Ende, la gran iluminadora del siglo X

El misterio que rodea a Ende es total, empezando desde su mismo nombre. Todo lo que ha trascendido de su persona es una firma que certifica un gran trabajo realizado a finales del siglo X. Pero ni siquiera esa firma está libre de incertidumbre. Hay quien, en ese espacio cedido para que plasmase su huella final, lee “En”. No Ende. “En”. Una separación que de serlo sería milimétrica y una duda relacionada con el uso preciso del latín explican esta imposibilidad de llegar a un acuerdo unánime.

Lo que se deduce de esta disputa no es más relevante que su nombre, pero es igualmente importante. Tan desconocida es esta mujer que ni siquiera se la puede nombrar con la certeza de estar haciéndolo correctamente. Pero sí existe seguridad, unanimidad, en una cuestión: era extraordinaria haciendo su trabajo. Esto es lo que la ha inmortalizado.

Yendo por libre en plena Edad Media

Beato de Gerona
Beato de Gerona, realizado en el monasterio de Tábara | Wikipedia

Ende, o En, pasó parte de su vida en el monasterio de Tábara, en la actual Zamora, en otro tiempo Reino de León. Ese misterio que empaña su figura, que comienza con su nombre y se pierde con los siglos, impide que se le pueda conceder un papel definitivo en la vida de este lugar. Un lugar pequeño y apartado que, sin embargo, estuvo lleno de la misma vida que Ende plasmó en su trabajo. Fue un cenobio dúplice, mixto, como tantos otros de época visigótica y mozárabe en la península. Una tradición monástica ya moribunda cuando vivió la iluminadora.

Rodeada de seiscientos compañeros, hombres y mujeres que iban y venían, Ende pudo haber dedicado su existencia a la oración y los desempeños propios de una mujer religiosa. Fue, en efecto, una mujer religiosa, implicada en la actividad de este centro que llegó a ser uno de los más importantes de la Península Ibérica cristiana. No parece, sin embargo, que consagrara su vida a la fe. Al menos, no por completo. Aunque no resulta difícil imaginar su sombra paseando por un silencioso claustro de piedra, bajo el inmenso cielo zamorano, no es precisamente el silencio de este rostro anónimo lo que ha resistido el paso del tiempo.

Los estudios de John Williams, una de las grandes eminencias cuando se trata de la Edad Media, apuntan hacia una posibilidad que casa mejor con la huella inequívoca de su actividad, y que desvía el camino de ese claustro silencioso. Ende pudo haber pertenecido, en realidad, a ese grupo de nobles leonesas que durante aquellos años rechazaron tanto la vida monacal como la vida matrimonial. Gestionaron sus propias fortunas y decidieron, en cierto modo, un camino propio.

La vida cultural de los monasterios

Ilustración del beato de Gerona | Wikipedia

La experiencia de Ende en el monasterio de Tábara la acercó a la religión que profesaba, pero lo que se infiere del legado dejado es que la acercó, sobre todo, al gran movimiento cultural de la época. Y es que de los talleres de Tábara salieron varios de los códices más valorados de la Edad Media española. Toda la cuenca del Tera-Esla, de hecho, fue un faro cultural. Ende, según parece por lo que se sabe de ella, se sintió muy cómoda en este lugar. Entre los copistas característicos del momento, abrazando esa voluntad de conservar textos sagrados e imágenes eternas, trabajando para su fe y también para sí misma. Aunque solo fuera un poco.

Ese movimiento cultural se siente diferente al que existe en la actualidad, pero la esencia es similar. Literatura y arte tenían cabida en los monasterios, para todos y para todas. Con todo esto, se puede presuponer en Ende una gran inquietud intelectual. También una educación consolidada y un carácter culto que aprovechó para realizarse profesionalmente, impulsada por aquellos que la rodearon. Una imagen asociada al monje, aunque no tanto a una noble o una monja.

Iluminar la Edad Oscura, la misión de Ende

Otra ilustración del Beato de Gerona | Shutterstock

De no haber contado con ese apoyo externo, Ende no podría haberse convertido en la primera mujer ilustradora, al menos documentada, de la historia de Europa. Es un poco más complejo que esta reducción, pero lo que se entiende hoy por trabajo de ilustración puede extrapolarse a este siglo X. Así se explica la actividad que esta mujer llevó a cabo, ya fuera religiosa o noble. No se conocen sus orígenes, tampoco la fecha de su fallecimiento. No se puede poner un rostro a esta artista, ni siquiera se ha llegado a una conformidad con respecto a su nombre, pero sí ha trascendido el valor de su obra.

Quizá pueda pensarse en Ende como en la Banksy de la Edad Media, pero lo cierto es que su perfil hubo de ser radicalmente opuesto. No se puede completar este cuadro a menos que la imaginación conduzca a pensar en la figura de Ende como una mujer conocida entre sus compañeros de ese monasterio. Respetada y admirada, tenida en cuenta. La confianza depositada en su persona debió ser total. De lo contrario, no hubiera sido escogida para iluminar el conocido Beato de Gerona, conservado hoy en la Catedral de Santa María de Gerona. Uno de los códices “más ricamente decorados”, según el citado John Williams, que se conservan de este periodo en España.

Ende fue la iluminadora principal de este Beato, obra del Abad Dominicus, una copia del Comentario al Libro del Apocalipsis de San Juan que realizó Beato de Liébana en el siglo VIII. Para aquellos que no estén familiarizados con los términos, el trabajo de los iluminadores, de Ende, consistía en ilustrar los escritos que contenían los códices. Esos inmensos volúmenes pesados que tanto se han popularizado por ficciones como El nombre de la rosa adquieren aquí el mismo peso. Sin embargo, se llenan de los colores que normalmente están ausentes en las producciones que oscurecen la Edad Media.

En el caso del Beato de Gerona, colores repartidos en 284 láminas con más de 100 ilustraciones. Con formas nacidas de la imaginación de Ende, personajes individualizados, figuras geométricas, rojos, verdes, azules y mucho talento que brotó de unas manos que, por fortuna, lograron hablar en nombre de la artista. Porque así ha de llamarse. Ende fue una artista, una mujer con, se induce de todo esto, ideas propias. Con la valentía suficiente para llevarlas a cabo. En un ambiente propicio para que alzase la vista hacia ese cielo inmenso que custodiaba la quietud del monasterio de Tábara y respirase el arte, la literatura, su fe, las formas que encontró de expresarse y también el silencio. Todo a la vez.

Ende

Pintora, pionera y sierva de Dios

Sobre su firma, sobre su nombre. En ese Beato de Gerona, puede leerse lo siguiente: “Ende pintrix et d(e)i aiutrix”. Ende, pintora y sierva de Dios. O, quizá, “En depintrix et d(e)i aiutrix”. En, pintora dicho de una forma menos habitual y sierva de Dios. En cualquier caso, quedan claros los elementos comunes. Ende o En, a los pies del Altísimo, pero sobre todo pintora. La primera mujer documentada de la historia de Europa en tenerse como tal. Es como para recordarla.