El fauvismo: el camino que condujo a Miró a ser Miró

El día sigue siendo claro allá donde la Carmen Laffón aún le dura.

El peculiar fauvismo de Miró

Toca observar. ¿Dónde está? Como en el primer viaje de esta nueva temporada, la viajera sabe que se tiene que tratar de un estilo surrealista, al menos cercano a él. Porque en este mundo las montañas, las plantas y los caminos se amontonan unos sobre otros, presentan colores irreales. ¿Impresionismo? ¿Cubismo tal vez? El original uso de las tonalidades que la envuelven le da una idea: ¿Cómo se llamaba ese estilo que encabezó el pintor francés Henri Matisse? Fauvismo. Sí. Eso es. Un movimiento artístico que apenas duró cuatro años, entre 1904 y 1908.

Los contornos oscuros de las formas, el aspecto secundario del dibujo o los trazos toscos del pincel le dan la pista. Sin embargo, no se trata de un cuadro fauvista al uso. Hay características que le dan un toque personal. Entre ellas, una pincelada más gruesa de lo habitual. Pero a la joven no se le ocurre a qué pintor puede estar adscrita esta obra. Por suerte, la audioguía acude, una vez más, en su rescate.

Siurana, el camí

“Nos encontramos en el cuadro Siurana, el camí, de Joan Miró”. Este último dato deja a la viajera desconcertada. ¿Miró? Esta pintura no se parece mucho a las que ella asocia al célebre artista catalán: obras abstractas impregnadas de símbolos comunes, como el pájaro o las siluetas femeninas. Figuras simples que hicieron sus cuadros totalmente reconocibles, inmersos en lo más crudo de lo abstracto. En cambio, aquí sí se pueden identificar las formas del paisaje, en un punto medio entre la figuración y lo abstracto. En definitiva: la Viajera del Arte jamás hubiera dicho que este cuadro lo firmara Joan Miró.

Pero la audioguía le explica que dicha obra se corresponde con los inicios pictóricos del mismo. Porque antes de ser quien era, antes de pintar como un niño, Miró experimentó otros estilos. Este cuadro se corresponde así con su etapa fauvista o fovista, la cual se extendió entre los años 1914 y 1918, tal como él mismo señalaba.

Siurana, el camí

Este periodo de Miró comenzó con la que fue su primera obra catalogada, también el mayor exponente del fauvismo del autor: El campesino. En esta pintura, los trazos son casi furibundos, imprecisos y salvajes. “La pincelada de Miró no se parece, en cambio, a la de ningún pintor fauve. Es a la vez más ruda y amplia, más caprichosa también, estrictamente sometida a pulsiones violentas y bruscas”, dejó señalado el crítico de arte Jacques Dupin.

Las raíces de Miró, imprescindibles en su desarrollo artístico

Durante este periodo, Miró aplicó esta técnica sobre todo en cuatro pueblos recurrentes: Mont-roig, Cambrils, Siurana y Prades. Todos estos lugares pertenecen a Tarragona, la tierra autóctona de su padre. El autor vivió en muchos sitios a lo largo de su vida que influyeron considerablemente sobre él. Tal fue el caso de Mallorca. Aún así, Miró no dejaría de volver a estas tierras catalanas, unas que fueron imprescindibles en su desarrollo como artista. Sin ir más lejos, a Siurana había acudido el pintor desde que era niño.

La Viajera del Arte escucha toda la información con atención, aún fascinada con la afirmación de que dichos trazos pertenecen a Miró. Trazos que encierran colores irreales y vivos, saturados, aunque considerablemente menos que los de otras obras fauvistas. Inmersa en lo que la audioguía le cuenta, la joven va paseando por el sinuoso y amarillento camino. Y se interna en las delicias de Siurana. ¿Qué tiene este lugar de especial? La viajera pronto lo averigua.

Joan Miró

Siurana, uno de los pueblos más bellos de Tarragona

Siurana se encuentra en la parte más baja de la sierra de la Gritella y está considerado como uno de los pueblos más bellos de Tarragona. Ubicado sobre un enorme peñón de piedra caliza, el enclave se halla rodeado por el torrente del Estopiñá y preside la panorámica del río Siurana y su embalse. Picos y acantilados se suceden por las inmediaciones del pueblo en un paisaje que no es ni verde ni terroso, pero que sí mezcla un poco de ambos colores.

La viajera pasea por las delicias del paisaje que Miró dejó plasmado en 1917. Los colores de la obra no se corresponden con los reales y, sin embargo, le recuerdan sin titubeos al paisaje Mediterráneo. En el camino, la joven se topa con un niño que camina junto a su padre. Durante un instante fugaz, niño y mujer cruzan las miradas y a la viajera no le queda duda de que aquel pequeño no es otro que Miró mucho antes de convertirse en el pintor de talla internacional que será. Es extraño, siempre que viaja lo hace al momento en el que el artista está pintando su obra, pero esta vez ha viajado antes, mucho antes de ese instante.

Siurana

La búsqueda de un camino propio

Ensimismada en las veleidades del paisaje tarraconense, la Viajera del Arte escucha lo que la audioguía le sigue contando sobre el cuadro. Citando las palabras de la historiadora del arte Paloma Estevan LealSiurana, el camí se encuadra en este período del pintor [el fauvismo], constituyendo una de las principales creaciones del mismo”. Asimismo, añade, “por otra parte, en este óleo se conjugan las citadas influencias fauvistas con la impronta de Paul Cézanne y las enseñanzas del cubismo, resultando evidente la búsqueda por parte del artista de un lenguaje pictórico propio”.

Así, a través de este cuadro Miró buscaba su propio camino, uno que ya le empezaba a conducir a las frondosidades del surrealismo. Mientras tanto, la viajera avanza en el sendero de Siurana, perdida entre calles empedradas y asomándose a las vistas que el pueblo brinda. Pero, de repente, el suelo comienza a vibrar. Las formas se difuminan aún más hacia lo abstracto. Se oyen voces. Voces de mujeres. Y el llanto de un niño. ¿A dónde habrá ido a parar esta vez?