El día que un francés partió la montaña en dos

Ya desde el día en que nació, la vida no pintaba demasiado bien para el francés protagonista de esta historia. Su nombre es Roldán, o Rolando, y cuenta la leyenda que sus progenitores se decantaron por llamarlo así porque, en este día de su nacimiento, cayó al suelo y rodó por éste. Bueno, pues sea.

No todo van a ser burlas, en cualquier caso. Hay que ser justos con Roldán. Con el paso de los años, se convirtió en una figura importante en el país vecino. Hijo de la princesa Berta, hermana del mismísimo Carlomagno, Roldán llegó a ser un caballero muy valeroso y muy apreciado en Francia. Combatió junto a su tío en innumerables batallas y demostró una fuerza de espíritu sin igual. Fue admirado en su país de origen y también en otros lugares, pues su nombre viajó por todo el continente. Le dedicaron canciones y alabanzas. De hecho, el Cantar de Roldán, escrito en el siglo XI dedicado a este caballero, es tal vez el cantar de gesta más antiguo escrito en lengua romance en Europa.

A la cuarta va la vencida

Brecha de Roldán

Pero pasemos a la leyenda. Érase una vez un ejército francés machacado por los vascones. Los hechos que aquí se narran tuvieron lugar a partir de la popular Batalla de Roncesvalles, a finales del siglo VIII. Los franceses nunca han sido de estarse quietecitos y en esa ocasión su movimiento consistió en salir por piernas. Tras perder en esta batalla, pues los antepasados navarros les dieron pal pelo, los pocos supervivientes huyeron despavoridos a su país. Tanta prisa tuvieron por marcharse que se dejaron por el camino a Roldán, uno de los activos más importantes de este ejército francés.

En realidad, Roldán había resultado muy malherido en esta batalla. Sepultado bajo su caballo, consciente de la gravedad de sus heridas y de que su ejército había perdido, decidió, en lugar de luchar y morir, esconderse hasta que pasara el peligro. Cuando el valle en el que había tenido lugar la batalla se vació de gente, Roldán se puso en pie. Cuenta la leyenda, de hecho, que este hombre tenía tanta fuerza que la roca en la que se apoyó para levantarse tiene todavía la marca de su huella. No cabe otra que preguntarse por qué no empleó esa fuerza en la batalla, pero las leyendas son así. Tienen que tener su parte de preguntas sin responder.

El caso es que Roldán decidió que no podía morir en ese lugar. Que tenía que morir en su tierra, en su patria. La morriña en su máxima expresión. Caminó durante dos días y dos noches, sufriendo penurias de todo tipo y perseguido cuando se descubrió que seguía con vida. Pero consiguió atravesar los Pirineos, apoyado siempre en su legendaria espada Durandarte. Durandarte terminó por dar mucha guerra en la gran cordillera.

Vista desde la distancia de la Brecha de Roldán

Roldán llegó al que hoy se conoce como Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Su casa, su amada patria, estaba muy cerca, pero el obstáculo era inmenso. Una enorme pared de rocas se presentó ante él. Roldán apenas tenía fuerzas y comprendió que su viaje terminaba ahí. No llegaría más lejos. Pero su espada, su famosa Durandarte, sí podía ir más lejos. Roldán pensó, atención: puede que yo no cruce la frontera, pero mi espada lo hará por mí y así me despediré de Francia. Bueno, fue una forma diferente de afrontar una situación peliaguda .

Roldán lanzó la espada contra la pared de rocas. Tres veces. En las tres ocasiones, la espada no alcanzó la altura suficiente y rebotó hacia él. Es bonito imaginar a este caballero francés suspirando y diciendo: la cuarta y última, si no sale, pues no sale. Pero resulta que a la cuarta salió. Lo que sucedió, en cambio, no fue lo que él esperaba. Tanto lanzó la espada contra la roca, con esa fuerza que él tenía que dejaba huella, que terminó por romperla. La pared de rocas, no la espada.

Roldán se cargó esa parte del gran macizo de Monte Perdido, dejando en el lugar de la montaña un paso de 100 metros de alto y 40 de ancho. Casi nada. Hoy en día, su obra es conocida como Brecha de Roldán, o Brèche de Roland, en francés.

Las intenciones del caballero francés

Así dejó Roldán, según la leyenda de la Brecha de Roldán, ese lugar

La leyenda de la Brecha de Roldán es una de las más populares de los Pirineos. Ni siquiera tiene, como sucede en otros casos, versiones que modifiquen la base de la historia, pero sí hay complementos que enriquecen el relato.

Que la gran brecha de este macizo la hizo Roldán con su espada es incontestable. Ahora bien, otra historia que ha circulado entre montañas modifica las intenciones del caballero. Si en esta versión oficial se da por hecho que lo que quería Roldán era morir mirando hacia su patria, hay quien apunta que en realidad quería impedir que sus adversarios se hicieran con su valerosa espada. Ya se ha comentado que Durandarte era un arma mítica, así que tiene sentido que Roldán quisiera enviarla de vuelta al lugar en que nació. No quería tanto despedirse como poner a salvo sus posesiones. Cuadra también bastante.

En cualquiera de los casos, todo indica que Roldán no quería partir esa montaña en dos. Así que vuelve a producir un cierto placer imaginar su cara de caballero curtido en mil batallas viendo cómo su espada rompía una montaña. Las caras, Carlomagno, las caras.

Lo que sí cuesta un poco más imaginar, después de narrar esta leyenda del francés, es por qué una estrella del inmenso firmamento querría bajar a vivir entre humanos. Pero, en fin, eso es lo que asegura la siguiente leyenda.