Aroma a sal y paisajes en los platos de A Coruña

La ciudad de A Coruña se encuentra envuelta en un velo de olas zafíreas y espuma blanca que se esparce en los contornos de las Rías Altas. Su salvaje belleza atlántica acentúa el hechizo de una Galicia que atrae y encandila, tierra de leyendas, verdor y acantilados feroces. En el núcleo de esos paisajes de contrastes aflora una gastronomía igualmente rica y heterogénea, una propuesta culinaria muy codiciada, y no sin motivo. Para comprenderla, basta con acercarse a A Coruña y dejar que la ciudad haga su magia.

Las aguas frescas del Atlántico pueden sentirse en la piel gracias a las playas coruñesas, como la de Riazor o la de Orzán. También hay arenales más pequeños y recogidos donde respirar la brisa marina y disfrutar de la delicada calma que proporciona el murmullo de las olas en la orilla. Es el caso de la playa de As Lapas, protegida por las rocas y enmarcada en un fabuloso paisaje verde a los pies de la imponente Torre de Hércules, el faro romano más antiguo del mundo y Patrimonio Mundial desde 2009.

si=RvrZ8cNloIM9_zPD

A Coruña brinda numerosas posibilidades para seguir la melodía del océano y no perderlo nunca de vista, empezando por sus fabulosos miradores, que se asoman a la vasta extensión azul como si fueran los vertiginosos escalones que preceden al mismísimo fin del mundo.

Por supuesto, ese finis terrae no es más que una fantasía, y Galicia ya tiene su propia Fisterra. Podría decirse que, en A Coruña, el verdadero sendero al corazón del mar se encuentra en el famoso paseo marítimo que la circunda y que es, a su vez, el más largo de Europa continental.

Paseo marítimo de A Coruña
Paseo marítimo de A Coruña. | Shutterstock

El inicio del recorrido puede marcarse en el Castillo de San Antón, construido en el siglo XVI como parte de la defensa de la ciudad. Está muy próximo a la zona portuaria, donde las embarcaciones transportan a tierra los frutos del Atlántico, pescados y mariscos frescos que llegan a A Coruña con el despertar del día y se almacenan en su lonja.

Este recinto es, probablemente, el máximo exponente de la vida marinera de A Coruña, con sus cajas de crustáceos y moluscos, el inconfundible olor a mar que desprende el pescado y las animadas subastas que tienen lugar en sus salas. Bonitos, centollas, merluzas, nécoras, percebes, pulpos, rapes, rodaballos, sardinas, zamburiñas… La variedad es incuestionable, y también la calidad que define el producto de las costas gallegas y sus rías.

Barcos en el puerto de A Coruña
Barcos en el puerto de A Coruña. | Shutterstock

Dicho producto termina en los mercados de abastos coruñeses, como el de San Agustín o el de la Plaza de Lugo, antes de ser emplatado por el sector hostelero de la ciudad. Sus establecimientos cuentan con una merecida fama que se deja ver, por ejemplo, en los restaurantes de la localidad, algunos de los cuales han recibido importantes reconocimientos. 

Sobra decir que, en las mesas con vistas al mar o a las calles de A Coruña, probar los platos de pescado es un éxito asegurado. No obstante, la cocina atlántica va mucho más allá. No se pueden olvidar las opciones de calidad que se hallan en la sección de carnes de la carta, así como los platos tradicionales que nunca pueden faltar y siempre triunfan, como la empanada o el pulpo á feira.

Pulpo á feira
Pulpo á feira. | Shutterstock

En el apartado vegetal de este menú de degustación de A Coruña hay que destacar sus productos de la tierra, sabrosos y de proximidad, imprescindibles en la gran mayoría de sus elaboraciones, aunque suelan pasar más desapercibidos. Un ejemplo de ello es la Denominación de Origen Protegida Pemento de Herbón, un elemento que aporta sabor y un toque picante a un número considerable de platos y tapas.

De hecho, irse de tapas es una forma excelente de abarcar la riquísima paleta de sensaciones que despliega la gastronomía coruñesa, donde la tradición se complementa con una cocina de vanguardia mediante técnicas e influencias revitalizantes que permiten conocer nuevos matices de los sabores de siempre y encontrar nuevos ángulos para disfrutar de los ingredientes locales. 

Y, por supuesto, la compañía perfecta para disfrutar de una sesión de tapeo es una copa de delicioso vino gallego. Un Albariño afrutado o un clásico Mencía, aunque las opciones son casi ilimitadas. Ante la duda, siempre es posible preguntar a la persona al otro lado de la barra. De hecho, la hostelería de A Coruña tiene fama de contar con una plantilla profesional y atenta cuyas recomendaciones siempre merece la pena escuchar.

Por su parte, los escenarios donde paladear el valioso contenido de esas copas de vino son enormemente diversos. Por ejemplo, un atardecer puede iluminar con destellos dorados y rosáceos sus bordes de cristal en una velada romántica con vistas al mar. Tampoco es difícil imaginar una mañana soleada en una terraza del puerto, con deliciosos aperitivos y un vino blanco que refleja la suave oscilación de los barcos al ritmo de las olas.

Plaza de María Pita
Plaza de María Pita. | Shutterstock

Si sobra tiempo, siempre es agradable pasear por los jardines y parques de A Coruña, como los de Méndez Núñez, amenizados por el susurro de las fuentes. Asimismo, hay que acercarse a la Plaza de María Pita y dejarse cautivar por su monumentalidad. Además de maravillarse con las vistas del paseo marítimo, es recomendable explorar los alrededores de la Torre de Hércules, donde la persona viajera se puede sorprender con diferentes monumentos, un parque escultórico e interesantes huellas del pasado como los Menhires por la paz, una obra pétrea entre el mar y la tierra que dialoga con un paisaje sin igual.

Sentarse sobre la hierba y contemplar la ciudad, el Atlántico y la silueta esmeralda de las tierras gallegas es una forma fantástica de despedir este paseo por A Coruña, por su gastronomía y por los cuadros extraordinarios que regala su geografía. Una fotografía de ensueño que se atesora tanto con las pupilas como con las papilas.

Artículo escrito en colaboración con Saborea España.