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El Museu Nacional d’Art de Catalunya, el tesoro de Montjuic

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Alejado de la planicie de Barcelona, un edificio vigila la Ciudad Condal desde las alturas del distrito de Montjuic. Su monumental figura, que se yergue majestuosa sobre la plaza de España, sobrecoge al visitante. Se trata del Palau Nacional, un edificio que se construyó con la única intención de albergar arte. Su exterior es digno de su interior. Tanto, que puede asegurarse que en esta ocasión la apariencia no engaña. Y es que la colosal construcción acoge en su seno al Museu Nacional d’Art de Catalunya, pinacoteca que aúna arte románico, gótico, renacentista, barroco y contemporáneo. Incluso si el visitante no es un acérrimo de las artes plásticas podrá apreciar en este lugar las maravillas que ven sus ojos.

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Interior del Museu d’Art Nacional de Catalunya. | EG

La mejor colección de pintura mural románica del mundo

El Palau Nacional se construyó en el año 1929 con motivo de la celebración de la Exposición Internacional de Barcelona. Su cúpula principal, la más grande, preside la fachada exterior. Esta bóveda, inspirada en la de San Pedro del Vaticano, es el centro de todas las miradas, la carta de presentación del enclave. A su vez, las cuatro torres que rodean dicha cúpula recuerdan a las de la catedral de Santiago de Compostela. Ya en el interior del edificio, el museo divide su colección permanente en tres.

De más antiguo a más moderno, en el piso inferior el recorrido empieza por la que es considerada la mejor colección de pintura mural románica del mundo. Al menos según aseguran desde el propio museo. Así, esculturas, objetos litúrgicos y pinturas sobre tabla se funden con el mayor atractivo de la sección: las paredes y techos.

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Parte románica en el museu d'art nacional de catalunya
Parte románica en el Museu d’Art Nacional de Catalunya. | EG

A principios del siglo XX son muchos los murales románicos que se descubrieron en las iglesias de los Pirineos. Pronto, las instituciones públicas catalanas impulsaron la adquisición de las pinturas. Para ello, a través de complicados procedimientos, las pinturas fueron arrancadas de sus paredes y trasladadas en 1923 hasta el Museu Nacional d’Art de Catalunya. Las obras de arte se colocaron entonces en el edificio del Palau Nacional, simulando los espacios a los que pertenecían. Así, pasear por este lugar se convierte en un paseo por un sueño construido de arte medieval con reflejos bizantinos e islámicos.

Antes de cambiar de sala y de época, espera en el medio el vestíbulo del edificio. Corazón del museo, esta sala es la más grande. Su enorme cúpula, sus arcos y sus blancas escaleras, que rodean toda la habitación, dotan al espacio de una gran luminosidad. Aquí se puede visitar la cafetería para tomar un tentempié algo subido de precio o se puede continuar con la visita.

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Vestíbulo del Museu d’Art Nacional de Catalunya. | EG

Un paseo por la historia del arte

Siguiendo el orden cronológico, la siguiente colección sería la del arte gótico, que comparte recorrido con el renacentista y el barroco. En la parte gótica, cuyas obras pertenecen en su mayoría a los antiguos territorios de la Corona de Aragón, destacan, sobre todo, los retablos. Esculturas de Jaume Cascalls o Pere Joan se funden con cuadros de pintores como Lluís Borrassà o Jaume Huguert. Los motivos religiosos vuelven a ser los protagonistas del momento.

Pero, a finales del siglo XV, el arte gótico no estaba solo, sino que convivía con representaciones barrocas y renacentistas. Además, muchos artistas de otras geografías aportaron también sus propios estilos. Así, obras de Goya o Velázquez se fusionan con otras de pintores como Tiziano y El Greco.

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La colección permanente termina en la parte más moderna, en el piso de arriba. Allí, el recorrido se estructura en cuatro ámbitos: El artista moderno, Modernismo, Novecentismo y Arte y Guerra Civil. Una última parte da cobijo a una etapa aún más reciente: De la vanguardia a la posguerra. Así, el arte moderno se representa en estas cinco fases de la mano de la escultura, la pintura, la fotografía, el cartelismo y el cine, entre otras técnicas plásticas. Entre sus numerosos artistas, destacan obras de Gaudí, Ramón Casas, Joan Miró o Ángeles Santos.

Una última parada: las vistas desde Montjuic

Vistas de Barcelona desde Montjuic
Vistas de Barcelona desde Montjuic. | EG

Una vez acabada la visita permanente, si al viajero le sobran aún fuerzas, quedan las exposiciones temporales y una parte de fotografía y numismática. Como guinda del pastel están, además, las vistas que se ofrecen desde las alturas de Montjuic. A sus pies reluce la conocida como fuente mágica, célebre por sus espectáculos de luces y agua. Más allá, la ciudad de Barcelona ebulle de vida. Probablemente, a la escena le acompañe además el compás de algún músico callejero que le hace sentir a uno que está en una película indie.

Como se puede observar, la visita lleva tiempo, por lo que no está demás si se quiere planificar con algo de antelación. La entrada general, por cierto, cuesta 12 euros, pero existe también la opción de coger una básica que no incluye el paso a la colección permanente, pero sí al edificio y a un par de exposiciones. Además, todos los sábados a partir de las 15.00 y el primer fin de semana de cada mes, la entrada a todo el Museu Nacional d’Art de Catalunya es gratuita.

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