La Lobera de Llanes, una bruja entre los lobos

La realidad: un desconocido día de 1623 nacía Ana María García en algún punto de la Posada de Llanes, en Asturias. Los rumores: era la séptima hija de siete hermanos, una condición indispensable para ser un lobero, es decir, “para convertirse en un poseedor de una manada de lobos que se usa en perjuicio de la gente''. Realidad y rumores, dos de los elementos indispensables para dar forma a las leyendas más inusitadas, esas que en tiempos pasados formaban parte de las realidades de las gentes, esas que han conseguido sobrevivir al tiempo a pesar de los siglos e, incluso, los milenios.

La historia de Ana María García se fundamenta en ambas versiones hasta tomar la forma de un personaje misterioso del que probablemente nunca obtengamos la historia completa. Aquí, sin embargo, analizamos las diferentes versiones y las desmenuzamos para obtener una visión más completa de aquellas mujeres que antaño fueron llamadas “brujas”.

La verdad según la acusación

Mi nombre no importa. Tan solo soy uno de los muchos trabajadores que han pasado por la quinta, situada a las afueras de Toledo, de don Gabriel Niño de Guzmán y de su mujer María del Cerro. Apenas soy un simple pastor. Sin embargo, los acontecimientos que han visto mis ojos son hoy de suma importancia, pues en ellos hay una terrible verdad que he de contar con celeridad. Hechos aciagos y tenebrosos que se han cernido sobre este tranquilo lugar.

Todo empezó con la llegada a la quinta de una joven de, no se puede negar, extraordinaria belleza. Sus cabellos rubios y rizados le llegaban hasta unos prominentes pechos a la par que envolvían unos ojos de un intenso color azul. Otra cosa de la dama llamaba la atención: iba sola y se manejaba sola entre los hombres. Pronto hubo algunos que se le acercaron a preguntar, intrigados por tan extraña circunstancia. Pronto también, comencé a oír extraños rumores sobre ella: que se llamaba Ana María García, que había recorrido parte de León junto con otros dos pastores con los que había compartido lecho y, lo más inquietante, que poseía una manada de lobos que manejaba a voluntad.

Ilustración mujer con lobos

Pero las andanzas de la muchacha en libertad no duraron mucho por estos lares. Al poco de llegar ella, la propietaria de la quinta, la Señora María del Cerro, mujer devota de armas tomar, siempre atenta a las ocupaciones de sus empleados, le echó el ojo a la libertina y tuvo unas palabras con ella con la intención de saber más acerca de su condición. Lo que averiguó en una primera instancia no fue muy revelador: que se trataba de una mujer soltera que andaba de acá para allá. Evidentemente, esto no dio buena espina a la Señora, que decidió seguir indagando.

La propietaria de la quinta consultó entonces al resto de pastores de la finca. Cuando llegó mi turno no dudé: si había una adoradora de Satanás entre nosotros, una hechicera, tenía que decirlo sin dilación. Tal es la obligación cristiana. Le conté todo lo que había escuchado: que a Ana María se la conocía en realidad como la Lobera, que invocaba cuando quería a los lobos y que se los azuzaba a aquellas personas con las que tenía algún problema.

Tras mis declaraciones y las de algún trabajador más, vino un segundo interrogatorio por parte de María del Cerro. Ana María confesó que, alentada por una bruja de nombre Catalina Gonzalez, le había ofrecido su brazo al diablo a cambio de obtener el poder de invocar a una manada de lobos.

Valle de Alcudia

Ante tales declaraciones a nuestra Señora no le quedaba otra opción que la de acudir al Santo Oficio y denunciar a la Señorita, si es que se la puede llamar así. La expectación y el miedo corren por toda la quinta, pues los rumores aseguran que la bruja se ha negado a confesar las palabras con las que invoca a los lobos: asegura que si así lo hace caerá una terrible maldición sobre todos nosotros.

Hoy, día 21 de junio de 1648, el Santo Oficio celebra la primera audiencia contra la Lobera. Conforme han ido pasando los días, la bruja ha ido admitiendo más y más cargos, descubierta por las acusaciones de más testigos que han declarado contra ella. Uno de los relatos cuenta, por ejemplo, cómo Ana María ordenó a sus lobos que atacaran a una bestia de carga de un cazador cuando este se negó a darle un conejo a la muchacha en las dehesas de Alcudia.

La verdad según la Llobera

Me llamo Ana María García y hoy se me acusa de ser algo que no soy: una bruja. También se dice que soy Lobera, y esto, por desgracia, no puedo negarlo del todo. Esta es mi historia, una historia vinculada al Demonio desde que yo era apenas una criatura. Nací en el seno de una familia humilde en Posada de Llanes. Mis padres eran Juan García y Toribia González, labradores de oficio. Sin embargo, quedé huérfana muy pronto, pues mi madre murió y mis hermanos abandonaron a mi padre en la solitud del monte, diciéndole “Comate los lobos, comate las bestias”. Desde entonces pesa sobre mí una terrible maldición vinculada a dicho animal.

Llanes

Huérfana y sola en el mundo, pues mis hermanos mayores no pudieron o no quisieron cargar conmigo, tuve que pasarme el resto de mi infancia rotando entre casa y casa de familiares. Ninguno me quiso por demasiado tiempo. Uno de ellos, mi primo, de nombre Diego Soga, me arrastró un día a una aldea cercana y allí quedé embarazada de un niño que no quería. Después de aquello, no quise volver a mi aldea natal, pues tal circunstancia hubiera supuesto una gran deshonra para mí.

Así fue como llegué a Bricia, donde conocí a una mujer llamada Catalina González. Ella me acogió y me enseñó a preparar ungüentos y remedios para curar enfermedades. También me enseñó a invocar a siete lobos y a usarlos a voluntad. La invocación consistía en lo siguiente: dibujar unas marcas en el suelo, silbar, y pronunciar unas palabras, que no revelaré aquí. Pero a cambio tuve primero que hacer algo terrible: ofrecerle mi brazo derecho al Demonio para que pusiera en él una marca. Después de aquello, yo sé que cada vez que se me aparecían los lobos eran, en realidad, la reencarnación de siete Demonios.

Iglesia de San Julián en Montejo de Bricia

Cuando Catalina, que tenía fama de ser un poderosa Bruja, estaba en su lecho de muerte quiso legarme su saya en propiedad. Esto significaba, como me explicaron algunas vecinas de Bricia, crear un vínculo más allá de la muerte entre una Bruja y su aprendiz. Legarle sus poderes. La acepté y la guardé, pero jamás me la puse a sabiendas de lo que podría ocurrir.

Tras su defunción, me interné en las montañas de Asturias. Allí, un día de 1645, estando en las cercanías de Covadonga, conocí a dos pastores, dos vaqueiros llamados Pedro y Juan García. Ambos hombres fueron mis compañeros durante tres dichosos años en los que, por una vez, fui feliz. Durante aquel tiempo, vivimos a cielo abierto, marchando de Argüelles a las montañas asturianas, de Asturias a León. Pero los lobos siempre volvían, siempre estaban conmigo. No podía evitar llamarles.

ilustración mujer corriendo con lobos

En 1648, cuando nos encontrábamos recorriendo los páramos de Alcudia, Pedro y Juan marcharon de nuevo al norte. Yo conocí a otro hombre y me fui con él a las inmediaciones de Toledo. Aquí me encuentro ahora, acusada por la devota Señora María del Cerro, a la espera de un juicio por pecados que no puedo negar, tales como el trato con el Demonio en reiteradas ocasiones. Ojalá entiendan que nunca tuve intenciones malignas, que fue por miedo por lo que accedí a los tratos con el Demonio, que nunca hice daño a ninguna persona. Si bien es cierto que mis pecados son terribles, le imploro a Dios el perdón.

Los hechos reales de la historia: la verdad

¿Qué de todo lo dicho es real? ¿Qué es leyenda y qué no? Resulta difícil decirlo. Lo que sí sabemos seguro es que hubo un caso abierto por la Inquisición contra una mujer llamada Ana María García y que, en la denuncia, el testimonio que dio del asunto la señora María del Cerro fue fundamental. A la Lobera se la acusó de pactar con el diablo, de andar con lobos y de usarlos en contra de aquellos que no hacían lo que ella quería.

Ana María, por su parte, aseguraba que había hablado en varias ocasiones con el demonio y apenas negó ninguno de los 11 cargos que se le imputaron. “Respecto al número 5 especifica algo. Solo cuatro o cinco veces en su vida había echado los lobos a rebaños de personas con las que estaba mal avenida”, indica el folklorista Julio Caro Baroja en su libro Vidas Mágicas e Inquisición II. Asimismo, negó el cargo número seis, relativo a las palabras que supuestamente acompañaban al conjuro de los animales. Ella rechazaba conocerlas.

A pesar de todo, la sentencia fue extraordinariamente benigna con la muchacha. Alegando que había confesado sus pecados y que se había mostrado verdaderamente arrepentida, tan solo la condenaron a cuatro meses de instrucción religiosa. También tuvo que recibir una reprimenda en el tribunal y avenirse a ser una buena cristiana. Caro Baroja indica a este respecto que “la licantropía no parece haber interesado mucho a los señores inquisidores de Toledo, que, acaso, también veían a Ana García como a una persona demasiado elemental como para ocuparse mucho de ella”. Otra teoría que barajan los autores es que creyeran a la Lobera una mujer con graves problemas de salud mental, pues, si no, no se explica tan afable veredicto.

Lobo

En lo que respecta al mito de la Lobera, los investigadores de la materia están convencidos de que la promiscuidad sexual de la muchacha, tan mal vista en aquella época, incidió seguro en la imagen que se construyó de ella. El autor José Manuel Pedroa afirma en su artículo Ana María la Lobera, capitana de lobos, ante la Inquisición (1648): mito, folclore, historia lo siguiente: “Cabe legítimamente preguntarse si la promiscuidad sexual, bien acreditada, de Ana María la Lobera, no contribuiría de manera decisiva a la construcción del acusatorio disfraz amoral, silvestre, diabólico, que sus contemporáneos le obligaron a cargar, y a la persecución y represión subsiguientes”.

Por otro lado, Caro Baroja hace alusión a la influencia que también debió de tener el ambiente en el que se desarrolló la historia: “En suma, creo que de este proceso hay que destacar la conexión que puede tener la aparición de la Lobera con un medio eminentemente pastoril en el que los lobos tienen un significado mucho más fuerte que en otros medios”. De hecho, por aquel entonces se creía incluso que la mirada del lobo podía matar.

Aun así, ¿cómo se explica entonces que todos los testimonios coincidan en que la Lobera andaba con lobos? Aunque es algo que no podemos saber a ciencia cierta, sí se pueden hacer suposiciones. Es posible que la Lobera domesticara, bajo la influencia de Catalina González, a una camada de lobeznos, casi como si fueran sus animales de compañía. Esto, unido a la supuesta maldición que le acompañaba y a las alucinaciones con el demonio, hicieron que se fuera construyendo la imagen de una mujer legendaria y terrible. Si la Lobera era además una mujer elemental o padecía algún tipo de enfermedad mental, como pensaba Caro Baroja, probablemente se creyera sus propios poderes, lo que le dio aún más credibilidad entonces.