Formigal y la gran congregación de hormigas blancas

Hay que olvidar cualquier rechazo sentido hacia las hormigas, esos seres tan trabajadores que en las épocas de buen tiempo cubren calles, tierras, piscinas, campos y, en realidad, todo tipo de superficies en general. Sí, pueden ser molestas, en ocasiones. Sí, aparecen donde menos uno lo espera y pueden provocar algún que otro susto. Pero la historia que aquí se rescata es una historia de amistad y lealtad. Estas hormigas merecen una oportunidad, sobre todo porque son legendarias. Hormigas fuera de lo común.

De dioses, villanos y hormigas amigables

Pico Anayet, en el Valle de Tena

Érase una vez una comunidad de hormigas blancas, únicas. Habitaban en las tierras de Anayet y Arafita, hacia el final del valle de Tena. Estos dioses eran los más humildes de los Pirineos, pues el ganado escaseaba en las elevadas cimas en las que habían establecido sus terrenos. Tampoco la flora era propensa a reproducirse en ese entorno.

Pero Anayet y Arafita tenían con ellos un verdadero tesoro: su hija Culibillas. Aunque el nombre no invita a pensar en una diosa de preciadas cualidades, al parecer Culibillas era hermosa, bondadosa, alegre y todo lo bueno que uno puede imaginarse. Vivía tranquila cuidando de esas hormigas blancas, que se habían convertido en sus mejores amigas. Recuerda un poco a la historia de Pirene y lo cierto es que no termina mucho mejor que esta.

Culibillas, con su belleza y su bondad, terminó llamando la atención del poderoso Balaitus. Un ser terrible, con muy mal carácter, un villano con todas las de la ley. Malvado, tenía atemorizados a todos los habitantes de los Pirineos, que no tenían bastante con el Dragón de Oroel y otros seres espeluznantes ya mencionados. De entre todos ellos, Balaitus ocupa un lugar muy alto en el ránking de la maldad. Cuentan que era capaz de hacer temblar los cimientos de los Pirineos con las tormentas que desataba y con los rayos que formaba. Uno se pregunta, por tanto, cómo es posible que se enamorase de Culibillas. La noche y el día. El agua y el aceite. Pero así pasó, o eso cuenta la leyenda.

Hormigas, venid a mí

Valle de Tena, uno de los rincones más escondidos de los Pirineos

Balaitus se enamoró de Culibillas y le propuso matrimonio en un par de ocasiones. Culibillas debió flipar bastante con esa proposición, porque no compartía con su pretendiente ni carácter, ni intereses, ni futuro. Carlos Sobera no los hubiera emparejado ni aunque fueran los dos últimos dioses de la tierra. Así que la respuesta de ella fue clara: no. No tuvo ni que pensárselo. Aunque no es no, también en la antigüedad, Balaitus no aceptó la negativa y decidió que secuestraría a la diosa.

Estaba entonces Culibillas tan tranquila, en sus tierras, cuando el ser terrible se presentó ante ella. Lo que no sabía era que tenía un ejército con ella. Las hormigas blancas, que otra cosa no, pero rápidas siempre han sido, también acudieron a Culibillas al grito de: “hormigas, venid a mí”. En plan “¡Vengadores, reuníos!”, pero siendo todos Ant-Man. Estas hormigas cubrieron su inmenso cuerpo de diosa y la ocultaron, impidiendo que Balaitus pudiera cumplir su cometido.

A partir de aquí, dos versiones. Hay quien cuenta que, tras este grotesco espectáculo de una comunidad de hormigas cubriendo el cuerpo de una diosa, Balaitus salió despavorido. Otras versiones afirman que las hormigas se repartieron por toda la montaña, impidiendo así que Balaitus distinguiera qué era Culibillas y qué era tierra cubierta de hormigas. Casi que a uno le da un escalofrío leer esto. Hay quien hubiera preferido el secuestro.

El truco, en cualquier caso, funcionó. Balaitus se marchó, aunque su ira le llevó a aplastar a cientos de hormigas de vuelta a su hogar. Culibillas, agradecida y apenada por el destino de sus amigas y salvadoras, decidió clavarse un puñal en el pecho, para ocultar junto a su corazón a las hormigas que habían sobrevivido. Así fue cómo estos seres legendarios, las hormigas blancas, desaparecieron de los Pirineos.

Ahora todo tiene sentido

Formigal y el corazón de Culibillas

La leyenda afirma que Formigal recibió este nombre por Culibillas y su bonita historia de amistad. Formigal, en aragonés, significa hormiga. Si uno lo piensa, la nieve puede ser, además, un millar de hormigas blancas cubriendo la tierra. También es sabido que el agujero de Peña Foratata no es otro que el agujero que la diosa creó en su pecho para ocultar a sus amigas. Cuentan los habitantes del lugar que quien se acerque a este lugar, junto a Sallent de Gállego, puede todavía escuchar los latidos de Culibillas. Da un poco de cosa, pero merece la pena probarlo. Por las vistas, claro.

Para vistas, las que se encuentra uno en Monte Perdido. Este macizo, por sus características y su relevancia, podría protagonizar por sí solo una serie de leyendas completa. Pero mejor empezar por el principio: su formación. Para el próximo episodio.