Las grandes historias de amor (imposible) también son españolas

Hands of Teruel's lovers, Teruel, Aragon, Spain

El romance universal más conocido lleva los nombres de Romeo y Julieta, y parece que a partir de esta obra de William Shakespeare surgió todo lo demás. Tiene todos los elementos para que así sea, desde luego, pero no hay que confundirse: también tuvimos (y tenemos) grandes historias de amor españolas. Algunas, de hecho, son bastante más antiguas que la ficción del dramaturgo inglés. Muchas beben de lo mismo, amores imposibles que acaban mal. Hay también romances con final feliz, aunque sean los menos.

Las historias de amor prohibido han sido siempre las favoritas del gran público. Se entiende si uno se detiene a pensar en lo que significan y lo que aportan. Por un lado, la tensión y la emoción propias de quien está viviendo obstáculos, que en la realidad rechazamos en situaciones normales pero buscamos con ansia en la ficción. Por otro lado, la satisfacción final cuando lo prohibido o lo imposible se convierte en posible. En el peor de los casos, cuando se convierte en tragedia, encontrando de esta manera la belleza en la tristeza, lo romántico ligado al drama. A partir de aquí nacen los Romeos y Julietas españoles. De ellos, de esas historias de amor que han sobrevivido al tiempo, queremos hablar aquí. Dejando, además, que cada lector decida cuánto de leyenda hay en cada una.

Romeo y Julieta, primero en Mallorca

Panorámica de Palma de Mallorca
Panorámica de Palma de Mallorca. | Shutterstock

La correspondencia más evidente con Romeo y Julieta la encontramos en los últimos compases del siglo XVI, en Palma, isla de Mallorca. Por entonces, la localidad estaba dividida en dos por un torrente de agua que hoy ha desaparecido. Y lo más importante: estaba dividida en dos por la rivalidad entre dos familias. Los Anglada y los Rossinyol, asentados en el norte y el sur de la ciudad respectivamente, luchaban por hacerse con el poder económico y social de esta. El clima perfecto para el nacimiento de una historia de amor trágica.

Nicolau Rossinyol y Elisabet Anglada no querían saber demasiado de la lucha de sus familias, porque ellos lo que querían era estar juntos, pero su amor era imposible. Su relación se complicó aún más cuando en la ciudad comenzaron los rumores: la honra de Elisabet estaba en duda. Lo que afectó realmente a los jóvenes era no estar seguros de quién había extendido esos rumores. Se barajaron tres posibilidades. Dos, por un lado, en la familia Rossinyol: podría haber sido un despechado Nicolau, incapaz de soportar que su amada no se entregase por completo a su relación, o podría haber sido su familia, esperando que Nicolau entrase en sus cabales y se olvidase de ella. Pero también se contempló la culpabilidad de la familia Anglada, que, acusando posteriormente a Nicolau de hacerlo, esperaba que fuera Elisabet quien se olvidase de su pretendiente.

Calles de Palma de Mallorca, donde se vivió una de las grandes historias de amor españolas
Las calles de Palma vieron el nacimiento y el derrumbe de los Romeo y Julieta españoles. | Shutterstock

En cualquier caso, el romance se complicó y el honor de la familia Anglada quedó mancillado por culpa de los Rossinyol, lo que tensó aún más las relaciones entre ambos bandos. A finales del siglo XVI, el virrey de Mallorca trató de que estos arreglasen sus diferencias, pero lo que provocó fue una guerra civil en la isla. Un gran enfrentamiento condujo a la muerte de varios miembros de la familia Rossinyol, y a partir de aquí nació lo que se mueve entre la historia y la leyenda.

Cuenta la historia que Nicolau abandonó la isla para alistarse en el ejército y que Elisabet se encerró en sí misma, sin poder hacer otra cosa que abandonarse a la tristeza. Así, el mismo día que el joven Rossinyol regresó, ya años después, esperando que la situación se hubiera calmado, lo que se encontró fue el entierro de una Elisabet que no pudo ni quiso vencer la pena. Nicolau, destrozado, siguió la comitiva fúnebre, evitando ser visto, pues estaba en territorio todavía hostil para él. Al final, consiguió quedarse solo en la iglesia de Sant Francesc, donde descansaba el cuerpo de su amada, a quien veló durante toda la noche con el beneplácito de un fraile.

Cuando el fraile regresó por la mañana, sin embargo, lo que se encontró fue una escena atroz: el cuerpo de Nicolau ensangrentado, ya fallecido, y, junto a él, el de la propia Elisabet. Al parecer, la joven tenía una enigmática sonrisa en los labios. Como si aquello fuera una venganza, o simplemente la manera de terminar su vida junto a su amor. No hubo final feliz.

Una de las más grandes historias de amor: los amantes de Teruel

Mausoleo de los amantes de Teruel
Mausoleo de los amantes de Teruel, la gran historia de amor de España. | Shutterstock

La historia de amor más famosa, la más popular, la internacional, tuvo lugar en Teruel. Es la historia de los amantes de Teruel, considerados los auténticos Romeo y Julieta de España.

Esta historia se sitúa en el siglo XIII, mucho antes de que Shakespeare escribiera la suya. Es una historia escrita, en realidad, mil veces: una joven de clase alta se enamora de un joven de clase baja y cuando este reclama su mano, la familia de la joven la rechaza. Se llamaban Isabel y Diego, y si su leyenda ha pasado a la historia es porque tiene tantos tintes de realidad, en los hechos y las emociones, que es inevitable compadecerse de los jóvenes. Sentirlos, efectivamente, reales.

La historia es la que sigue. Cuando el padre de Isabel rechazó la petición de Diego, le ofreció a cambio una salida: si antes de que pasaran cinco años este conseguía enriquecerse y así ofrecer una buena vida a Isabel podría casarse con ella. Esperanzado, Diego abandonó Teruel y partió a las Cruzadas, por entonces una buena manera de hacerse, no solo con una fortuna, sino también con un nombre.

Escultura de los amantes de Teruel, una de las grandes historias de amor españolas
Escultura de los amantes de Teruel, en la ciudad que vivió su romance. | Shutterstock

El tiempo pasó y no pasó nada. Cuando los cinco años tocaron a su fin, Isabel no tuvo más remedio que abandonar sus esperanzas y aceptar otra proposición de matrimonio que estaba sobre la mesa. Su padre había respetado su promesa hasta el momento, pero ya no podía seguir esperando. Así que Isabel se prometió con otro hombre, aunque la resignación le duró poco tiempo. Cinco años y un día después de que Diego se marchara, este volvió habiendo cumplido con lo que se necesitaba de él. Era un hombre rico y respetado.

Buscó a Isabel, pues todo lo que había hecho lo había hecho por ella, pero esta, con todo el dolor de su corazón, tomó la decisión de mantenerse fiel a su palabra. Se había prometido con otro hombre y no podía deshacer ese compromiso. Hasta tal punto se mantuvo fiel que cuando Diego le pidió un beso, una prueba de que todo había merecido la pena, esta se lo negó.

Diego falleció al instante, tal era su pena. Isabel vivió lo suficiente para asistir a su funeral y concederle su último deseo: besó los labios del hombre que siempre había amado. Fue también su último acto, pues cuenta la historia que cuando sus bocas se juntaron, ella cayó muerta sobre él. Sus familias los enterraron juntos, comprendiendo, demasiado tarde, su amor. Hoy pueden visitarse sus sepulcros en el mausoleo turolense que lleva su nombre. Es una de las más grandes historias de amor españolas, sino la que más.

Marmionda y otras leyendas trágicas

Castillo de Marmionda
Castillo de Marmionda. | Shutterstock

En lo alto de Portezuelo, en Cáceres, todavía puede encontrarse hoy el conocido como castillo de Marmionda. Su nombre hace referencia a la bella hija del alcaide que, durante los reinos de taifas, dominaba la zona desde la fortaleza. Marmionda no pudo evitar enamorarse de un caballero cristiano que, a pesar de sus diferencias religiosas, también la correspondía. Se vieron a escondidas durante un tiempo, hasta que él tuvo que partir. Regresó, sin embargo, años más tarde, reclamando el amor de una mujer a la que nunca pudo olvidar.

Marmionda todavía correspondía su amor, así que asistió con el corazón en un puño a la batalla que libró su amado para llevársela consigo. Desde lo alto de esta, creyó ver cómo el caballero caía muerto tras un grave ataque, y, sin poder soportar la pena, se lanzó desde una de las torres hasta las rocas que rodeaban la construcción.

Pero este caballero no estaba muerto, sino inconsciente. Cuando despertó, sin embargo, no vivió mucho más tiempo: al encontrar el cuerpo de Marmionda, decidió que todo había terminado también para él. Se atravesó con su espada y cayó junto a ella, mezclándose entonces la sangre de ambos. Cuenta la historia que las manchas rojizas que hoy bañan los alrededores del castillo son el rastro que dejó este amor maltrecho.

Cartuja de Porta Coeli
Cartuja de Porta Coeli. Puede verse el acueducto protagonista de esta historia. | Shutterstock

Tampoco hubo final feliz para los conocidos como los amantes de Porta Coeli, un hombre y una mujer que se amaron contra la voluntad de quienes les rodeaban, pues este pertenecía a la clase alta mientras que ella venía de familia humilde. Cuando él comprendió que jamás podría desposarse con su amada, decidió ingresar como fraile en la cartuja valenciana de Porta Coeli. Si no podía vivir junto a ella, entonces prefería aislarse de esa vida.

Pero el romance no acabó aquí: cada noche, ella arriesgaba su integridad y su honor cruzando el acueducto que conducía hasta el monasterio, donde daban rienda suelta a su amor. Los rumores pronto se extendieron y entonces se procedió a la vigilancia, hasta que finalmente ella fue tomada de improviso tratando de encontrarse con su amado.

Cuenta la historia que apareció muerta al día siguiente. Él nunca llegó a saber de su desgraciado final, pero su ausencia le fue debilitando. No tardaría mucho tiempo en seguir a su amada.

Historias con final feliz: pocas, pero destacables

Vejer de la Frontera
Vejer de la Frontera. | Shutterstock

Aunque son los menos, hay ciertos amores imposibles que sí encontraron su final feliz. Algo así protagonizaron Catalina Fernández, una noble que vivía en la antigua localidad de Vejer de la Frontera, y Sidi Ali Ben Rachid, un emir. A pesar de sus diferencias religiosas y de clase, no tuvieron problema en contraer matrimonio. Pero, una vez que ella se convirtió al Islam, en un momento en que los reinos cristianos ganaban terreno, tuvieron que dejar la península ibérica. Se marcharon a Marruecos y se asentaron, entonces, en una población bereber.

Catalina Fernández, por entonces ya conocida como Lalla Zohra, estaba feliz con su matrimonio, pero echaba de menos su casa. Así que el emir, a medida que fue ganando poder, decidió tomar cartas en el asunto. Cuenta la historia que, preocupado por la morriña que su mujer sentía por su hogar, recreó en el espacio en el que se encontraban el pueblo natal de Lalla. Además, publicó un edicto mediante el que invitaba a instalarse en el pueblo a todas las personas que se hubieran visto forzadas a abandonar Al-Ándalus. Hoy, este pueblo se conoce como Chaouen, y esta historia, entre la realidad y la leyenda, explica el por qué del parecido entre la localidad marroquí y la española. Al menos, en cuanto a estructura y disposición, pues Chaouen es, como Júzcar aquí, un pueblo azul.

Atardecer en Mora de Rubielos
Atardecer en Mora de Rubielos. | Shutterstock

También la historia que explica la existencia de Mora de Rubielos y Rubielos de Mora, de nuevo en Teruel, tuvo un romance de por medio que concluyó con final feliz. A finales del siglo XII, de nuevo en tiempos de guerra entre cristianos y musulmanes, dos localidades cercanas convivían en continuo enfrentamiento. Una, defendida por el caballero don Alonso de Rubielos. Otra, gobernada por la princesa Fátima de Mora. Los enfrentamientos eran continuos, aunque nunca llegaron a producirse incidentes especialmente graves.

Durante un periodo de tregua, la princesa Fátima organizó un torneo entre caballeros, como era costumbre en la época. Acudieron diferentes hombres de poblaciones musulmanas cercanas, que nada tuvieron que hacer, sin embargo, con el caballero Rubielos. Fue él quien venció las justas que se libraron aquellos días, aunque no fue hasta que se hizo con el triunfo definitivo cuando reveló su identidad.

Cuenta la historia que lo suyo fue un flechazo, aunque parece ser que Rubielos ya andaba prendado de la fortaleza de la princesa. Dado que su amor era sincero, consiguieron superar las diferencias culturales y religiosas, y unieron ambos pueblos de una forma única. Fátima nombró a Rubielos señor de Mora, Mora de Rubielos, y el caballero nombró a la princesa señora de sus dominios, Rubielos de Mora. Y hasta hoy.

Feliz, pero no mucho

Sin movernos de Aragón, encontramos otra historia que sirve para explicar el nombre de la localidad: Maella. Siglos atrás en el tiempo, el señor del castillo tenía a sus habitantes aterrorizados. En este ambiente opresivo, un joven campesino encabezó una rebelión que no acabó especialmente bien. Aquellos que se alzaron contra su señor fueron apresados, y el cabecilla condenado a muerte.

Enterada de su suerte, la prometida del campesino acudió a suplicar al señor por su vida. Este, contra todo pronóstico, quedó enamorado de su sabiduría y su valentía, y le aseguró que si ella le concedía su mano, liberaría al muchacho. No debió ser fácil la decisión, pero cuenta la historia que tomó literalmente las palabras de su señor y, en otro acto sorprendente, se rebanó la mano derecha y se la hizo llegar. Así cumplió su parte del trato.

El señor del castillo podría habérselo tomado como un insulto, pero debió comprender la determinación de la joven y también el lugar donde residía verdaderamente su corazón, así que él también cumplió su parte del trato. Liberó al joven campesino, así como a todos aquellos que habían participado en la revuelta. Los salvó la mano de ella, que dio nombre al lugar.

Estas son solo algunas de las grandes historias de amor españolas que han caracterizado nuestras historia, pero son muchas, muchas, muchas más las que han sobrevivido al tiempo. Como dicen en Love Actually, solo hay que mirar alrededor: el amor está en todas partes.