María Blanchard, una artista que murió dos veces

El espacio cambia, pero las formas ante las que la el paisaje de Miró se tornan en tonos menos saturados (con excepciones). Las pinceladas son más cuadradas, más duras. La viajera se halla, sin duda, en un cuadro cubista.

Pronto, la joven vuelve a oír voces de mujeres que le sacan de su ensimismamiento. Levanta la vista y adquiere consciencia de que se halla en un edificio, en la parte baja de unas escaleras. Al levantar la vista del suelo ve frente a sí una puerta abierta y varias mujeres. Una sentada y de espaldas. Otra de perfil con los brazos en jarras. Pero por las voces, sabe que son más. Curiosa, atraída por una fuerza que no entiende, avanza hacia la composición.

El adivino

Cuando llega al umbral de la puerta, las mujeres no reparan en la viajera, que se apoya como puede en una de las paredes de la concurrida habitación y observa en silencio. En total, tres mujeres, dos de pie y una sentada, se agolpan alrededor de una mesa y un cuarto individuo, un hombre con la cabeza cubierta por una capucha blanca que parece que le lee las cartas a una de las chicas. La viajera se fija también en que una de las mujeres sostiene a un bebé, profundamente dormido.

The fortune teller
The Fortune Teller de María Blanchard. | Wikimedia

- ¿Qué será de mi hijo enfermo?, pregunta la mujer con los brazos en jarras.

Tras sacar la carta de un anciano encorvado con un farol en sus manos, el misterioso adivino responde.

- Quizás esta enfermedad sea lo que tu hijo necesite para poner en orden su vida.

De repente, el adivino levanta la vista hacia la viajera y la invita a sentarse. Todas la observan. La escena, algo misteriosa pero bañada de cotidianeidad. La viajera se sienta justo enfrente del adivino, aceptando el hueco que deja la mujer con los brazos en jarras. Animada por la cara amable del hombre, pregunta: “¿Dónde estoy?”

María Blanchard, una de las grandes cubistas del siglo XX

A lo largo de esta travesía la audioguía, habitual compañera de la Viajera del Arte, no hace su tradicional intervención. Esta vez es el adivino el que le explica dónde está: en una obra de la artista María Blanchard. La viajera está segura de una cosa: nunca antes había oído hablar de esta pintora y no puede decir, por ella misma, ningún dato más sobre su actual excursión.

“La mujer que dio estas pinceladas, las de mi propio rostro, es una de las grandes pintoras del siglo XX”, señala el adivino. El hombre explica que Blanchard nació en Santander en el año 1881 en el seno de una familia burguesa. Su vida estaría marcada por dos hechos: el de crecer rodeada de una ambiente culto y liberal y su cifoescoliosis. Su enfermedad fue para la artista motivo constante de burlas y mofas a lo largo de toda su vida. Por suerte, su ambiente familiar hizo que la artista pudiera tener una vía de escape: la pintura, que desarrolló alentada por su padre.

Mujer con abanico
Mujer con abanico, de María Blanchard. | Wikimedia, Museo Reina Sofía

Desde que iniciara su formación pictórica en el año 1903, Blanchard pasó por varias etapas. Un primer periodo formativo, un segundo cubista y un tercero figurativo. Generalmente, la crítica ha dado mayor importancia a su etapa figurativa, denostando sus obras cubistas. Para otros historiadores, esta es en realidad su fase más importante. De hecho, en vida María Blanchard fue considerada una igual entre los grandes pintores cubistas. Era amiga de Juan Gris, vivió con Diego Rivera y fue alabada por Ramón Gómez de la Serna. En París y en los círculos artísticos, Blanchard se encontró a gusto y querida.

Una artista reconocida en vida y denostada en muerte

- Y sin embargo Blanchard murió dos veces, una en 1932 y otra después, cuando su obra pasó al olvido.

Interviene en la charla del adivino una de las mujeres de la estancia, la que sostiene al niño en brazos. Aireada, le explica a la viajera los motivos por los que su creadora no ha sido recordada ni estudiada a la altura de otros grandes artistas.

“En primer lugar, muchas de sus obras han desaparecido o se desconoce su paradero”, apunta. Aunque, en realidad, lo que más afectó a la reputación de la obra de Blanchard fue, según explica la mujer, su comparativa con la obra de Juan Gris. Hasta el punto de que se dijo que muchos de los cuadros de la artista eran una copia de su homólogo masculino, cosa que no ocurrió cuando Blanchard estaba viva. Incluso hubo algunas obras que, una vez fallecida la artista, salieron al mercado con la firma de Gris, descubriéndose tiempo después que en realidad eran de María. Era una forma de revalorizar las obras en el mercado.

Pero Blanchard no copiaba, sino que poseía influencias de Juan Gris, al mismo tiempo que él poseía influencias de ella. Porque ambos artistas desarrollaron esta etapa de sus correspondientes obras en paralelo.

The Fortune Teller

A pesar de toda la explicación, piensa la viajera, aún queda por dilucidar uno de los aspectos más importantes del viaje: ¿Qué cuadro es este y a qué etapa de la artista pertenece? Aunque la joven no ha hecho la pregunta en alto, el adivino le responde.

“Estamos en el cuadro The fortune teller o El adivino”, señala el hombre. Se trata de una obra hecha entre los años 1924 y 1925. En cualquier caso, la última etapa de Blanchard, una etapa de regreso a la figuración. Pero una figuración de una gran personalidad, salpicada aún de rasgos cubistas, de contrastes, de colores muy personales.

Bruja y hada

“Bruja y hada, fuiste ejemplo respetable del llanto y claridad espiritual”. Estas palabras de Federico García Lorca fueron reproducidas en un homenaje que varios artistas hicieron a Blanchard en 1963. Sin embargo, a pesar de este solemne acto, el nombre de María Blanchard cayó en el olvido durante muchos años hasta que en el año 2012, el octogésimo aniversario de su muerte, la figura de la pintora volvió a resurgir. A partir de entonces su recuerdo ha ido poco a poco recuperándose y ocupando el lugar que merece en la historia, aunque todavía muchos son los que desconocen su nombre.

Apenadas, pero también esperanzadas ante las últimas noticias, las mujeres de la sala le dicen a la viajera que ya es hora de irse, que le espera un cuadro muy diferente, pero que no olvide a María Blanchard ni el nombre de las artistas femeninas que la historia tan cruelmente ha sepultado bajo el peso del tiempo…