Bajo las bombas del 'Guernica': inmersión en uno de los cuadros más famosos del mundo

Pensativa aún por las historias que acaba de escuchar, la la obra El adivino de María Blanchard a… ¿A dónde? Aún es pronto para saberlo. Sin embargo, enseguida, antes incluso de reparar en que se halla otra vez en un mundo de formas surrealistas, a la Viajera del Arte le asalta un fuerte golpe que le tira al suelo. El ruido es ensordecedor y apenas le da tiempo a entender que lo que le ha empujado ha sido el impacto de una bomba a unos metros de ella.

Asustada, se levanta desorientada mientras una muchedumbre pasa a su lado como una ensoñación. Lo único que puede hacer, piensa, es seguirles. Porque no sabe a dónde ir ni sabe dónde está. En el camino entre aquellas personas desconocidas, la joven puede ver caras desencajadas por el miedo, personas ensangrentadas y ennegrecidas por el polvo de lo que debió de ser un edificio… Oye llantos y, en la boca, el sabor de la metralla. El fuego sale de todas partes. A las bombas incendiarias que caen del cielo les siguen ráfagas de disparos que abaten a las personas que intentan ponerse a salvo. El trayecto, que en un día normal quizás hubiera durado 10 minutos, se le antoja toda una epopeya, pero finalmente llegan.

Por fin la viajera tiene un momento para respirar. Y una vez allí, tras notar cómo los latidos de su corazón se van acompasando, empieza a ver. Está en un refugio. Eso está claro. En un refugio excavado en la ladera de un monte. Ahora que puede reflexionar se da cuenta: todo el camino que ha hecho, todas las formas de su alrededor… no tienen color. Se mueven entre un abanico de tonalidades grises que van del negro al blanco. Son, además, formas delimitadas por líneas duras y formas geométricas. Ahora puede verlo con claridad. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? La Viajera del Arte se halla en uno de los cuadros más famosos de España e, incluso, del mundo: el Guernica, la obra magna de Pablo Picasso.

Los primeros pasos hacia un símbolo universal

Sueño y mentira de Franco

“Pablo Picasso pintó el Guernica en 1937 en plena Guerra Civil Española”. La audioguía, fiel compañera de nuestra protagonista en todas sus andanzas, acude al fin al rescate de la viajera. “Sí que has tardado”, piensa para sí la joven. La audioguía continúa: “Lo hizo por encargo de la Segunda República, que quería contar al mundo lo que estaba pasando en España en el marco de la Exposición Internacional de París, que se celebraría ese mismo año”.

Picasso, por entonces ya un pintor de renombre, no pensó inmediatamente en el bombardeo de Guernica, pues este aún no había sucedido. Primero, el cubista pensó en presentar una serie de grabados a los que bautizó como Sueño y mentira de Franco, pero no tuvieron demasiado éxito. Después, bocetó una obra conocida como El taller: el pintor y su modelo, obra que sentaría las bases de lo que más tarde sería el Guernica.

Lo que cambió todo: el 26 de abril de 1937

Pero todo cambió el 26 de abril de 1937 cuando la aviación de la Legión Cóndor, un contingente enviado por la Alemania nazi para apoyar a las tropas golpistas durante la Guerra Civil Española, redujo a cenizas a la población vizcaína de Guernica en el marco de la toma de la ciudad de Bilbao.

Los alemanes, además, aprovecharon la oportunidad para ensayar nuevas tácticas de guerra que pudieran usar en futuras contiendas. El bombardeo de Guernica pasó a la historia precisamente por tratarse de uno de los primeros bombardeos de la historia moderna contra la población civil. El Tercer Reich quería probar qué efecto provocaban este tipo de fechorías en la moral de sus enemigos. Aquel día en Guernica había mercado. Lanzaron más de 30 toneladas de explosivos, destruyeron un 85,2% de los edificios y murieron entre 250 y 300 personas, si bien la cifra oscila según la fuente.

Guernica

“El mundo entero se hizo eco de la masacre”, prosigue la audioguía. La viajera, que escucha con atención todos los datos, se fija entonces en uno de los refugiados. Está sentado en el suelo tomando notas en un blog y lleva una cámara de fotos colgada al cuello. “De esas que ahora llamaríamos vintage”, piensa la joven. ¿Se tratará de un periodista?

Su compañera se lo confirma: “En el bombardeo de Guernica hubo muchos corresponsales internacionales. Las primeras noticias llegaron por radio el día siguiente por la tarde y, desde entonces, el suceso llegó a todas partes”. El 1 de mayo París celebró una manifestación masiva en repulsa del ataque. Aquella tarde Picasso trazó sus primeros bocetos. Nacía el Guernica.

“Me llamo Dora, Dora Maar”

picasso pintando

Un estruendoso grito saca a la viajera de la narración. La muchacha, que ya es consciente de que nada de lo que le pasa allí le hará daño (al menos un daño físico), decide abandonar el refugio para seguir la voz. Afuera, entre un mar de escombros y fuego, vislumbra el origen del alarido: una mujer con los pechos al aire sostiene en sus brazos el cuerpo inerte de un niño. Sin duda, su hijo. De su boca, además del ruido, emerge una puntiaguda lengua en forma de pico. La viajera reconoce en ella a uno de los personajes del Guernica e, inmediatamente, le recorre un escalofrío.

Entonces, en medio de la escena, le ve: un hombre pinta con ahínco un enorme mural de 3,5 por casi 8 metros. La viajera se queda un rato prendada en el hacer de uno de los pintores más famosos del mundo. “Esto no se ve todos los días”, se dice. Y, de repente, repara en que muy cerca de Picasso hay también una mujer que fotografía todo el desarrollo. Ninguno de los dos se inmuta ante la destrucción que se sucede a su alrededor, pues, en realidad, la joven sabe que, al igual que ella, ninguno está allí.

Boceto Guernica

“¿No es increíble?”, le susurra una voz al oído. La Viajera del Arte se sobresalta. No ha visto cómo la mujer que hace un momento fotografiaba al artista se acercaba a ella. La muchacha, de pelo y ojos negros, extiende la mano a la joven: “Me llamo Dora, Dora Maar”. La viajera le estrecha la mano y Dora contesta a una pregunta no formulada. “Soy la nueva amante de Picasso, nos conocimos en un bar”, dice tras mirarle con adoración. Pero enseguida su sonrisa se torna en una mirada melancólica, apenas imperceptible para la viajera, que la observa con pesar.

No era fácil sobrevivir a Picasso

“No me mires así”, espeta Maar. “Es cierto. Está casado con una y tiene un hijo con otra, pero yo soy artista, como él. Soy creadora. Y el amor y pasión que nos tenemos es harina de otro costal”, añade.

La audioguía irrumpe de nuevo: “Por aquel entonces Pablo Picasso tenía una vida amorosa complicada. Estaba casado con la bailarina Olga Khokhlova, con la que tenía un hijo, y tenía también una relación y otra hija con Marie-Thérèse Walter, a la que sacaba 28 años. A dichas relaciones se le sumó la de Dora Maar, una fotógrafa y artista surrealista”. De hecho, fue Dora la que animó a Picasso a aceptar el encargo de la República, pues el artista llevaba un año sin pintar, y también la que documentó todo el proceso.

Dora Maar y Picasso

A estas relaciones hubo que sumar, con los años, otras dos: un romance con Françoise Gilot, que le dejó otros dos hijos, y un segundo matrimonio con Jacqueline Roque. De todas estas amantes, se sabe que Picasso maltrató físicamente al menos a tres de ellas (Marie-Thérèse, Olga y Dora).

Por otra parte, Marie-Thérèse, años después de su ruptura con el pintor, se suicidó, lo mismo que su última pareja, que se mató tras la muerte del artista. Dora Maar, por su parte, cayó en una depresión de la que nunca se recuperaría, llegando a recibir terapia de electrochoque. No era fácil sobrevivir a Picasso.

Los protagonistas del Guernica: los animales

Tras escuchar toda la historia que le cuenta la audioguía, la viajera mira con tristeza a la fotógrafa, que, a la par, le cuenta todas las proezas del cubista. “Le afectó mucho el bombardeo que hubo en Málaga, ¿sabes? Por eso decidió representar el bombardeo de Guernica, como un alegato genérico contra la barbarie de la guerra”, le dice Dora. La viajera asiente educadamente y le contesta que lo que a ella le gustaría en realidad es ver alguna de sus fotografías.

El relincho de un caballo interrumpe la conversación entre las dos mujeres. Una especie de lanza le sale desde dentro del cuerpo. Es uno de los símbolos más míticos del Guernica. Para plasmarlo, Picasso hizo muchos bocetos, mientras que para hacer el toro, otro de los iconos de la obra, el pintor solo hizo tres. El resultado es una res de semblante sereno, humanizado, el único elemento del cuadro que mira directamente al espectador.

Boceto caballo

La audioguía le cuenta que aunque la interpretación más común de la obra es la de la repulsa a la guerra, hay otras teorías que afirman que en realidad se trata de una representación de la vida de su autor. También pudiera ser, por qué no, que Picasso expresara con Guernica ambas visiones: la evidente y la personal. Según esta segunda interpretación, el toro encarnaría la figura del pintor.

“Precisamente estos dos animales, el toro y el caballo, son los primeros elementos del Guernica que trazaría el artista en sus primeros bocetos”, indica la audioguía. “Pablo es muy aficionado a los toros”, le señala Dora Maar a la viajera. Por eso, esos primeros esbozos aludían precisamente a las corridas de toros.

El tercer y último animal que forma parte del Guernica es el pájaro, mucho menos visible. Ubicado entre el caballo y el toro, grazna al cielo como la mujer que la viajera ha visto hace unos instantes sujetando a su hijo.

Los protagonistas del Guernica: las mujeres, el hombre y la bombilla

El resto de la composición la protagonizan las personas: cuatro mujeres y un hombre muerto en el suelo, aplastado por el caballo y con un brazo desmembrado del resto de su cuerpo. “Cuando Picasso seguía haciendo pruebas de lo que sería el Guernica, entre el 1 y el 11 de mayo de 1937, comenzaron a aparecer otros personajes. Algunos los descartó, mientras que otros formarían series propias al margen del Guernica”, indica la audioguía. Es lo que se conoce como los postcriptos.

Es el caso de las mujeres llorando, un elemento que Picasso no incluyó en su composición final, pero que sí desarrolló al margen. Un personaje que, por cierto, cada vez guardaría mayor relación y parecido con su musa del momento: Dora Maar.

Cabeza de mujer llorando

Una bombilla en el techo llama poderosamente la atención del espectador. La viajera se da cuenta inmediatamente, sin necesidad de explicaciones, de lo que quiere significar esta pieza del cuadro: ¿están dentro o fuera? ¿es de día o de noche? Ahora que lo piensa, no lo sabe a ciencia cierta. El humo, el fuego, el polvo y la confusión hacen difícil ubicar la escena en un momento del día concreto. De algunas casas, ya solo quedan las paredes y, de otras, solo las puertas. ¿Exterior o interior? No lo sabe. Nadie lo sabe.

Un símbolo del arte y de la guerra

Tras charlar un rato con la artista surrealista, la Viajera del Arte cae en la cuenta de una cosa: hace rato que los aviones no lanzan munición. Las personas que quedan escondidas en los refugios se asoman tímidamente a la calle. Tienen miedo. Ya ha habido antes algún respiro en el que los supervivientes han intentado ayudar a los heridos, cuando la aviación ha vuelto para acribillarlos. Pero el tiempo pasa y, poco a poco, los gernikeses se atreven a salir: para buscar a sus seres queridos vivos, para llorar a sus muertos…

La Viajera del Arte sabe que ha llegado el momento de irse. No quiere ver más. Se siente cansada y triste. El cuadro, a pesar de estar pintado por un maltratador, cumple el objetivo para el que se creó: conciencia. Es más, su valor va mucho más allá. El Guernica es todo un símbolo del cubismo, de la barbarie, del arte y de la guerra. La viajera ahora lo sabe.

Entonces, un nuevo cuadro la llama. El rumor de un río le invita a partir. Se despide de Dora Maar con un abrazo y le desea lo mejor, a pesar de que sabe lo que le aguarda. Con el corazón encogido, la Viajera del Arte va en busca de su nueva aventura.