitar el mundo de los vivos.

Expresiones artísticas de los celtas

Toros de Guisando
Toros de Guisando. | Shutterstock

Quizá la más conocida tenga que ver con la música, con esas gaitas que de inmediato quedan relacionadas con territorios como Asturias o Galicia. En este sentido, puede destacarse el Festival Internacional do Mundo Celta de Ortigueira, un festival de música folk que congrega cada año a miles de personas. A la música tradicional, que lógicamente se ha ido adaptando a los tiempos, se le han sumado bailes y danzas como la muñeira que, aunque también evolucionadas, conservan su origen celta.

Se han podido rescatar, por otro lado, esculturas y objetos que dicen algo de su manera de entender la estética. A este respecto, hay que destacar los Toros de Guisando, un conjunto escultórico con forma de toro que se considera obra de los vetones, pueblo de cultura celta, del siglo III a.C. Históricamente se les ha atribuido una función de protección sobre el ganado. Pueden verse cerca de El Tiemblo, en Ávila.

Hasta los tiempos actuales han llegado, asimismo, objetos de gran valor. Por ejemplo, los llamados torques, una especie de collar que se empleaba en los rituales y que servían para indicar la importancia que quien los llevaba tenía en la tribu. En la península se han encontrado de hierro, bronce y metales preciosos. Hay que destacar también el pectoral de Aguilar de Anguita, Guadalajara, que data de principios del siglo IV a.C. Se trata de un adorno de bronce con forma de disco que los guerreros celtíberos se colocaban sobre las corazas. Este en concreto, según parece, no se usaba tanto en batallas como en ceremonias. Parece que su función estaba, de nuevo, relacionada con la protección.

El mundo celta: amplio, complejo y misterioso

Castro de Viladonga
Castro de Viladonga. | Shutterstock

Misterioso porque, como ya se ha dicho, los vestigios que han llegado hasta la actualidad son escasos, especialmente en lo que respecta a la cultura. Este pueblo desapareció cuando los romanos conquistaron la península, por lo que hay que remontarse a muchos siglos en el tiempo para encontrar su origen y su momento de esplendor. Amplio, porque ese periodo de tiempo se extendió durante varios siglos. Complejo, por la dificultad ya mencionada de analizar una cultura puramente celta, con tantas subculturas como nacieron a partir de la llegada de este pueblo. En cualquier caso, ya se ha dicho, estas líneas no son más que una introducción al legado celta en España.