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España, una palabra con muchos significados a lo largo de la historia

España desde el espacio

A veces es fácil pensar que términos o costumbres habituales, diarios, han sido siempre así. También que lo seguirán siendo. Pero esto no es así. Ciertos elementos han mutado su significado a lo largo de los siglos. Así, el significado del término España ha variado a lo largo de la historia. No fue lo mismo para un romano que para un visigodo y mucho menos lo es para cualquier ciudadano del actual estado que lleva ese nombre. Recorrer esos giros semánticos es una ruta muy interesante.

El misterioso origen del término Hispania

España viene de Hispania, denominación asociada a Roma. Se contrapone a Iberia, que ha permanecido en “península ibérica” y era usado por el mundo helénico. En ambos casos se cree que se originaron de lenguas distintas al latín y al griego. Primero fue el término heleno, probablemente sacado de un topónimo fluvial onubense de época tartésica. Los romanos lo usaron también aunque con el pasar del tiempo optaron por otro.

Cáparra y la Vía de la Plata
Cáparra y la Vía de la Plata. | Shutterstock

El caso es que la Roma republicana acabó adoptando Hispania para referirse a la península ibérica. Aunque suene muy latín por fuerza de uso, no se trata de un topónimo fruto de tal idioma. Todavía hoy se discute sobre cómo se formó la palabra. Una de las teorías con más seguidores considera que es una derivación del fenicio “I-span-ya. Dentro de ellas, desde hace siglos, hay varias interpretaciones sobre qué significaba. Parece claro que el principio y final hacen referencia a “isla”. El “span“, y derivados, se han tomado por “de conejos”, “de los forjadores” o “del norte”. Lo que sí es seguro es que en un comienzo aludía a un concepto geográfico.

Dicha concepción se mantuvo largo tiempo, como se verá. Sin embargo, la conquista de la península por Roma motivó que comenzará a asociarse el territorio con conceptos más burocráticos. No en vano, las primeras colonias exteriores a Italia del futuro imperio se asentaron en lo que hoy es España. La península se dividió en varias provincias, dos llamadas ulteriores y una citerior. En todo caso, había ya unas “Hispanias”, las divisiones administrativas y futuros conventus, y una Hispania, la lengua de tierra al sur de los Pirineos y rodeada por el Atlántico y el Mediterráneo.

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De geografía a política en el entorno godo

Este concepto geográfico primó cuando Roma decayó. La muerte del imperio llevó que fuera fagocitado por sus aliados y enemigos más íntimos. Entre saqueadores y sucesores, uno de los pueblos bárbaros más exitosos fueron los godos. Una rama de ellos, los visigodos, llevaron a cabo un viaje del este de Europa hasta la Galia e Hispania, donde se asentaron. Acabarían conformando un reino cuyos monarcas eran recitados en todos los colegios hace unas cuantas décadas.

Quien se pregunte que a qué viene todo esto aquí tiene la respuesta: los visigodos fueron los responsables de politizar la palabra Hispania y comenzar a derivarla a España. Concretamente uno de sus santos más importantes, San Isidoro de Sevilla, fue clave. En el siglo VII este Padre de la Iglesia Católica escribió una obra historiográfica, Historia Gothorum Vandalorum et Suevorum, que contaba lo que les pasó a estos pueblos bárbaros desde el siglo III. Allí se sitúa un fragmento, el Laus Spaniae. Vamos, una loa a España, un canto a las bondades peninsulares.

Santa Lucía del Trampal bajo un cielo estrellado
Santa Lucía del Trampal bajo un cielo estrellado. | Shutterstock

La importancia de este texto, parte de la versión larga del Historia Gothorum es enorme. Allí San Isidoro, como señala el hispanista Alexander Pierre Bronisch en un estudio, ensalza un territorio de tal forma que este aparece como una tierra prometida al estilo antiguo testamento. Los elegidos, claro, los visigodos. La explicación al cambio es la conversión del arrianismo al catolicismo del reino. Había que justificar que estaban del lado de Dios y del heredero de San Pedro y nada mejor que señalar que su epopeya hasta Hispania era cosa divina y esta tierra ídem, un camino para la redención de su herejía.

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Asimismo, cabe resaltar que la conversión llevó a conflictos entre los visigodos de este lado de los Pirineos y los de la parte gala. Crónicas posteriores empiezan a relacionar el reino de Toledo con España en contraposición a los rebeldes godos arrianos de la Galia. Lo de que a estos les apoyaran segmentos de la actual Aragón y Catalunya lo pasaron por alto. De este modo, hacia su final, Bronisch señala que ya se usaba Spaniae como sinónimo de aquella suerte de estado gótico.

La unificación de un territorio en una palabra

La invasión musulmana supuso un vuelco a la situación. Los reyes asturianos, muy al principio, dieron cierta continuidad a la idea politizada de San Isidoro. Sin embargo, la desaparición del reino visigótico supuso que Hispania/Spania retornara a su significación geográfica. Así lo usaban los conquistadores y los cristianos del norte. De hecho, estos últimos usaron el topónimo para referirse no a sus dominios, sino a los que poseían sus rivales mahometanos. Los mozárabes, por contra, mantuvieron el concepto gótico más tiempo.

No se perdió en cambio el concepto de conquista por redención de San Isidoro. Los pecados pasados motivaron el castigo infinito que fue la invasión musulmana y había que combatirlo. Un fervor que llevó al concepto de Reconquista, extendido durante lo que quedó de Edad Media. En el siglo XII la situación geopolítica hispana era distinta y los reinos cristianos tenían un poder notorio. Entonces ya se cree que era común decir España para referirse a toda la península, mora o no.

El siguiente paso era lógico y recuerda al intentado por San Isidoro. Si España hacía geográficamente referencia a toda la península, lo normal es que acabara surgiendo un reyezuelo que quisiera ser nombrado regente de todo aquel territorio. Una hegemonía digna de ser llamado Imperator totius Hispaniae. Tal título lo recibió Alfonso VI de León en 1077 y posteriormente lo haría Alfonso VII en 1135. De este modo, comienza a retomar las connotaciones políticas.

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En León San Isidoro da nombre a uno de sus mejores templos. | Shutterstock

La península ibérica fue un lugar de guerra durante toda la Edad Media y no cabe confundir las intenciones de aquellos monarcas cristianos que quisieron unir los reinos de la misma con ningún ideal nacionalista o romántico. Buscaban poder e imponerse a sus vecinos, sin más. Así, España como ente político unitario era más una aspiración personal de ciertos reyes que otra cosa. Asimismo, como siempre, era también una referencia a toda la península.

Finalmente las políticas matrimoniales, junto a la guerra, acabaron dando frutos. Castilla, León y Aragón se unieron en la figura de los Reyes Católicos, que conquistaron Granada. Fernando II lideraría la toma de Navarra. Portugal en cambio había sido capaz de independizarse. Así, España era un termino geográfico más acotado, que no abarcaría a los lusos. Mientras tanto, la corona española ya era un hecho, la unificación estaba hecha y a ello se sumó el descubrimiento de América. No solo España estaba ya asociado a lo político, por la monarquía a la que representaba, sino que se hablaría de las “Españas” para referirse a todos sus territorios. Este plural acabó desapareciendo cuando lo hizo el imperio español. Pero lo importante es que el concepto actual ya tenía sus bases asentadas.