La Señora de Zamora y el cerco a su castillo

¿De cuántas maneras imaginaría su muerte Urraca, la Señora de Zamora, durante el asedio al que fue sometida? ¿Lo imaginó, acaso, o se mantuvo siempre confiada de la legitimidad que guió sus pasos? Tal vez, siguiendo los estudios centrados en su carácter, no tuvo siquiera la voluntad de pensar en semejante destino, a pesar de los difíciles siete meses que permaneció resistiendo en el castillo de Zamora. La ciudad estaba bajo el asedio de un Sancho II de Castilla que trataba, en vano, de rendir uno de los escasos reductos que le quedaban por conquistar. Zamora no se conquista en una hora y no se conquistó jamás. La muerte, a Doña Urraca, le llegó muchos años más tarde.

Una familia enfrentada

Doña Urraca, la Señora de Zamora, fue la primogénita de Fernando I de León y Doña Sancha de León, matrimonio del que nacieron otros cuatro hijos. Fue el hijo inmediatamente posterior a Urraca, Sancho, quien complicó la vida de la familia real. Cuatro años menor que Urraca, entre ellos se extendió siempre la batalla por el trono, primero invisible, palpable después. Urraca recibió la educación que demandaba el primer hijo de un matrimonio real, hombre o mujer, pero fue Sancho quien siempre creyó que el trono recaería, de forma legítima, en su poder.

No debió extrañar a nadie que, cuando Fernando I de Castilla murió y repartió su territorio entre todos sus hijos, a Sancho le pareciese un acto injusto. En sus manos recayó Castilla, mientras que León, el territorio más preciado, fue a parar a Alfonso, el cuarto hijo. Cuando Sancha, la matriarca, también abandonó el mundo de los vivos, Sancho inició un periodo de batallas y guerras familiares, treguas insostenibles y pactos de buenas intenciones pero irrealizables. Poco a poco, fue llevándose por delante a sus hermanos, a quienes cortó las alas o encarceló, para apoderarse de los territorios que, por deseo explícito de su rey padre, no le pertenecían.

Salvo Zamora. Zamora, en manos de Doña Urraca, resistió.

Siete meses de asedio

El castillo de Zamora está situado sobre la parte más alta del cerro donde se ubica la ciudad. Por su posición estratégica, también por los continuos asedios a los que fue sometida la localidad, el castillo abandonó pronto su vertiente palaciega en favor de lo exclusivamente militar. Zamora necesitó defenderse y este castillo cumplió con creces con esta función, como primera barrera ante la ciudad y como lugar en el que refugiarse. Urraca debió sentirse, desde el principio y hasta el final, segura entre sus murallas. Con madera de reina y de gran inteligencia, la Señora de Zamora se hizo fuerte en este castillo.

El asedio de Sancho II de Castilla comenzó un 4 de marzo del año 1072. La vida en la ciudad se complicó desde ese mismo momento, pero, con Doña Urraca al frente de la resistencia, resistieron. No cuesta imaginarla ante los grandes ventanales de la construcción, contemplando cómo, al otro lado del inmenso foso, descansaba el ejército de un hermano con el que nunca terminó de entenderse del todo. Regia, toda decisión, con la situación bajo control.

Cuenta la leyenda, recogida en la Crónica najerense, que podría provenir, a su vez, de un cantar de gesta, que lo que terminó con este cerco de Zamora fue una demostración de amor. Una demostración de amor protagonizada por una nueva figura: un hombre llamado Bellido Dolfos, o Vellido Dolfos. Tampoco cuesta imaginar a Bellido, dado el carácter heroico-romántico del medievo, despidiéndose de su amada. Prometiendo regresar con la victoria para ella o con la muerte para él.

De la traición a la lealtad, con el reconocimiento eterno de los zamoranos

Bellido se infiltró en las filas de Sancho II de Castilla, presentándose como un hombre que había renunciado a la lealtad que había tenido para con Zamora. Comió al lado del rey y se ganó su confianza, hasta que llegó el día en que esta era total. Así condujo, según la tradición, a Sancho II de Castilla al lugar que antaño fue conocido como Portillo de la Traición, una de las puertas que conforman el primer recinto amurallado. Garantizó a Sancho que esa sería su puerta de entrada a la ciudad. Nada más lejos de la realidad.

Aprovechando un despiste del rey de Castilla, Bellido Dolfos clavó un puñal en su corazón y huyó despavorido junto a su señora. Regresó a Zamora por este Portillo de la Traición y el cerco de Zamora, con Sancho II falleciendo días más tarde, concluyó.

Era octubre de 1072, habían pasado siete meses. La Señora de Zamora seguía en su castillo, con la lealtad del pueblo y lamentando la muerte de un hermano con el que nunca llegó a entenderse del todo.

En diciembre de 2010, el Portillo de la Traición cambió su nombre al de Portillo de la Lealtad. En este lugar puede leerse una placa que sirve como recuerdo de este episodio: “por este lugar, según la tradición, entró Bellido Dolfos tras dar muerte al rey Sancho de Castilla y liberar del cerco a la ciudad de Zamora... con el reconocimiento eterno de los zamoranos”.