El Basajaun, el señor de los bosques vascos

Antes de que los romanos invadieran la Península Ibérica, antes de que se formaran las unidades territoriales que hoy conocemos, antes, mucho antes, de que perdiéramos la conexión sagrada con la naturaleza, el Basajaun ya habitaba los bosques vascos. Antes de que el hombre los invadiera, este señor salvaje ya dejaba sus huellas entre las hojas caídas y los riachuelos de agua cristalina. Ya caminaba por estos bosques, por las montañas. Ya producía en los lugareños sentimientos relacionados con la fascinación, con el temor o con ambas, pues en muchas ocasiones estas emociones están íntimamente ligadas.

El Basajaun, el señor de los bosques vascos, habita en éstos desde hace siglos. Y desde hace siglos el ser humano se ha relacionado con su existencia, con su figura, con aquello que representa. Observando en él formas parecidas a las nuestras, aunque de un tamaño desproporcionadamente mayor.

Es alto, grande, casi un gigante capaz de doblar el tamaño de cualquier hombre de buena estatura. Su cuerpo está cubierto de pelo, aunque no siempre puede apreciarse este detalle, pues es su larga caballera aquello que impresiona a la vista. Le cuelga hasta las rodillas, cubriendo todo a su paso, tiñendo sus formas de un color tierra tan propio para este señor de la naturaleza. La pezuña que pone fin a uno de los extremos de su cuerpo, aquella con la que deja huella en esos bosques, termina de convencernos de que puede parecerse a nosotros, pero sin duda es algo más.

Bosque de Euskadi

Un ser terrorífico

El Basajaun es, sin duda, algo más. Algo sobrenatural. Un ser dotado de una fuerza descomunal, ante el que nos sentimos carentes de poder, presos de una batalla que nunca tendremos oportunidad de ganar. Su extraordinaria agilidad, la capacidad de moverse en silencio por las tierras que son suyas, sus dotes físicas y la seguridad de saberse más poderoso que el resto lo convierten en un ser peligroso. Un ser terrorífico que ha asustado durante siglos a quienes visitan esos bosques que, en sus mejores o peores días, nos pueden convencer de cualquier existencia, por imposible que nos parezca.

La sola visión del Basajaun puede congelar la sangre del más valiente de los humanos. Sus bramidos, entre tanto silencio, pueden ensordecer hasta la locura. Y no necesita más que emplear una pequeña porción de su fuerza para acabar con cualquier enemigo. El ser humano puede ser uno de estos últimos. Lo es cuando no respeta el lugar en el que vive, cuando se interpone en su camino, cuando no cumple con su voluntad. Será un enemigo, pero no uno digno.

Monte de Gorbea

El protector de los bosques

Pero el Basajaun es, sin duda, algo más. Mucho más que ese ser terrorífico con el que los más desafortunados se han topado, mucho más que esa visión escalofriante, mucho más que sus formas amenazadoras. El Basajaun es el protector de los bosques, de la naturaleza. De todo aquel que de alguna manera este unido a las tierras que tanto ama y al ciclo de la vida. Este señor salvaje es, en las distancias cortas y con aquel que lo merece, bondadoso, comprensivo, protector. Ayuda a los viajeros perdidos a encontrar el camino de regreso, a los lugareños en aquellas tareas en las que es diestro, a los pastores en su dura vida en la montaña.

El ser humano ha aprendido del Basajaun. Fue el primer agricultor, el primer herrero, el primer molinero. De todas sus actividades hemos extraído conocimientos que nos han servido para llegar a este futuro en el que se niega su existencia. Fabricó el eje del molino, la sierra, promulgó la técnica para soldar metales. Todavía hoy en día sigue cuidando de los rebaños de ovejas, a los que avisa de la presencia de los lobos en las cercanías o de la llegada de tormentas incontrolables. Es de conocimiento general que sus cencerros suenan, todos a una, cuando el señor de los bosques anda cerca, cuidándolas. Recibe a cambio de estos cuidados una hogaza de pan, un trozo de queso, la gratitud eterna de aquellos que saben que el Basajaun es algo más que esos relatos terroríficos.

Vive oculto en el interior de cuevas oscuras, lejos de las miradas y la atención de los humanos, pero siempre dispuesto a intervenir cuando éstos, sus bosques o la naturaleza misma precisa de su actuación. No olvida que algunos humanos robaron sus conocimientos, no pasa por alto que otros muchos proyectan la maldad sobre sus bosques, pero tampoco ignora las semejanzas que existen entre él y la humanidad. La necesidad de que ésta se sienta protegida en las peores noches, en los peores días. Gigante e imponente, benévolo pero justiciero, implacable y también benefactor, la leyenda del Basajaun avanza con el tiempo, quizá siendo consciente de que, como la misma naturaleza, no puede desaparecer, dejarnos. Ni nosotros a él.

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