Maravillas de Guadalajara que hay que ver al menos una vez en la vida

Más allá de esa Alcarria que retrató magistralmente Cela y que es parte indisoluble de su esencia, Guadalajara es una provincia aún por descubrir. Inmensa tanto en dimensiones como en belleza, atesora lugares de excepcional belleza. Esas maravillas de Guadalajara adquieren la forma de pueblos auténticos, de exquisitos monumentos y de espacios naturales casi salvajes. Este pequeño viaje nos lleva a descubrir algunas de ellas.

Maravillas de Guadalajara: los colores de la naturaleza

Otoño en el hayedo de Tejera Negra

Hayedo de Tejera Negra
Hayedo de Tejera Negra. | Shutterstock

La llegada del otoño es un espectáculo visual de inigualable belleza en la sierra de Ayllón. Allí, en un extremo de la provincia de Guadalajara, se esconde uno de los bosques de hayas más meridionales de Europa, el hayedo de Tejera Negra. Es un bosque que en octubre comienza a vestirse de ocres y amarillos hasta dibujar una postal de auténtica fantasía.

Para sumergirse en este escenario único hay que seguir alguna de las dos rutas circulares que lo recorren, caminar sobre las hojas ya depositadas en el suelo y alcanzar la pradera de Matarredonda para observar una panorámica casi hipnótica. Pero no hay que olvidar que este es un ecosistema frágil, lo que implica que las visitas están limitadas y en estas fechas es imprescindible reservarlas con tiempo.

El color de la lavanda en Brihuega

Campos de lavanda en Brihuega
Campos de lavanda en Brihuega. | Shutterstock

Coincidiendo con los calores del mes de julio, los campos de Brihuega se tiñen del intenso violeta de la flor de la lavanda. Es una explosión de color tan efímera como embriagadora que nada tiene que envidiar a esas archifamosas estampas de la Provenza francesa. No solo los campos, también la localidad se viste de gala para celebrar por todo lo alto semejante espectáculo.

No hay que olvidar, además, que este es uno de los pueblos más bonitos de Guadalajara, así que merece la pena visitarlo en cualquier momento del año. Su patrimonio monumental es exquisito, basta con echar un vistazo a su magnífico castillo de la Piedra Bermeja, a la iglesia de San Felipe o a la Real fábrica de Paños. Tiene además un tesoro oculto: un kilométrico laberinto de galerías y túneles de origen árabe.

El Alto Tajo y sus paisajes de infarto

Parque Natural del Alto Tajo
Parque Natural del Alto Tajo. | Shutterstock

El profundo verde de los pinares que lo cubren colorea el Parque Natural del Alto Tajo. Esos tupidos bosques no impiden, sin embargo, contemplar el tranquilo discurrir del río y de sus afluentes. Son esas corrientes de agua las que han moldeado sin piedad el paisaje hasta dar forma a cañones vertiginosos y pronunciadas hoces.

La lista de rincones singulares dentro del parque es inmensa. Hay que recorrer el impresionante Barranco de la Hoz, asomarse al mirador de Zaorejas o alcanzar el salto de la Poveda. Todo ello sin olvidar pueblos del Alto Tajo como Ocentejo o Peralejo de las Truchas, donde aún se recuerda a aquellos gancheros que transportaban troncos aguas abajo desde los bosques de la zona hasta Aranjuez.

Pueblos con encanto en Guadalajara

La sobria arquitectura de los Pueblos Negros

Calles de Majaelrayo
Calles de Majaelrayo. | Shutterstock

La Sierra Norte de Guadalajara está salpicada de pequeños pueblos donde la pizarra lo cubre prácticamente todo. Esa piedra sirvió para levantar viviendas y también para vestir las calles. Es una forma de construcción tradicional donde solo las balconadas de madera rompen la uniformidad cromática de una arquitectura modesta, pero singularmente hermosa.

Campillo de Ranas, Valverde de los Arroyos, Majaelrayo o Tamajón son algunos de esos pueblos negros que seducen a primera vista y que se integran a la perfección en un paisaje maravilloso. De hecho, merece la pena alejarse un poco de ellos y aventurarse en alguna de las rutas de montaña de su entorno, como la que lleva al Pico Ocejón, un mirador excepcional.

La esencia medieval de Sigüenza

Catedral de Sigüenza
Catedral de Sigüenza. | Shutterstock

Es difícil dar un paso en la ciudad del Doncel sin tener la impresión de que en ella el tiempo se detuvo hace siglos. El poderoso castillo de Sigüenza protege desde las alturas un casco urbano donde en cada rincón espera una pequeña sorpresa. Calles empinadas y a veces laberínticas, arcos, portales y plazuelas dan forma a un casco antiguo arrebatadoramente hermoso.

Pero aún hay que detener la vista en su porticada Plaza Mayor, donde la magnífica fachada del Ayuntamiento mira hacia la catedral de Santa María. La soberbia silueta del templo permite imaginar el enorme valor de lo que atesora en su interior, como la singular Sacristía de las Cabezas o la capilla de los Arce, que alberga el bellísimo sepulcro gótico del Doncel.

Atienza, el sabor de la tradición

Plaza de España en Atienza
Plaza de España en Atienza. | Shutterstock

Como ocurre en tantos otros pueblos de la provincia, Atienza se extiende a la sombra de un soberbio castillo. Sin embargo, hay que perderse por sus callejuelas para saborear su esencia más auténtica en forma de arquitectura tradicional. Se percibe en los pórticos, las fachadas encaladas y los travesaños de madera que adornan la Plaza del Trigo o en la piedra que viste las casonas de la Plaza de España.

Atienza sabe también a románico, al de pequeños pero interesantes templos que merecen al menos una parada. Iglesias como las de la Santísima Trinidad, Santa María del Rey o San Bartolomé son recuerdo de una época en la que Atienza gozó de renombre. Un antiguo esplendor, por cierto, que se rememora cada año en una de las fiestas más antiguas de España, la de la Caballada el domingo de Pentecostés.

Recuerdos del pasado: patrimonio histórico en Guadalajara

La exquisita belleza del Palacio del Infantado

Palacio del Infantado
Palacio del Infantado. | Shutterstock

El gótico Palacio del Infantado es la joya de la corona de la capital alcarreña. De ello dan fe su majestuosa fachada y el Patio de los Leones, un delirio ornamental de doble arcada que no da descanso a la vista. Un devastador incendio arrasó en 1936 con los espléndidos artesonados que decoraban el interior del palacio, pero en él aún se pueden admirar algunas valiosas pinturas.

No muy lejos se descubre otra de las maravillas de Guadalajara, aunque bastante posterior: el Panteón de la Duquesa del Sevillano. Es lugar de descanso eterno de uno de los personajes más queridos y reconocidos de la ciudad. Se trata de una pequeña iglesia de cruz griega, llamativa cúpula y decoración de aires bizantinos en su interior.

Ecos de batallas en Molina de Aragón

Molina de Aragón
Molina de Aragón. | Shutterstock

En el pueblo más frío de España no es difícil imaginar antiguas disputas. La fortaleza de Molina de Aragón aún se eleva orgullosa mostrando su poderío. Es la más impresionante de la provincia, gracias a un enorme recinto amurallado que protege un no menos soberbio castillo. A solo unos kilómetros se alza otro tesoro medieval, uno de los baluartes del antaño poderoso señorío de Molina: el fotogénico y cinematográfico castillo de Zafra, en Campillo de Dueñas.

Pero hay que regresar a Molina de Aragón para mencionar al menos otra de las maravillas de Guadalajara que se esconden en esta pequeña localidad. Son algunas callejuelas laberínticas y empedradas de aires medievales que en su día albergaron una de las juderías más notables de la península.

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