Monarquía, república, dictadura, guerra y, por fin, democracia: una historia del siglo pasado

Bienvenidos al siglo XX. Las luces cambian en el escenario de este nuestro teatro particular, el que ha repasado la historia de España en 5 actos que pueden, de alguna manera, definirla. Las luces cambian porque es un siglo más significativo para el espectador. Aunque lo que es ahora está determinado por todo lo que pasó desde antes de los romanos, son las décadas inmediatamente anteriores a las que hoy se viven las que están más presentes en la memoria colectiva. Así que el escenario tiene que tener otro color.

En él, para dar comienzo a este quinto acto, aparece un Alfonso XIII de sonrisa resignada. Fue el mismo monarca que llegó a decir “gajes del oficio” cuando vivió un atentado en París que le podría haber costado la vida, así que no puede presentarse de otro modo. Con él comienza una centuria oscura. Se abre el telón y aparece una España en constante cambio

Un siglo en apenas treinta años

Proclamación de la Segunda República en Madrid
Proclamación de la Segunda República en Madrid. | Recuerdos de Pandora, Flickr

Da la sensación de que todo lo que sucedió en los primeros 30 años del siglo XX (o 36, para ser más justos) vale para un siglo entero. Como venía pasando en el siglo XIX, los acontecimientos se encadenaron unos con otros y el pueblo español las pasó canutas para acostumbrarse a las situaciones extremas que se dieron. Ni siquiera pudieron disfrutar de las alegrías más superficiales. Por ejemplo: mientras Alfonso XIII y la princesa escocesa Victoria Eugenia celebraban su boda real con el pueblo de Madrid, sufrieron otro atentado. Ellos resultaron ilesos, pero fallecieron varios de los allí presentes.

Hubo más disgustos a comienzos de siglo. Tras perder las colonias en América, España buscó resarcirse en el norte de África. Pero el imperio ya no era lo que un día fue y también en este rincón del mundo hubo desastres. Empeñado en el éxito, el gobierno de Antonio Maura decretó la movilización de tres Brigadas Mixtas, la de Madrid, la de Campo de Gibraltar y la de Cataluña, incluyendo en este llamamiento a los reservistas. Esto es, padres de familia. Fue una medida que causó un descontento generalizado, pues también se decretó que uno podía librarse de ello pagando una cantidad importante de dinero… Que quedaba fuera del alcance de la clase obrera. ¿El resultado de todo esto? Las protestas de la Semana Trágica de Barcelona, que causaron un centenar de muertos.

Fueron también los años de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), así como de una Revolución Rusa (1917-1923) que tuvo una cierta repercusión en el levante y el sur del país, donde se dieron ciertas huelgas que buscaban una mejora de estas condiciones obreras. El espectador atento se habrá acostumbrado a encontrarse con esto, pero hay que decirlo de nuevo: fueron años moviditos. En 1921 se produjo el desastre de Annual, que fue una grave derrota militar en la guerra del Rif, y también el asesinato de Eduardo Dato, importante figura política del momento. Los gobiernos se sucedieron, incluso algunos de coalición que intentaban poner orden entre tanto caos y descontento. No lo consiguieron.

En 1923, Miguel Primo de Rivera, capitán general de Catalunya, llevó a cabo el primer golpe de Estado del siglo. Terminó siendo apoyado por el propio monarca, por lo que España entró en la que también sería la primera dictadura de la centuria. Fue militar en un primer momento y más tarde civil, presidida por el propio Primo de Rivera. Los problemas no cesaron y, además, la falta de libertad llevó a un descontento aún mayor. El general terminaría dimitiendo en 1930. Retrocedemos un año antes, hasta 1929, para apuntar que la bolsa de Estados Unidos quebró arrastrando así a un mundo cada vez más globalizado.

El panorama no era alentador, desde luego. Tras la marcha de Primo de Rivera, Alfonso XIII hizo como que la dictadura no había ido con él y trató de seguir reinando, animando incluso al retorno de la democracia. De nuevo esa sonrisa resignada. Pero algunos políticos no olvidaban lo que consideraban una traición, así que se movilizaron para expulsar al monarca. Este, tras unas elecciones municipales que apuntaban hacia el cambio de tendencia en la población, renunció a la corona y se exilió.

La fecha: 14 de abril de 1931. La Segunda República quedó proclamada y las calles festejaron su llegada. El 9 de diciembre de ese mismo año, además, las Cortes aprobaban una nueva Constitución que lanzaba mensajes tajantes como el no a la guerra o el sufragio universal.

Pero los problemas seguían sucediéndose, como el crecimiento de los nacionalismos, que ese mismo año proclamaban la República Catalana. Aunque duró poco más de dos días, este sentimiento de independencia no dejó de crecer, tampoco en Euskadi. Muchos conventos se quemaron en este tiempo, lo que provocó el disgusto tanto de la Iglesia como de las personas católicas. Los sucesos de Casas Viejas terminaron de encender a la población. ¿Qué pasó en este pequeño núcleo gaditano? Que en 1933, tras diversos incidentes con grupos anarquistas en toda la geografía, murieron 17 personas represaliadas por el gobierno, abriendo un gran periodo de crisis de una República que vivía días oscuros. De hecho, los años sucesivos se conocerían como bienio negro, a pesar de, o precisamente por, el cambio de gobierno. Tampoco tendría una gran trayectoria: el escándalo del estraperlo lo obligaría a disolverse.

Ya por entonces había dos bandos bastante diferenciados en el país. Por un lado, la derecha conservadora. Por otro lado, la izquierda que buscaba avanzar con el siglo. Estos últimos se organizaron en el Frente Popular, una coalición de partidos que ganó las últimas elecciones de la Segunda República, en febrero de 1936. Tan solo cinco meses más tarde, José Calvo Sotelo, importante figura de la oposición, fue asesinado.

La derecha española quedó horrorizada. Cada vez más radicalizada, un nuevo golpe de Estado era ya más que una conspiración: era una realidad a la que solo le faltaba una fecha definitiva. Emilio Mola, que ya lo había intentado a comienzos de año, volvió a ello. Todos sabemos lo que vino después.

Lo dicho: demasiados acontecimientos en tan solo treinta y seis años. El siglo XX, sin embargo, no había hecho más que empezar. Todavía tenía reservado lo peor.

La guerra civil española

Pueblo Viejo de Belchite, uno de los lugares que quedó arrasado en la guerra civil española
Pueblo Viejo de Belchite, uno de los lugares que quedó arrasado en la guerra civil española. | Shutterstock

Este segundo capítulo no merece otro título más allá del explicativo, ni más narrativa que el crudo relato de los hechos. La guerra civil española tuvo su origen primigenio el 17 de julio de 1936, cuando comenzaron los levantamientos. Especialmente importante fue la rebelión de Melilla, secundada en otras partes de España y protagonizada por el general Francisco Franco además de otros jefes del ejército, que fueron tomando poco a poco las calles del país.

Mientras los generales llegados del norte de África avanzaban por Extremadura y Castilla-La Mancha, Emilio Mola combatió los espacios republicanos del norte. Uno y otro bando, a medida que las batallas se sucedieron, comenzaron a ejecutar brutales represiones y a recibir ayuda internacional. Fuera pronto se libraría una guerra similar: la de las democracias occidentales contra el fascismo, que desembocaría en la Segunda Guerra Mundial. Los fascistas de Alemania e Italia se posicionaron junto a Franco y compañía enviando unidades militares como la Legión Cóndor, mientras que decenas de países enviaron voluntarios para combatir por la República. Estos voluntarios extranjeros fueron conocidos como las Brigadas Internacionales.

Pasaron tres años desde ese levantamiento de 1936 hasta que la guerra civil española concluyó, en 1939. En ese periodo de tiempo, algunos acontecimientos destacan más que otros. Como el bombardeo de Guernica, en abril de 1937, o la batalla del Ebro, que entre junio y noviembre de 1938 supondría un victoria decisiva para el bando sublevado.

En enero de 1939 cayó Barcelona y un mes después, cuando Francia y Reino Unido reconocieron el régimen de Franco, comenzó el exilio masivo de las fuerzas de izquierda al país vecino, ya conscientes de que esa guerra estaba perdida. El 28 marzo de ese año se tomó Madrid. El 1 de abril, Francisco Franco declaró la victoria y se alzó en el poder.

Otra guerra tras la guerra

Francisco Franco y su esposa, Carmen Polo
Francisco Franco y su esposa, Carmen Polo. | Vicente Martín, Wikimedia

Puede decirse que la guerra civil española concluyó en abril de 1939, pero hay que afirmar también que entonces se desató otra guerra. Durante años se sucedieron las detenciones, los juicios militares, los encarcelamientos y los fusilamientos. Las fosas comunes se llenaron de cadáveres de personas sospechosas de pertenecer a cualquier facción que se hubiese mostrado en contra del golpe de Estado de 1936. Esta represión duraría años.

España se mantuvo al margen de la Segunda Guerra Mundial, que comenzó tan solo cuatro meses después de concluir la civil. Pero para cuando la internacional terminó, seis años después, las consecuencias se hicieron notar también de manera nacional, porque la oposición de la mayoría de los países ante los regímenes fascistas era clara. A ojos de Estados Unidos y demás aliados, España era el único régimen de estas características que sobrevivía en Europa. Así que el país se vio sometido a un intenso aislamiento económico y diplomático, que se ejemplificó cuando la recién creada ONU retiró a sus embajadores. Era diciembre de 1946, no había libertad, se pasaba hambre y la represión contra los vencidos se había convertido en costumbre.

Tendrían que pasar largos años antes de que el país se diera a los cambios y estos no fueron especialmente notables en un principio, aunque sí ayudaron al impulso que se tomaría finalmente. A mediados de los años cincuenta, la Falange perdió fuerza en el gobierno y las calles empezaron a llenarse de susurros en contra del régimen. En 1959, una fuerte crisis económica obligó al dictador a replantearse su gobierno y aliarse con Estados Unidos. El contexto de la Guerra Fría hacía que el régimen español ya no cayera tan mal a estos y sus aliados. Así, a cambio de cambio de la posibilidad de instalar bases militares en territorio español ofrecería una ayuda económica necesaria para hacer avanzar a la sociedad.

También durante este tiempo, por cierto, España comenzó a destacarse como lo que es hoy en día: un gigante del turismo. Cada vez más masivamente, los extranjeros llegaban en busca del sol, la comida, las playas, los paisajes de contraste que se encuentran a lo largo y ancho de la geografía y las diferentes culturas únicas y milenarias. Quizá el único aspecto positivo de este periodo: la puesta en valor de esta riqueza innata.

La última etapa del régimen, conocida como tardofranquismo, anunciaba ya ese cambio que llegaría. No se había recuperado la libertad, pero las revueltas estudiantiles sí inspiraban otro tipo de futuro. Una nota mucho más negativa la puso ETA, la organización terrorista​ nacionalista vasca que empezaría sus acciones a finales de los años cincuenta. Sembró el terror durante las décadas siguientes, sucediéndose regímenes y gobiernos.

Para mediados de los setenta, Francisco Franco empezaba a dar señales de debilidad, tanto política como personalmente. En julio de 1969 había designado a Juan Carlos como sucesor a título de rey. Aunque este había jurado ante las Cortes los principios franquistas, el regreso de los Borbones al trono suponía una primera ruptura con lo vivido en los últimos treinta años. Para cuando el dictador finalmente murió, en noviembre de 1975, el horizonte se presentaba de otro color.

La transición hacia el futuro

Golpe de Estado de 1981, conocido popularmente como 23-F
Golpe de Estado de 1981, conocido popularmente como 23-F. | PaloiES, Wikimedia

El 22 de noviembre de 1975, Juan Carlos fue nombrado rey de todos los españoles. Ya en su primer discurso ante las Cortes dejó entrever varias cosas: que buscaría la concordia nacional y que esa concordia se lograría a través de las propias instituciones del régimen. Durante los primeros meses de su reinado, Carlos Arias Navarro conservó su papel de presidente del gobierno mientras se barajaban diferentes modos de proceder. También en ese periodo, que ya puede denominarse periodo de transición, se hicieron oír diversas voces políticas. Había quien deseaba que el régimen franquista se mantuviera tal como había existido hasta el momento y había quien deseaba que, sin disolverse, evolucionara en una forma más democrática. Frente a ellos, los democráticos puros. Algunos ni siquiera estaban completamente de acuerdo ni con la llegada de una democracia pactada ni con la restauración de la monarquía.

En este panorama incierto, esperanzador para muchos y agitado para la mayoría, emergió una figura fundamental para entender este periodo de la historia de España. Adolfo Suárez, un político que se había criado a la sombra del franquismo sin convencimiento, que había trabajado en televisión y ocupado hasta ese momento cargos minoritarios en el gobierno. Desde su firme llamada a la conciliación nacional, terminó siendo el favorito del rey para ocupar el asiento de presidente. Suárez impulsó la Ley para la Reforma Política, que permitió eliminar finalmente las huellas franquistas de la política, y se sentó con figuras políticas de una y otra visión para afrontar un futuro que quería incluir a todos por igual.

Sus acciones le llevaron a convertirse en el primer presidente democrático tras la dictadura, elegido en 1977 en las primeras elecciones que se celebraban desde 1936. Un año más tarde se aprobó la Constitución todavía hoy vigente, confirmando que la democracia se había asentado en el país, aunque no sin dificultades. De hecho, todavía tendría que hacer frente a una de sus mayores pruebas: el golpe de Estado de febrero de 1983. Pero este golpe de Estado fracasó, lo que puede decirse de otro modo: la democracia había triunfado.

¿Qué pasó después?

Escultura del Congreso de los Diputados
Escultura del Congreso de los Diputados. | Shutterstock

Todavía está pasando, porque es a partir de aquí cuando la historia se va encontrando con el presente, por eso resulta tan complicado resumir aquello que ha marcado y seguirá marcando la Historia. Solo el tiempo lo dirá, aunque sí parece evidente que el 23-F cerró ese pasado político franquista para dar paso a una democracia consolidada. No exenta de problemas, ni de heridas sin cerrar, pero sí estable.