Radiografía de la morriña, la emoción más típicamente gallega

Quizá uno no se pare a pensar del todo en lo que significa la morriña hasta que no tiene frente a sí a una persona gallega, apoyada sobre la palma de su mano, con los ojos perdidos en el horizonte, hablando de cómo y cuánto echa de menos el mar. “¿El qué exactamente?”, le pregunto entonces. Y esa persona se encoge de hombros y, todavía mirando al horizonte, dice sin más: “El mar. Estar allí”. Fue la primera vez que reparé de verdad en ese término, porque lo pensé allí mismo, en una terraza cualquiera madrileña, lejos del mar y de Galicia. Pensé: esto debe ser la morriña, esos ojos tristes mirando al horizonte mientras piensan en la tierra.

La palabra más universal del gallego

Postales gallegas
Postales gallegas. | Shutterstock

La palabra "morriña" es la palabra más internacional de los gallegos. La hemos adoptado todos. Se conoce casi como si perteneciera a un idioma universal, porque no se ha traducido y cuando se ha hecho no se ha conseguido hacer del todo, no de forma completa. Quizá porque ya es una traducción en sí misma, una que recoge el significado del idioma de las emociones.

Por ese pertenecer al idioma universal que son las emociones, o tal vez por su belleza o su sonoridad (mo-rri-ña, suena preciosa), he perseguido su existencia desde esa tarde de terraza madrileña. He llegado a encontrarla en muchas regiones de Andalucía empleada para referirse a esa pereza somnolienta que le entra a uno al terminar de comer, con un significado, por tanto, muy diferente al dado en la tierra en que nació. Porque la morriña nació en Galicia, pero creció tanto que, volviendo a lo anterior, se ha adoptado en muchas partes del mundo.

Yo nací en Segovia, crecí en un pueblo de Castilla y, aunque me siento cercana a todo lo que parece representar, sin querer o queriendo, Galicia, soy más castellana que los campos amarillos del verano, el único mar que puedo relacionar con el hogar.

En Castilla también hablamos de morriña cuando uno echa de menos, pero desde esa tarde de ojos mirando al horizonte no he dejado de decirme que realmente no terminamos de aprehender todo su significado. Será que es una palabra que nació al amparo de un contexto, de una tierra y de un pueblo, y lejos de ello no tiene del todo sentido, parecido a cómo se sienten a veces los gallegos lejos de casa. “Es como un vacío…”, me dijeron tiempo después, al preguntar por su significado. Intentemos entenderlo.

El nacimiento de la morriña

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Postales gallegas. | Shutterstock

Según la Real Academia Española, morriña es “tristeza o melancolía, especialmente la nostalgia de la tierra natal”. La Real Academia Galega la define así: sentimento e estado de ánimo melancólico e depresivo, en particular o causado pola nostalxia da terra (sentimiento y estado de ánimo melancólico y deprimido, particularmente el causado por la nostalgia por la tierra). Es una emoción indivisible del lugar en que nació, porque nació precisamente a partir de ese lugar, por la ausencia del mismo, y por tanto no se explica sin ello. Por eso no es solo nostalgia, aunque esta tenga que ver también con la “pena de verse ausente de la patria o de los deudos o amigos” (RAE), porque la nostalgia es universal, no gallega.

Para encontrar su origen hay que retroceder en el tiempo, hasta ese momento en que a los gallegos empezó a faltarles Galicia. Este pueblo es eminentemente emigrante. No es que lo fuera durante siglos, es que lo sigue siendo. “Nunca hubo tantos gallegos habitando en otros países”, comienza un texto publicado por Carlos Punzón en La voz de Galicia. “Las cifras del padrón de residentes en el extranjero difundidas ayer por el INE establecen a 1 de enero del 2021 la más numerosa colonia gallega en el exterior: 523 856 personas”, y continúa: “Son ya casi tantos como la suma de los habitantes de Vigo y A Coruña (544.296)”. Muchos pertenecen a segundas o terceras generaciones, pero ahí están.

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Postales gallegas. | Shutterstock

No estamos aquí para analizar las razones del constante movimiento de emigración, pero este hecho, que viene dándose desde hace siglos, es el que puede explicar la necesidad natural con la que surgió esta palabra. Un porcentaje importante de la población cruzó el océano para instalarse en América. En muchos de sus rincones, es bien sabido, a los españoles se nos conoce como gallegos, y esto es así porque fueron ellos, sobre todo, quienes llegaron.

Muchos de ellos no regresaron nunca. Quienes finalmente lo hicieron trajeron esa emoción bajo el brazo: se pasa mal lejos de la tierra. Es más: lo hemos pasado mal a nuestra manera, parecen decir con esta palabra suya, porque no sirven del todo otros términos como "nostalgia", como "melancolía", como "tristeza". Es algo más. Un sentimiento propio y entonces a partir de aquí nace esta palabra. Morriña. Echar de menos, nosotros, la tierra, la nuestra.

Un sentimiento registrado en gallego

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Postales gallegas. | Shutterstock

Hablo ahora, años después, con esa gallega de ojos tristes que, tras unos años en Madrid, volvió a su tierra. Le pido que me haga entender este término, que empiece por donde cree que surge. “Lo que pasa es que Galicia tiene muchas particularidades, como la lluvia o el verde. Los gallegos, además, tenemos una forma de ser muy particular”, empieza, para después pasar a enumerar las virtudes de sus paisanos. Su amabilidad, ese acoger a todo el que llega, ese querer mucho, aunque no se exprese explícitamente.

“Encontrar un sitio que sea igual que Galicia es muy complicado. Yo me fui a Madrid y no vi nada parecido. Ni el verde, ni la gente. Eso no quiere decir que seamos mejores o peores personas, pero todas las características que tiene Galicia no las encuentras en otros lugares. Te sientes cómodo, porque yo en Madrid me sentía cómoda, pero echas de menos las particularidades de Galicia”, concluye.

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Así que la morriña nace de esa ausencia. Pero ¿qué se siente exactamente? Ella lo explica con estas palabras: “Yo en Madrid me sentía muy bien, pero cuando llegaba a Ourense… Como que mi cuerpo, de repente, estaba en paz, estaba en casa, porque ya veía otra vez el verde. No es que estés en un estado de alerta en otros sitios. Te acomodas, simplemente te adaptas a vivir allí, pero sabes que realmente tu casa no es esa, es un sitio de paso. Yo era volver a ver el verde, volver a escuchar el tono de voz… y ya era paz, ya era tranquilidad, ya era casa. Ahí te sientes en un estado de plenitud".

Entonces me planteo la forma en la que fueron educados, la forma en la que crecieron, como pueblo, para tener un sentimiento tan compartido, tan concreto, tan distintivo. Me pregunto, y le pregunto, si es que les enseñaron a sentir Galicia en su conjunto, la tierra, ese verde, como algo a lo que amar. “No sé explicártelo, pero es como si Galicia fuera tu madre figurativa que te abraza, ¿sabes? No solo vuelves por los familiares, vuelves porque Galicia te envuelve en un halo de acogimiento, de maternidad, de refugio”.

“A mí ver el verde me transmite paz porque es como si la tierra me acogiese, es como decir: 'tranquila, aquí no te va a pasar nada, ya estás en un hogar…'". Calla unos segundos, intentando encontrar el adjetivo, pero al final no lo necesita: “En el hogar”. A secas, el único que hay. "Es una conexión total con la tierra", comprendo, cuando me habla de sentir esa paz, no en su casa, no donde nació, sino en otros lugares de Galicia que visita de manera habitual, solo por estar allí. “Estar allí”, me dijo aquella tarde de morriña.

La poética morriña

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Este sentimiento gallego encontró hace mucho tiempo su expresión en las letras. Pocos han sentido tanto la morriña como Rosalía de Castro (1837-1885), que escribió en sus Cantares gallegos (entre otras muchas emociones, reflexiones y reivindicaciones) sobre su tierra y lo mucho que la afligía verse lejos de ella, especialmente cuando la muerte llegase. Así de bonito escribió:

Doces galleguiños aires,
quitadoiriños de penas,
encantadores das auguas,
amantes das arboredas,
música das verdes canas
do millo das nosas veigas,
alegres compañeiriños,
run-run de tódalas festas,
levaime nas vosas alas como unha folliña seca.
Non permitás que aquí morra,
airiños da miña terra,
que aínda penso que de morta
hei de sospirar por ela.

“Abre la ventana, quiero ver el mar”, cuentan que fueron sus últimas palabras. "Ninguén sabe de morriña, ata que escapa do mar" (ninguno sabe de morriña hasta que no escapa del mar), se escucha hoy en Morriña, canción del artista Baiuca. Este tema, una reinterpretación de sonidos pasados, versa sobre lo mismo. "Só quero saber cando te vou ver, terriña que anhelo choro por volver, non podo vivir tan lonxe de eiquí, escuma das praias onde eu crecín (solo quiero saber cuándo te voy a ver, tierra que anhelo, lloro por volver, no puedo vivir tan lejos de aquí, espuma de las playas donde crecí). Los ojos tristes pensando en el mar. La morriña debe ser esto.