El castillo de San Jorge y el perdedor de Sevilla

Se dice que fueron los visigodos quienes construyeron el castillo de San Jorge, del que hoy solo quedan historias y recuerdos. Aunque es una hipótesis que no cuenta con el respaldo generalizado de la comunidad histórica, sirve de base para comenzar esta narración dejando claro que este castillo sevillano vio pasar muchos siglos por sus muros.

Quizá Axataf, también conocido como Saqqaf, Chetaf o Axacad, se acogió en un principio a este carácter milenario de la construcción para resistir la emboscada de un Fernando III determinado a conquistar la ciudad del Guadalquivir. En una de sus orillas se situaba esta fortificación, que contaba con una muralla y diez torres. Además, hacía gala de un foso de impresión y un puente colgante que se alzaba a placer de quien ocupara la fortaleza.

Lugar donde se ubicaría el castillo de San Jorge, hoy reconvertido en museo | Shutterstock

Hoy desaparecido, su importancia decreció con los siglos desde que Axataf cediera su posición. Por eso al pobre también se le conoce como el perdedor de Sevilla. El guerrero, que no era ni rey, ni príncipe, ni político, fue condenado a pasar a la historia como el caíd que entregó la ciudad andaluza en la reconquista de Fernando III el Santo.

El perdedor de Sevilla

Mediados del siglo XIII, reconquista, época convulsa. La acción se sitúa en Sevilla, donde Bel Alchad, al frente de la ciudad, había llegado a una tregua con Fernando III. Así consiguió mantener su reino, durante un tiempo, a salvo de los deseos de conquista de los cristianos, a pesar de que era una de las ciudades del sur de la península más reclamadas. En cualquier caso, no duró demasiado. Bel Alchad perdería la vida a manos de Axataf, entonces comandante de la guarnición. Era marzo de 1246 y Axataf no tenía miedo.

Da la sensación de que nunca lo tuvo, a pesar de que no ha trascendido demasiado de su carácter. Únicamente se ha extendido, también obtenido a partir de sus actos, que se trataba de un guerrero más que de ninguna otra cosa. Por eso cuando el rey de Castilla y León, una vez fallecido su aliado, puso sus ojos sobre Sevilla, Axataf presentó batalla. Lo hizo a pesar de quedar frente a uno de los ejércitos más poderosos de todos cuantos se vieron en la Edad Media. Fernando III se esforzó especialmente en este punto, en parte porque conquistar Sevilla no era moco de pavo. Con sus más de 7.000 metros de murallas, era una de las ciudades más grandes que abordaría un ejército cristiano durante aquellos años.

Parte de las ruinas del castillo de San Jorge | Shutterstock

Axataf habitaba por entonces el conocido como castillo de Gabir o de Triana. Tenía la particularidad de que, a finales del siglo XII, el rey de Isbilia había ordenado la construcción en esa zona del río de un puente: el de Barcas. El primer y único paso que existía por entonces sobre el Guadalquivir. Las cadenas de ese puente estaban unidas al castillo, detalle que terminaría por marcar la diferencia.

Durante meses, Fernando III presionó Sevilla y Axataf aguantó en la fortificación, observando cómo la ciudad quedaba poco a poco aislada, desabastecida y abandonada. Muchos musulmanes no compartieron el espíritu guerrero de Axataf y Sevilla se convirtió en un sálvese quién pueda de manual.

Pero Axataf permaneció en el castillo hasta que la rendición se presentó como la única alternativa. Cuando fue destruido el puente de Barcas, por el que conseguían lo necesario para sobrevivir un día más, y Fernando III atacó finalmente el castillo, la ciudad se supo tomada. A pesar de ello, Axataf trató de negociar las condiciones de su rendición, durante largas semanas. Llegó a ofrecer una división de la misma, entre musulmanes y cristianos, que no disgustó al séquito del rey de Castilla y León. Pero este lo rechazó, como rechazó casi todas las peticiones de Axataf. Permitió, eso sí, organizar su salida de la ciudad a lo largo de un mes. Era ya noviembre de 1248.

Entrega de las llaves a San Fernando, obra de Francisco Pacheco | Wikipedia

Así que un mes más tarde de la conquista del castillo de Triana, Axataf entregó las llaves de la ciudad a Fernando III el Santo. La abandonó con los pocos que aún la habitaban. El perdedor de Sevilla murió asesinado años más tarde.

La orden de San Jorge y la Santa Inquisición

Sevilla, en manos de los cristianos, se preparó para ser ocupada y repartida. Fue repoblada por gentes de otros lugares de la península y buena parte del ejército de Fernando III se instaló en sus calles, en las mejores edificaciones. También las órdenes militares, fundamentales en aquellos años de lucha, recibieron su parte proporcional, por su ayuda en la batalla y también por el papel que jugaron una vez que el polvo se asentaba.

Para la Orden de San Jorge, el polvo no terminó de asentarse en Sevilla, o al menos no terminó de sentirse asentado. Fue esta orden la que recibió el castillo de Triana, que pasó a ser conocido, evidentemente, como de San Jorge. Pero Fernando III no quería solo que lo ocuparan. Tenía la intención de que defendieran, en el caso de ser necesario, esta posición estratégica de la fortificación. Así fue cómo se instalaron en ella y así fue cómo la bautizaron.

Hoy pueden visitarse las ruinas del castillo de San Jorge | Shutterstock

Con la reconquista avanzando y los musulmanes retrocediendo, el Castillo de San Jorge perdió su importancia y fue abandonado, progresivamente, por la orden militar. En 1481 se convirtió en sede de la Santa Inquisición Española, que lo ocupó intermitentemente durante tres siglos. A pesar de lo imponente de su construcción, su proximidad con el Guadalquivir y las crecidas de éste provocaron que sus muros se fueran deteriorando.

Fue en el siglo XIX cuando se tomó la decisión de derribarlo de una vez y para siempre, convirtiendo la zona en un mercado de abastos. Así concluye la historia de uno de los castillos claves de la reconquista de Fernando III, convirtiéndose en otro elemento fundamental de la cultura española.