¿Quiénes fueron los mamelucos de Napoleón que plasmó Goya?

Guerreros crueles, con turbantes y cimitarras, cargando contra el pueblo de Madrid. Cubiertos de plata y oro, poderosos, estos caballeros legendarios tienen una connotación innegable en España gracias a la mano de Goya y su representación del levantamiento del 2 de mayo. Son los mamelucos, en este caso los de Napoleón Bonaparte, un cuerpo montado que durante siglos se labró una reputación temible. Máquinas de combatir que vieron nacer su fama durante los inicios del Islam, como esclavos, y que llegaron a ser los señores de Egipto durante siglos.

Una élite esclava

En oriente la tradición de confiar cuerpos de guardias a hombres ajenos al líder o estado que protegían viene de lejos. La lógica es que, cuanto menos parte de tu sociedad forme alguien, menos interesado va a estar en quitarte el poder. Por ejemplo, ahí están los Varegos de Bizancio, vikingos que los emperadores bizantinos contrataron tras ver que eran capaces de ponerles en jaque. Lo mismo ocurrió en el mundo islámico. En la península ibérica, no era raro contratar a cristianos como guardia personal. Por el Levante mediterráneo, diversas dinastías se dedicaron a esclavizar jóvenes a los que convertirían en guerreros. Tal fue el caso de los mamelucos.

La etimología es clara, ya que su denominación venía de la palabra árabe mamluk, que significa “poseído”. Mamelucos hubo por todo oriente, desde Irán y casi la India a Egipto. De aquí vienen los que interesan en este caso. A las ciudades egipcias llegaban chavales esclavizados en zonas del entorno del Cáucaso, en la actualidad Rusia, Ucrania, Georgia, Turquía…

Entraban en la escuela siendo niños y eran entrenados con puño de hierro. No solo se les entrenaba en artes marciales, sino que se les enseñaba un férreo código moral, centrado en el combate y la guerra. En efecto, eran verdaderas máquinas bélicas que inspiraron a los Inmaculados de Juego de Tronos. Al tiempo, pese a ser esclavos, acumulaban un gran poder, ya que siempre trabajaban mano a mano con los gobernantes, a los que les unía una suerte de acuerdo feudal.

Sin embargo, desde el principio el dogma mencionado antes, el de que eran menos traicioneros, no se cumplió. En el siglo XIII, bajo la dinastía ayubí de Saladino, los mamelucos se hicieron con el poder. Eran queridos, por proteger Siria de cruzados y mongoles, pero también temidos, por su pragmática crueldad. El caso es que acabaron perdiendo el poder total sobre Egipto frente a los otomanos a inicios de la Edad Moderna. Los turcos, sin embargo, delegaron en ellos y, de esta manera, pasaron los siglos hasta que llegó 1798.

Los mamelucos de Napoleón, entre floreros y élite

Estos caballeros, como puede imaginarse, eran muy poderosos. En combate singular, podían derrotar con consistencia a varios rivales incluso a finales del XVIII y principios del XIX. Sin embargo, su capacidad táctica era limitada. Por aquel entonces ya usaban armas de pólvora como complemento a sus cimitarras, algo que habían abominado durante siglos. Seguían una lógica que consideraba el combate a distancia indigno, parecida a la de los samuráis.

Por desgracia, el 21 de julio de 1798, en las cercanías de El Cairo, la modernidad les destruyó. Napoleón llegó con armamento de última tecnología, artillería y la formación en cuadro. Esta, consistente en formar multitud de cuadrados con caballería y cañones en su interior, permitía cubrir todos los frentes y apoyarse mutuamente en todo momento. La victoria francesa fue total. Los mamelucos perdieron pese a su poder. El líder francés, que los admiraba en parte, decidió incluirlos en su ejército. Mercenarios forzados, pudieron resarcirse con heroicas cargas en Austerlitz, junto a caballeros de élite napoleónicos. En Waterloo también tuvieron una arremetida legendaria, inútil pero épica.

Los desmanes madrileños de los mamelucos

Volviendo al inicio, fueron parte del ejército de invasión francés que tomó el control de la península ibérica. Murat y Grouchy, a cargo de Madrid durante el levantamiento del 2 de mayo, se vieron envueltos en una rebelión temprana liderada por los conocidos Daoíz y Velarde. Aunque no fue muy efectiva, sentó un precedente moral crucial para la resistencia española, dejando de paso leyendas como la de Manuela Malasaña, Durante la represión al pueblo madrileño fue cuando los mamelucos hicieron acto de presencia. Se cree que la Puerta del Sol fue donde cargaron, pero no es seguro. Cristina del Moral defiende en un estudio que el ataque se produjo a las once de la mañana y que actuaron junto a lanceros polacos y granaderos.

Dado que eran especialistas cuerpo a cuerpo perfectamente preparados, el efecto que causaron sobre los rebeldes fue devastador. Asimismo, diversas crónicas apuntan a que durante las represalias del 3 de mayo, también plasmadas por Goya, los egipcios cometieron atrocidades de todo tipo. Estas fueron de asesinatos a violaciones. Un episodio que les forjó para la posteridad una reputación muy negativa en España. Su momento, en todo caso, había pasado. El XIX mostró que su estilo de vida estaba obsoleto y, con el mismo pragmatismo que mostraron estos feroces caballeros, los hizo desaparecer.