El silbo, el idioma de los pájaros en Canarias

Un viajero camina por el precipicio de una pequeña isla del Atlántico de profundos barrancos y cadáveres volcánicos. Una pequeña isla cuyo centro está conquistado por el bosque y en la que los contrastes entre marrón, azul y verde son una constante. Su nombre es La Gomera.

De repente, del cielo de este pequeño rincón de las Islas Canarias se desprende el extraño silbido de un pájaro. Otro le responde. Ambos animales mantienen una fascinante conversación inaccesible para el forastero, no así para el autóctono. ¿Cómo pueden ellos entender lo que hablan un par de aves? ¿Cómo pueden incluso expresarse como ellas? Pero el extranjero descubre pronto el motivo: los interlocutores no son aves, son humanos. Y los sonidos que escuchaba el forastero no son graznidos, sino silbidos. Es el idioma de los pájaros, más conocido como silbo.

Del silbo de Canarias al mundo

En el caso anterior este lenguaje silbado adquiere la denominación de silbo gomero, un sistema de comunicación propio de la isla de La Gomera. Pero no es este el único lugar de las Canarias en el que las personas saben silbar. A lo largo de la historia el silbo ha sido de uso común también en Gran Canaria, Lanzarote y El Hierro. El investigador David Díaz Reyes indica además en su artículo El lenguaje silbado en la isla de El Hierro que es probable que su uso se haya dado también en La Palma. “No se descarta su primitiva utilización en Fuerteventura y Lanzarote, solo que no se dispone de constancia alguna de tal fenómeno en estas islas”, afirma.

Tampoco se trata de un lenguaje exclusivo de Canarias. De hecho, según indican este mismo investigador y el doctor en lingüística cognitiva e ingeniero acústico Julien Meyer en su estudio conjunto Geolingüística de los lenguajes silbados del mundo, con un enfoque en el español silbado, “en todo el mundo se conocen alrededor de 40 poblaciones remotas y de baja densidad que han desarrollado su idioma local en este registro del habla y hay indicios de que muchas más han tenido, o todavía tienen, esta tradición (cerca de 70)”. Es el caso del kuskoy en Turquía, el pirahã en Brasil o el gasup en Papúa Nueva Guinea. A su vez, el español silbado también se da en algunas zonas de México y Andalucía.

Este curioso lenguaje se da fundamentalmente en lugares aislados en los que el silbido, que puede viajar hasta a más de cinco kilómetros de distancia, facilita las tareas de actividades como el pastoreo o la caza. “¡Para eso están los móviles!”, podría pensar con acierto el lector. Ya, pero es que hace no tanto tiempo el móvil y muchos de los aparatos electrónicos de los que hoy disponemos no existían. Además, en algunos de estos lugares es probable que la cobertura no sea una opción segura. El silbido, el idioma de los pájaros, se convierte así en un medio que facilita la vida de sus hablantes.

“El lenguaje más extraño de todos los demás países”

En el siglo XV, los conquistadores franceses Gadifir de La Salle y Jean de Bèthencourt hicieron la que probablemente sea la primera mención escrita en la historia del silbo gomero en su obra Le Canarien: “El país [refiriéndose a La Gomera] está habitado por mucha gente que habla el lenguaje más extraño de todos los demás países de esta banda”. “Hablan con los bezos”, añaden, “como si no tuvieran lengua”. Ambos colonizadores hacían además referencia a una leyenda según la cual “un gran príncipe, por algún crimen, los hizo poner en el exilio y les mandó cortar la lengua”, mito al que los autores parece que daban credibilidad.

Pero los guanches que entonces habitaban estas tierras no es que fueran unos deslenguados (en el sentido más literal de la palabra), sino todo lo contrario. Lo que hacían era utilizar su lengua, además de para hablar, para silbar. De esta forma el consenso en torno a si este lenguaje existía ya antes de la llegada de los colonos a las Islas Canarias parece unánime: en efecto, así era. Esto significa que el silbo de las Canarias existe desde al menos antes del siglo XV.

Por otra parte, David Díaz, en el artículo mencionado con anterioridad, indica que no cree que el silbo de una isla proceda de otra, ya que en el pasado las comunicaciones entre las mismas eran más bien escasas. Es más, el investigador opina que en la isla de El Hierro y la de La Gomera “se dieron los mismos procesos históricos y culturales que permitieron la pervivencia de este fenómeno hasta nuestros días”. Cuáles fueron esos procesos históricos es una cuestión aún por descubrir, aunque las teorías más extendidas señalan que fueron los llamados bereberes los que trajeron el silbo a las islas Canarias.

De silbo guanche a silbo castellano

Sin embargo, para el filólogo Jonay Acosta que se define como “sobrino, nieto y bisnieto de silbadores herreños” la premisa histórica no es tan importante. “A los lingüistas”, indica en declaraciones a España Fascinante, “nos interesa mucho más su análisis, pues el silbo es el único medio natural que tiene a su alcance el ser humano para imitar acústicamente el habla, reduciéndolo a sus rasgos esenciales”.

Para hablar utilizamos nuestras cuerdas vocales. Para silbar lo que hacemos es utilizar el aire comprimido en nuestra boca para moldearlo con la lengua, la mandíbula, los labios y los dedos. En el silbo no hay palabras concretas, sino que más bien se trata de una adaptación de lo que se dice. El silbador no puede reproducir todas las letras del abecedario, por lo que el número se reduce de cinco vocales y 22 consonantes a dos de las primeras y cuatro de las segundas. Esto en el caso del silbo gomero.

“Al no tener palabras propias, con este procedimiento podríamos silbar con mayor o menor dificultad cualquier idioma”, aseguran desde la página Silbo Gomero. Hace cientos de años lo que se hacía era adaptar el idioma guanche al silbo, mientras que con la llegada de los europeos a las Canarias se pasó a silbar el castellano.

Muerte y resurrección de un lenguaje

“El silbo, como el habla, se ha transmitido oralmente de generación en generación, principalmente de padres a hijos, ya que ha estado asociado a las labores pastoriles”, asegura Jonay Acosta. Sin embargo, como ha pasado con gran parte de las tradiciones locales en las últimas décadas, el silbo de las Canarias fue cayendo en desuso, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX. Los factores son bastante intuitivos: la mejora de las comunicaciones por carretera, la aparición del teléfono, la migración a las grandes ciudades, el cambio en el estilo de vida... Al desaparecer la vida del campo, desaparece el silbo.

“Esto es una tradición antigua que viene de los tatarabuelos a los abuelos, después a los padres y es una cosa que se va aprendiendo y se va practicando”, indicaba un vecino ya mayor de San Sebastián de La Gomera en un reportaje de Comando Actualidad del año 2015, tras pedir a su mujer con un silbido que le abriera las puertas a las cabras. Sin embargo, este gomero reconocía que se trata de un sistema de comunicación que ya no hace tanta falta como antes: “Antes era el móvil que había y era de necesidad porque si no había que caminar mucho”.

De esta forma se llega a finales del siglo XX a una situación catastrófica en la que muy pocos seguían utilizando este sistema de comunicación. La lengua de los pájaros parecía cosa de un pasado que no iba a volver. Pero entonces vinieron los habitantes de La Gomera y la resucitaron.

El caso del silbo gomero: del campo a las aulas

Como puede observarse si se profundiza un poco en el tema del silbo en las Canarias, el concepto más utilizado para referirse a este es el del “silbo gomero”. Pero, tal como indicábamos al comienzo del artículo y como remarca el lingüista Jonay Acosta “el silbo no solo pervive en La Gomera, sino también en El Hierro, Tenerife y Gran Canaria”. Así que es de suponer que para referirse a dicho lenguaje de las canarias, mejor hacerlo como silbo antes que como silbo gomero.

En cualquiera de los casos es indudable que el silbo gomero ha evolucionado en los últimos tiempos de un modo muy diferente de sus compañeros, pues en esta isla goza de una protección especial. En el año 2009 la UNESCO nombró al silbo gomero como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, un reconocimiento que le viene de lejos gracias a la defensa que los gomeros hicieron de él.

A finales de los años 90 la Asociación de Madres y Padres de Alumnos comenzó a impartir clases de silbo como actividad extraescolar totalmente voluntaria. Los silbadores Isidro Ortiz Mendoza y Lino Rodríguez Martín, grandes impulsores de este lenguaje, fueron los encargados de impartirlo. Esta propuesta tuvo muy buena acogida entre los gomeros, lo que motivó a que algunos políticos insulares presentaran una Proposición No de Ley en la que proponían que el silbo gomero fuera una asignatura en la escuela.

Así, llegamos hasta el año 1999, cuando el Gobierno de Canarias incluyó este lenguaje como un bloque obligatorio de la asignatura de Lengua Castellana y Literatura entre los cursos de primero de primaria y segundo de la ESO una vez a la semana entre 15 y 30 minutos en La Gomera. Entre 2017 y 2018 este plan se amplió dos cursos más, hasta cuarto de secundaria.

De esta forma, en la actualidad casi todas las nuevas generaciones de La Gomera nacidas a partir de finales del siglo XX saben entender y articular el idioma de los pájaros, al igual que sus abuelos, personas nacidas antes de, más o menos, la década de los 50. No obstante, el uso contemporáneo del silbo gomero es, en la mayoría de los casos, diferente al que se daba en el pasado. “Desde el segundo tercio del siglo XX, el silbo también se ha empleado con fines lúdicos o recreativos. Esto es, para comunicar mensajes largos y descontextualizados a corta distancia, con el fin de causar un efecto fascinante en el receptor extranjero”, indica Acosta. Así, el silbo gomero se utiliza para fines como la publicidad, el cine, el arte y la enseñanza.

La polémica del silbo

No puede acabarse este artículo sin hacer una breve mención a la polémica que tristemente se ha desarrollado en los últimos tiempos entre el silbo gomero y el herreño. Mientras que el primero goza de una protección que ha conseguido resucitarlo, el segundo lleva años luchando porque se lo considere Bien de Interés Cultural a la par que sus hablantes van menguando.

Esto puede deberse en parte a que la afluencia turística que ha permitido la difusión del silbo gomero por toda España no es la misma que se da en El Hierro. Al menos así lo indica Acosta en su artículo Solo existe el “español silbado en Canarias: “Los herreños no tenían grupos de turistas a los que mostrar las maravillas de su silbo para ganarse honradamente unas monedas”.

Por otra parte, este investigador le señala a este medio que el silbo rudimentario que pervive en El Hierro, Gran Canaria y Tenerife, sin “elementos convencionales o artificiales”, es el que verdaderamente tiene interés para los lingüistas. “Ello se debe a que se trata de silbos que aún no han sido sometidos a procesos de estandarización y folklorización”, indica. Mientras, catedráticos como Marcial Morera Pérez niegan la denominación de cualquier otro tipo de silbo que no sea el gomero, condenando al herreño a la inexistencia.

El viejo y el nuevo mundo

A pesar de la llegada de las carreteras, los teléfonos móviles o la emigración a las ciudades, hay rincones del planeta en los que aún se sigue silbando. Canarias es uno de esos reductos de un idioma que se parece increíblemente al de los pájaros y en el que lo antiguo y lo moderno intentan encontrar una manera de convivir. Porque como dice Vetusta Morla en su canción La Virgen de la Humanidad: “El viejo mundo baila, se despide y va descalzo, pero el nuevo aún no se ha puesto los zapatos”.