La riqueza de Aranjuez, entre huertas históricas y jardines únicos

El Real Sitio y Villa de Aranjuez se encuentra a unos cincuenta kilómetros al sur de la capital madrileña, en un entorno privilegiado que ha condicionado enormemente el desarrollo de esta ciudad de 60.000 habitantes. En Aranjuez es donde tienen encuentro el Tajo, el río más largo de la península, y el Jarama, su principal afluente. Su discurrir ha modelado durante millones de años el paisaje de una villa elegida por los reyes como descanso, despensa y lugar de experimentación. Todo a la vez.

Lugar de descanso y experimento

Templete de un estanque de Aranjuez
Templete de un estanque de Aranjuez. | Shutterstock

Sería un delito visitar Aranjuez sin acercarse al Tajo y descubrir la vegetación que rodea su discurrir, con los extensos sotos y los bosques ribereños caracterizando el paisaje. Este paso del río por la ciudad permitió desde bien temprano aprovechar la abundancia de agua para crear un entorno particular a partir de ella. Se añadió, además, un poderoso sistema de regadíos a partir del que terminaron de nacer las famosas huertas históricas de Aranjuez.

Los Reyes Católicos ya supieron ver, en el siglo XV, las bondades de esta tierra, así que la anexionaron a la corona. Pero fue Felipe II quien más se empeñó en hacer de Aranjuez un lugar a la altura de la realeza, participando activamente en el proceso de concepción de esta ciudad que siempre tuvo la mirada puesta sobre el río. Con Felipe II, un gran aficionado a la jardinería, proliferó la plantación de árboles y se creó el primer jardín botánico que se conoce en Europa.

En este jardín no solo se cultivaron especies autóctonas, sino que se le dio una especial atención a los especímenes traídos de América. Así, arboles, arbustos y semillas de todo tipo se plantaron durante el siglo XVI, constituyendo de esta manera un lugar donde experimentar con la supervivencia y las capacidades de especies que crecieron lejos de su medio natural.

Las huertas históricas

Aranjuez fue un lugar único
Aranjuez fue un lugar único. | Shutterstock

Aranjuez conserva el trazado original, con esa gran plaza de la que parten doce paseo. Uno de esos paseos ha comunicado siempre, de manera directa, con esas huertas que hoy en día son una delicia para paseantes… Y consumidores. Quizá la más famosa de ellas sea la huerta de Picotajo, situada en la confluencia del Tajo y el Jarama. Las favoritas del rey Carlos III, sin embargo, se conocían como los Cortijos. En ellos hizo plantar cepas traídas de diversos rincones del reino.

De todas ellas se puede extraer una gran variedad de productos que durante siglos han configurado, como se decía más arriba, la despensa del pueblo y de la realeza. Gracias a un clima templado, a una buena situación geográfica y a la amplia vega que forman los dos ríos cuando se unen, los productos originados en Aranjuez han sido siempre de una calidad excepcional. También en estas huertas se probaron los productos llegados de América, sirviendo, por tanto, no solo como centro de alimentación sino también como lugar de investigación agraria. Fue aquí donde se intentó por primera vez en España el cultivo de la piña tropical, por poner un ejemplo que muestre su valor.

Con todo esto, a nadie puede extrañarle que durante mucho tiempo los monarcas eligieran Aranjuez como una de sus residencias de verano predilectas, especialmente cuando Felipe II estuvo al frente de lo que era, entonces, el imperio en el que no se ponía el sol. También se entiende mejor por qué, en el año 2001, la UNESCO decidió que Aranjuez merecía el título de Paisaje Cultural Patrimonio de la Humanidad.