“Pero quiero volver a vivir aquellos tiempos. Imágenes de ayer que están en mi pensamiento. Y déjame vivir porque aún soy un galante. Y mientras el cuerpo aguante seré tuno hasta morir”
Para conocer la historia de esta tradición estudiantil debemos echar la vista atrás, específicamente a tiempos de juglares y trovadores. Será alrededor del siglo XIII con la creación de las primeras universidades, y por tanto de los primeros estudiantes universitarios, cuando comiencen a surgir al ritmo de panderetas, guitarras, canto y labia, mucha labia.
Los pícaros estudiantes recorrían las calles cantando serenatas y ofreciendo amenizar a los presentes con su servicio en cualquier ocasión requerida con el fin de cubrir gastos, o simplemente de poder contar con un sustento. Normalmente el alimento que se les ofrecía a cambio de sus rondas solía ser una sopa, siendo así representativo de la Tuna el símbolo de la cuchara y denominándoles “sopistas”.
Siendo grandes aficionados a la nocturnidad para llevar a cabo su labor de conquista de damas y otros menesteres, tuvieron algún tiempo que hacer uso de su ingenio para esquivar a las autoridades que amenazaban con requisarles los instrumentos debido al jolgorio y jaleo.
Empieza así una tradición de cantares y andanzas que llevó a tunos hacia una aventura que recogerían incluso personajes de la literatura tan relevantes como el Arcipreste de Hita, Cervantes y Lope de Vega.
“Fize algunos cantares de los que cantan ciegos,
e otros, para escolares que andan nocherniegos.
E para muchos otros por casas andariegos “
Imagen principal: La Tuna de Caminos