fbpx

El Cerro del Tío Pío: de barrio de chabolas a mejor mirador de Madrid

Cerro Tío Pío

Dicen del Cerro del Tío Pío que es el mejor mirador de Madrid. Dicen de las tetas de Vallecas que son el Tibidabo de la capital. Desde sus colinas, siete montículos que se elevan en el distrito de Puente de Vallecas, el atardecer es un espectáculo gratuito de cinco estrellas. Aún hoy, algunos niños se tiran desde la cima del parque con cajas de cartón aplastadas y se deslizan por la hierba como si de nieve se tratara. Esta imagen se viene repitiendo desde hace casi 40 años en este mismo lugar. Entonces, en los años 80, el parque era muy distinto, de tierra y escombros. Escombros de chabolas que habían dado cobijo a miles de personas. Escombros que fueron enterrados bajo las tetas de Vallecas. Siete colinas, siete yacimientos del pasado más reciente.

Vistas de Madrid desde el Cerro del Tío Pío
Vistas de Madrid desde el Cerro del Tío Pío. | Shutterstock

Los orígenes del poblado chabolista

Enclavado en el barrio de Numancia, la historia del Cerro del Tío Pío tiene su origen muchos años atrás, concretamente en 1918. Por entonces, eran pocas las casas que florecían en la zona. Una de ellas pertenecía a Pío Felipe Fernández, que era “un obrero de construcción, del campo o lo que saliera”. Al menos, eso es lo que decía Carmen Rodríguez Felipe, una de las antiguas vecinas del barrio, en el documental Fontarrón: 25 años de un barrio. Este hombre compró aquellos terrenos y se los alquiló a su vez a nuevos inquilinos. He aquí, por cierto, la razón del nombre del parque.

Aunque no se podía construir, las personas que alquilaban la superficie por precios irrisorios aprovechaban la noche para erguir sus casas. A veces, la Guardia Civil las echaba abajo de nuevo, hasta que se terminó por hacer la vista gorda. Eran los inicios del que más tarde se convertiría en uno de los barrios chabolistas más grandes de Europa. En 1925, cuando todavía Vallecas era un pueblo, su ayuntamiento reconoció oficialmente al poblado y lo bautizó como barrio de Pío. Fueron censadas 90 personas en 22 viviendas.

Por aquel entonces la mayoría de los vecinos compartían dos características. La primera era que se trataba de inmigrantes de interior. Lo más frecuente era que vinieran de Murcia, Guadalajara, Cuenca o Madrid con la intención de mejorar sus condiciones de vida. El segundo lugar común que compartían aquellos individuos era su situación: obreros cuyos recursos eran insuficientes como para vivir en otro sitio.

El Cerro del Tío Pío, “símbolo de todos los suburbios del mundo”

El barrio Pío no disponía, por supuesto, de agua ni luz, ni tampoco de transportes. El metro de Puente de Vallecas, la estación más cercana, distaba 1,5 kilómetros. Los obreros, en muchos casos, optaban por desplazarse a pie a sus respectivos trabajos. El terreno, que era arcilloso, estaba siempre embarrado y permitió que algunos de los vecinos en vez de construir casas construyeran cuevas al más puro estilo andaluz.

Con el tiempo, el número de vecinos fue aumentando, aunque el incremento más significativo vino después de la Guerra Civil. Andaluces, extremeños y manchegos eran los nuevos inquilinos más comunes. Así, en 1950, año en el que Vallecas se anexionó a Madrid, la cifra oficial de residentes alcanzaba las 544 personas. Una década después, en 1960, la población era de nada menos que 4.148 individuos. Esta situación llevó al poeta Pedro Garfias a describir al Cerro del Tío Pío como “el símbolo de todos los suburbios de España, de todos los suburbios del mundo”.

Parque del Cerro del Tío Pío
Parque del Cerro del Tío Pío en la actualidad. | Shutterstock

La lucha vecinal

Según el documental Fontarrón: 25 años de un barrio “hacia 1965 estos núcleos estaban casi totalmente formados”. “El plan general de urbanismo de 1963”, continúa, “les daba carta de legitimidad”. Sin embargo, en aquellos mismos años Madrid no dejaba de crecer y, con la construcción de las ciudades dormitorio, Vallecas estaba más cerca del centro que otras áreas metropolitanas y su suelo se revalorizó. En aquel momento surgen los conocidos como planes parciales, “16 en toda Vallecas”.

Fabián Fernández de Alarcón, otro de los vecinos que vivió en el barrio Pío, explica en el mismo documental que “querían quitar todas las casitas bajas y hacer un plan parcial en el que se recuperara el terreno para las grandes urbanizaciones”. Pero los vecinos de éste y otros poblados chabolistas del distrito unieron fuerzas para hacer frente a los planes. Al grito de “Vallecas es nuestra” los inquilinos se levantaron en lucha.

En 1976 una manifestación reunió a 50.000 vallecanos. Dos años después, en abril de 1978, crearon Orevasa, una empresa pública que pretendía, entre otras cosas, agilizar los trámites burocráticos de los desalojos. El cantautor Luis Pastor, que se crio en la zona, cantaba “vamos, no lo pienses más, únete a tus vecinos, que te pilla el plan parcial”. Finalmente, los vallecanos consiguieron que 12.000 viviendas fueran destinadas a las familias de éste y otros poblados chabolistas, y los suburbios comenzaron a desalojarse. Muchos de los vecinos acabaron en el barrio de Fontarrón.

Poblado chabolista en el barrio del Tío Pío
Un niño y una mujer en el barrio Pío en 1959. | Museo de Historia de Madrid/Biblioteca Digital Memoria de Madrid bajo licencia CC BY-NC 2.5 ES.

Un mar de escombros

Mientras tanto, en el Cerro del Tío Pío la destrucción de las chabolas había dado paso a un mar de escombros desde el que, por otro lado, se disfrutaba de unas privilegiadas vistas de Madrid. El arquitecto Manuel Paredes fue el que inició, en 1985, la construcción del parque. Paredes decidió entonces cubrir los escombros en lugar de moverlos al vertedero. Nacían así las siete tetas de Madrid, siete colinas que se erigieron sobre los vestigios de la clase obrera del siglo XX. Siete colinas que ahora son verdes y por las que sus vecinos, 40 años después, continúan sintiendo gran cariño.