Las trobairitz: trasgresión y erotismo en la Edad Media

En la películas y los libros eran un bien escaso que sabía leer poca gente. Las historias tenían que sobrevivir de otra forma: a través de la palabra, a través de la transmisión oral. Los trovadores y juglares eran los que se encargaban de custodiar y transmitir aquellas narraciones, que más tarde fueron recogidas en romanceros. Sin embargo, aquellos mismos artistas se dejaron por el camino a sus propias compañeras: las trobairitz.

Como siempre que pasa cuando las mujeres se inmiscuyen en mundos que les están vetados, aquellas pocas que se atrevieron a componer, cantar e interpretar se diluyeron bajo el peso de los siglos. Las trobairitz, una palabra que incluso nos es extraño escuchar y pronunciar, también existieron. De hecho, fueron las primeras compositoras conocidas de música secular occidental.

Trobairitz, una palabra de escaso uso

Trobairitz deriva del latín "trovare", que significa "hallar", "encontrar". Pero, ¿qué pueden estar buscando unas artistas? María-Milagros Rivera responde a la pregunta en su artículo Las trobairitz: maestras del amor y la política en lengua materna: “Se refiere al talento de hallar o encontrar las palabras, las palabras justas, en lengua materna, para decir precisamente el Amor [con mayúsculas] y decirlo de la manera considerada más perfecta y más bella posible”.

La Condesa de Día
Grabado de la Condesa de Día. | Wikimedia

Así, las trobairitz desempeñaban su función en las cortes de Occitania. Lo hicieron entre los siglos XII y XIII, sin atribuirse sus propios textos y con el beneplácito de muchos de sus homólogos masculinos. Sin embargo, esta palabra no existía porque no se las consideraba profesionales. Era como si para ellos pudiera ser una forma de ganarse la vida, pero para ellas la cosa no pudiera pasar más allá de un hobby. Por eso, "trovador" existía tan solo en su género masculino. Hasta que en 1287 se publicó roman Flamenca, una novela anónima en la que aparecía el siguiente diálogo:

- Margarita, lo has hecho muy bien, eres una excelente trovadora.

- Sí, señora, no hay otra mejor, excepto vos y Alicia.

La palabra "trovadora" entraba, al fin, en escena. A pesar de ello, según indica la filóloga Isabel de Riquer, en su texto Hacia el descubrimiento de las Trobairitz en autores catalanes, “la palabra 'trobairitz' no se encuentra ni en los poemas de las trovadoras y trovadores ni en las vidas ni razós [breves biografías occitanas escritas por trovadores], lo que hace suponer que no se empleaba, como tampoco siguió haciéndose en siglos posteriores”.

Las razones de este silencio e invisibilidad son varias. Es probable que muchas canciones quedaran en el anonimato por propia voluntad de las autoras y que otros textos simplemente se perdieran en el tiempo. Pero otra de las razones fue su borrado deliberado. Por ejemplo, se sabe de un poema de Beatriz de Día (también conocida como Condesa de Día) en el que el escriba alteró el sexo de los protagonistas, haciendo que pareciese que él era el que se declaraba a ella, cuando era al revés. Por cierto, la única composición que se conserva de una trobairitz es precisamente de esta mujer.

Mujeres que expresaban deseos eróticos en plena Edad Media

La lírica trovadoresca en lengua occitana cuenta con un repertorio de 2500 canciones y se conocen los nombres de al menos 360 autores, tal como señala la investigadora especializada en literatura medieval María Luzdivina Cuesta en su artículo Las trobairitz, poetas occitanas del siglo XII. A su vez, de todas estas canciones, se les atribuyen autoría femenina a entre 23 y 46 de ellas. Por otra parte, y “en proporción a los nombres conocidos, el número de Vidas de trobairitz es considerable”, apunta Cuesta. Esto significa que, además de los poemas de algunas autoras, también se conservan los nombres de trovadoras cuyos textos no lo hacen.

Asimismo, la autora afirma que “aunque en esencia puede decirse que nada distingue los poemas de las trovadoras de los de autor masculino se advierten algunas diferencias”. La primera de ellas se puede observar en la elección de los géneros poéticos, siendo los favoritos de las trobairitz la cansó (canción de tema amoroso) y la tensó (una pieza en la que dos trovadores intercambian preguntas y respuestas), utilizando además un estilo sencillo, conocido como trobar leu. Esto no significa que aquellas poetas se valieran tan solo de estos géneros ni que los hombres no lo hicieran, solo que era más frecuente en ellas.

Por otra parte, los textos de las trobairitz destacaban también por ser más atrevidos que los de sus homólogos masculinos. Mientras que ellos procuraban maquillar la identidad de la receptora de sus canciones, ellas no se molestaban en ocultar a su destinatario o destinataria. Ya que transgredían las reglas saliéndose del canon, ¿por qué no ir más allá?

De hecho, las composiciones de las trobairitz tenían en más de una ocasión tintes eróticos o incluso homoeróticos. Sobre esto último algunas teorías dicen que tan solo trataban de expresar su respeto hacia otras mujeres, pero otros investigadores insisten en el carácter lésbico de autoras como Bieris de Roman, que le dedicó estas palabras a otra mujer: “Por lo que os ruego/que me deis, bella señora, si os place,/aquello de lo que espero tener alegría y esperanza [...]”.

La importancia del amor cortés

Los poemas y canciones occitanos de aquella época hay que entenderlos en forma de amor cortés, un concepto que algunos autores afirman que es la base de cómo se entiende el amor hoy en día. El amor cortés era una concepción literaria en la que el trovador le recitaba su pasión al ser amado y se caracterizaba además por ser un amor fuera del matrimonio. De esta forma, no era raro que una mujer u hombre casado le compusiera un texto a otra persona igualmente casada.

Por lo general, el amor cortés se daba entre individuos de la nobleza y en él los trovadores establecían relaciones de vasallaje con su amada a la que trataban de dama o señora. Este aspecto también difiere de cómo se relacionaban las trobairitz con los receptores de sus canciones. En este caso, las nobles actuaban como si ellos fueran sus iguales, les trataban de amigos. María Luzdivina Cuesta indica que “incluso cuando suplican al amigo para que corresponda a su amor, manifiestan a la vez el orgullo por su propio valer”.

Que una mujer actuara como sujeto activo en plena Edad Media no era algo muy común. Menos aún que tratara temas de adulterio e insinuaciones homoafectivas y eróticas. Esto tan solo era posible debido a las singularidades de la sociedad occitana, que permitía la equiparación eclesiástica entre hombres y mujeres debido a la religión cátara, un movimiento religioso de carácter gnóstico. Asimismo, durante aquellos siglos no era raro que una mujer ostentara una propiedad, ya que muchos hombres habían marchado a luchar a las Cruzadas.

Occitania
Mapa de Occitania. | Shutterstock

Las trobairitz en España

Pero, ¿qué tiene toda esta historia que ver con España? Pues bien, resulta que Occitania se extendía por todo el sur de Francia, así como por parte del norte de Italia y España. De este último país ocupaba concretamente algunas zonas de Aragón y Navarra. El fenómeno de las trobairitz no se produjo con igual fuerza en toda Occitania y llegó algo más tarde a la península ibérica. Asimismo, resulta difícil saber cuántas trobairitz hubo realmente en la Francia de entonces, caso igualmente aplicable a España.

En el caso de Navarra, según indica la licenciada en literatura María Elena Roig en su tesis Trovadores occitanos en Navarra, “la figura femenina continúo supeditada al hombre y apenas consiguió ejercer la suficiente influencia en el campo del poder como para desarrollarse y madurar”. A pesar de ello, la misma autora señala que la educación de las nobles debía de incluir algo de música y danza, tal como se muestra en un mural aparecido en la catedral de Pamplona y expuesto ahora en el Museo de Navarra. En él, dos mujeres de ropajes elegantes tocan cada una un instrumento.

Algunos críticos han querido ver en este mural dos juglaresas, mientras que otros tan solo ven a dos damas. En cualquier de los casos, la autora afirma que “la existencia de la cenefa permite concluir que, en la Navarra de finales del siglo XIII y principios del XIV, esta imagen debía resultar suficientemente común en los palacios arostocráticos o regios como para acabar figurando en el mural de un refectorio eclesiástico”.

Ilustración de una mujer tocando un instrumento
Ilustración de una mujer tocando un instrumento. | Shutterstock

Por otra parte, la musicóloga Lucía Martín-Maestro escribe en su artículo Trovadoras que “la península ibérica también gozó de la expansión de este fenómeno”. Como ejemplos, utiliza el caso de Constanza de Aragón, “quien dedica sus composiciones a su marido ausente”, composiciones de las que se conservan algunos versos traducidos al catalán en el Decamerón de 1429. Asimismo, añade, “cabe citar a la valenciana Na Tecla de Borja, hermana del Papa Alejandro VI, aunque de ella solo se conserva un diálogo con Ausias March”.

Aunque, sin duda, la figura trovadoresca que ha pasado a la historia en España es la de la gallega María Pérez o María la Balteira. Los escritos no la definen como trovadora, sino como juglaresa (función similar a la de las trovadoras, pero de orígenes más humildes) o soldadera (básicamente lo mismo, pero recibiendo una soldada por ello, es decir, un salario). La Balteira gozó de cierta fama en la corte de Alfonso X en la segunda mitad del siglo XIII. Al menos 11 trovadores le dedicaron a esta mujer cantigas de escarnio, pero nunca criticando su obra, sino su estilo de vida. Por lo demás, no se sabe mucho más de esta mujer, sobre la que se cree que incluso pudo participar en las Cruzadas.

Se llamaban trobairitz

En la Edad Media no existían las redes sociales ni tampoco Netflix. No había películas y los libros eran un bien escaso que sabía leer poca gente. Las historias han sobrevivido al paso del tiempo gracias a que alguien las ha contado de forma oral. En su mayoría, hombres. Pero también hubo mujeres. Se llamaban trobairitz. Muchos de sus nombres pasaron a un olvido impuesto por los prejuicios contra ellas. Pocos de sus textos sobrevivieron, pero los que lo hicieron son una muestra de que ellas también fueron artistas y también existieron.