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Los imprescindibles del Camino Francés

Monasterio San Antón

La ruta a Santiago que entra a España por Saint Jean Pied de Port es “el” Camino de Santiago. Da igual que sea por culpa del libro V del Códice Calixtino, esa antiquísima guía jacobea, o de las circunstancias que acabaron motivando que era mejor ir por Roncesvalles que por Somport o Irún. Tan famosa se hizo esta alternativa que ha dejado a la más original, el Aragonés, como un ramal poco transitado. Sea como fuere, el rastro monumental que guardan estos casi 900 kilómetros es gigantesco. No es raro que los imprescindibles del Camino Francés sean de lo más variados.

Desde la misma colegiata que abre la aventura a la plaza que lo cierra, los monumentos que muestra sin vergüenza el Camino Francés componen una clase magistral de un mes de duración. No todo es arquitectura o arte, pues no faltan hitos que solo pueden apreciar los que van de peregrinos, se cojan o no de la mano. Café para muy cafeteros jacobeo. Solo queda empezar este resumen, en el que seguro que a alguno le faltará algún lugar. No pasa nada, para eso están las sugerencias.

Por si acaso: ATENCIÓN SPOILERS PARA QUIENES NO HAYAN HECHO ESTE CAMINO

Colegiata de Roncesvalles

Colegiata de Roncesvalles
No nos hemos comido la cabeza para elegir el primer imprescindible. | Shutterstock

El principio de todo tenía que estar. Parada idílica si es de donde se parte, hospital necesario si se salió de Saint Jean Pied de Port, es un sitio plagado de historia. Da nombre a la batalla donde murió el héroe más famoso de la Francia medieval, por ejemplo. Sin embargo, su colegiata, que es más bien todo lo que ahí, copa todas las miradas. Roncesvalles es un entrante de lujo para todo el arte que se va a ver, en este caso destacando sobre todo el gótico.

Alto del Perdón

Alto del Perdón
Aquí más de uno quiere coger el bus, pero no es para tanto. | Shutterstock

Toca saltar al día después de Pamplona, ciudad a la que por otro lado no le faltan sitios que ver. Si se para en todos, esto no termina. Así que allá que se va, a la primera subida fuerte para quienes no hayan salido de Francia o una perita en dulce para los que sí atravesaron los Pirineos. Arriba aguarda un mirador y conjunto escultórico que seguramente compongan el más fotografiado imprescindible del Camino Francés en sus primeras etapas. Bueno, eso si se quita de la ecuación la señal de tráfico que hay al salir de Roncesvalles, claro.

Fuente Vino de Irache

Fuente de vino de Irache
No era previsible para nada que los peregrinos se fueran a llenar las cantimploras para hacer botellón. | wikicommons

Para qué poner al maravilloso monasterio que hay junto a ella. El arte está bien, pero el vino mejor. Así, esta acción publicitaria de una bodega local se ha vuelto un hito por el que pasar sí o sí al hacer el Camino Francés. Por suerte han tomado medidas y ya se roba menos de esta bebida. Otrora era el acabose para muchos viajeros que no superaban los primeros kilómetros de la etapa que sale de Estella debido a una inesperada cogorza.

Iglesia de Torres del Río

La iglesia del Santo Sepulcro dominando Torres del Río
La iglesia del Santo Sepulcro cumple la regla de que si es raro es templario. | Shutterstock

Se dice que es del Temple, aunque lo más seguro es que sea mentira. Sí que puede estar relaciona con la Orden del Santo Sepulcro. Su forma octogonal hace que llame la atención, con razón. Una pequeña maravilla románica que aguarda en esa zona de Navarra en la que el calor aprieta más que las cuestas. Visitarla hace que merezca la pena pernoctar en el agradable pueblo de Torres del Río.

El Laurel de Logroño

Calle del Laurel de Logroño
El Laurel, una gran oportunidad para andar con resaca al día siguiente. | Shutterstock

Había muchas calles para hincharse a comer y beber candidatas a aparecer en esta lista. Sin embargo, El Laurel de Logroño es especial. No muy amplia, su tradición resulta espectacular y sus bares componen una ruta de vinos o cañas de primera. Nada tiene que envidiar a las zonas de pintxo-pote de Pamplona o al Húmedo de León. Pero como el repaso es nuestro, esta es la que aparece.

Monasterio de Santa María la Real de Nájera

Santa María la Real de Nájera
Mucho mejor que el albergue público del pueblo. | Shutterstock

En este monasterio, además de ir a la misa del peregrino o admirar su magnífica mezcla de estilos, se puede aprender mucha historia. Porque, aunque esté en La Rioja, este pueblo fue una de las cabezas del reino de Nájera-Pamplona, el predecesor del de Navarra. Poca broma. Ahí está la razón de que esta clase de historia en piedra tenga un panteón real navarro y fuera elegida por tantos nobles medievales como tumba.

Catedral de Santo Domingo de la Calzada

Un imprescindible del Camino Francés
Santo Domingo fue el héroe que se merecía el Camino, pero también el que necesitaba. | Shutterstock

Sí, donde cantó la gallina después de asada. Ojo, que aunque el dicho suene a eso, a refrán, en la catedral hay una jaula con estas aves. Ya en el terreno jacobeo, es la cabeza de una localidad hecha por y para lo jacobeo. Por eso es uno de los imprescindibles del Camino Francés más emotivos. Es el mejor legado de la obra de Domingo García. Este religioso del siglo XI era también un ingeniero estupendo que optimizó el trayecto entre Logroño y Burgós desviándolo por Nájera. Para ello, creó nuevas calzadas y de ahí el sobrenombre que se llevó.

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Monasterio de San Juan de Ortega

San Juan de Ortega, cerca de la A-1 y Burgos
Si Santo Domingo era Batman, San Juan de Ortega era Robin. | Shutterstock

Como era de esperar Santo Domingo de la Calzada tuvo discípulos. Quizá el más destacado fue San Juan de Ortega, nacido en el pueblo burgalés de Quintanaortuño. Le ayudó en sus proyectos y se cree que terminó la antes mencionada calzada. Este monasterio de los Montes de Oca lo comenzó él y a pesar de las desamortizaciones ha sido capaz de sobrevivir. Una mezcla de Románico y Gótico que desde su construcción ha estado unida al Camino de Santiago.

Catedral de Burgos

Catedral de Burgos
Para tener ochocientos años no se conserva mal. | Shutterstock

Burgos tiene muchos elementos que destacar, pero su espectacular catedral es lo mejor. Puede parecer una perogrullada, pero invertir parte del día que se pasa en esta capital castellana visitando el enorme templo es muy recomendable. Se puede ver su famoso autómata o el lugar donde reposan los restos del Cid. Un gótico que refleja las influencias europeas propias de este trayecto y ha cumplido ocho siglos. Uno de los más imperdibles imprescindibles del Camino Francés. No hay que olvidarse de comer morcilla, lechazo o disfrutar del resto del centro de la ciudad.

Restos del monasterio de San Antón

Monasterio San Antón
Algunos se quedan a dormir, aunque buen rollo no da. | Shutterstock

No todo iba a estar entero en esta lista. He aquí las ruinas del cenobio de San Antón. Un lugar muy evocador en donde habitaban los caballeros Tau. Piadosos, su principal carisma era el de cuidar a los enfermos. En concreto, se centraban en los afectados por la enfermedad llamada Fuego de San Antón. Provocada por el cornezuelo, hongo del centeno, era habitual en este lugar y sus lisérgicos síntomas eran a la vez mortales. Hoy el fantasma del monasterio mira de cerca a la variopinta Castrojeriz.

San Martín de Tours en Frómista

Uno de los hitos del Camino Francés, Iglesia de San Martín de Tours
Si es una maravilla pues se dice. | shutterstock

Símbolo inequívoco de la ruta, esta iglesia palentina es uno de los ejemplos de Románico más puramente románico de España. Combina a la perfección con la austeridad castellana de la tranquila Frómista. Un imprescindible del Camino Francés que reconforta en la zona media de la ruta, esa donde pesa más tener buena moral que buenas piernas.

La recta de después de Carrión de los Condes

Carrión de los Condes
Se sale muy fresco de Carrión, son todo risas. | Shutterstock

El poder está en la mente. Una proclama típica del Camino de Santiago que se hace preclara en el pequeño intervalo que va de Carrión de los Condes a Calzadilla de la Cueza. Bien descansado gracias a las buenas gentes del lugar, sobre todo si se ha hecho noche en el albergue del convento de Santa Clara, toca asumir una recta considerada infame. Si se recorre en verano, el calor abrasa. En invierno, el viento frío corta. Sin embargo, estos retos son la salsa de la travesía a Santiago. No todo iba a ser Kumbayá alberguero.

Murallas de Mansilla de las Mulas

Bañada por el Esla, es una de esas poblaciones cuyo nombre permanece en la cabeza por curioso. Igual que el Burgo Ranero. Pero además de permitir pasar una tarde en el río o hincharse a tapas, también tiene un hito muy notable. Sin duda, sus murallas son uno de los monumentos del Camino Francés más poderosos. Torres y lienzos del siglo XI/XII pero que lucen la mar de bien unos cuantos siglos después.

Catedral de León

Catedral de León
Una genialidad inconfundible. | Shutterstock

Estaba la de Burgos, estará la de Santiago y todos saben que no iba a faltar la de León. Que te guste más que la burgalesa o no es cuestión de gustos. Lo mejor es irse por el camino de la ecuanimidad, algunos dirán que la equidistancia, y colmar de halagos a ambas. Las vidrieras de este templo son quizá su mayor atractivo, al menos sí que son su elemento más destacado. El resto, un alarde de gótico de influencia francesa que no tiene un solo pero. Además, está cerca del resto de elementos que ver en la ciudad, Húmedo incluido.

San Isidoro en León

Real basílica de San Isidoro en León
Hemos puesto dos sitios de León para ver si el pueblo leonés nos perdona. | Shutterstock

Vale que ya se ha destacado un elemento de León, vale que no era el Húmedo, pero es imposible pasar por alto la mejor muestra de Románico del Camino Francés y seguramente de toda España. Se trata de la basílica de San Isidoro. Su historia estuvo muy asociada a señoras reales leonesas a través del Infantado. Su panteón es un tesoro inigualable por sus frescos, el templo es de un equilibrio inspirador y su colección incluye un gallo símbolo de la ciudad traído de oriente. Al final, lo de que allí se encuentre un aspirante al Santo Grial es lo de menos.

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Puente sobre el río Órbigo y el Paso Honroso

Puente de Órbigo
Lo del Paso Honroso suena a despedida de soltero ida de madre. | Shutterstock

Cuentan las crónicas que un caballero medieval se plantó durante un mes en un puente a retar a todo el que pasara por allí. Su objetivo, demostrar que quería mucho a su enamorada. No es el inicio de un cuento, de una leyenda o de cierta escena de Los Caballeros de la Mesa Cuadrada. Se trata de una realidad que acaeció en el puente sobre el río Órbigo. El noble era Suero de Quiñones y la gesta se denominó Paso Honroso. Uno de los momentos cumbre del siglo XV leonés en un entorno envidiable. Además, fue en Año Santo y los valientes retadores cumplieron la peregrinación tras su muestra de gallardía. Por otro lado, el monumento en sí es un primor.

Palacio episcopal de Astorga

El Palacio Episcopal de Astorga es una de las pocas obras en las que Gaudí trabajó fuera de Cataluña
Cumple la norma de que si es de Gaudí mola. | Shutterstock

Gaudí. Esto es lo que le hace falta al palacio episcopal de Astorga para ser uno de los más populares imprescindibles del Camino Francés. Neogótico, elegante y parte de los inicios del arquitecto, hay que reconocer su belleza. Cabe destacar que se hizo a finales del XIX, al tiempo casi que la Casa Botines de León, también del arquitecto catalán. Combina a la perfección con la preciosa catedral astorgana. Aquí, como buen final de la Vía de la Plata también hay destacados restos romanos, una celda donde se emparedaban mozas medievales y una admirable pasión por el chocolate.

Castrillo de los Polvazares y el cocido maragato

Castrillo de los Polvazares en la Maragatería
El pueblo es bonito pero el cocido siempre es mejor. | Shutterstock

Es uno de los pueblos más bonitos de España y queda al ladito de Astorga. Esto último es una contra, ya que suele hacer que se pase por él demasiado pronto como para comer el cocido maragato. Sin embargo, es uno de los mejores lugares para degustarlo. Una obligación culinaria que se caracteriza porque se zampa al revés que el resto de cocidos, con la sopa al final. Una herencia de la cultura maragata de lo más sabrosa.

Cruz de Ferro y Manjarín

Cruz de Ferro o Cruz de Hierro
Nadie sabe a quien se le ocurrió que echar una piedra en la mochila para subirla a una montaña era bonito. | Wikimedia

Un dos en uno, ya que quedan muy cerca. No lejos de Foncebadón, el popular pueblo resucitado por el Camino de Santiago, se corona el monte Irago. Un lugar cuya mística se cree que se remonta a época prerromana. De entonces habría llegado la costumbre transformada actualmente en la Cruz de Ferro y su montículo. La montonera de piedras es mantenida por los peregrinos, que suben cada día piedras desde Rabanal del Camino o antes. Respecto a la cruz, la original está en el Museo de los Caminos del palacio episcopal astorgano. Avanzando queda la Encomienda Templaria de Majarín, regentada por el mítico Tomás. El albergue más raro de la ruta.

Playa fluvial de Molinaseca

Pueblos más bonitos de Castilla y León: Molinaseca
Perfecto para tomar el Sol si no está lloviendo. | Shutterstock

Ya en El Bierzo, culminado el descenso desde la Cruz de Ferro, aguarda una localidad de una enorme belleza. Con herencia minera como toda la región, el punto más deseado de Molinaseca suele ser la playa fluvial junto a su puente. Refrescante, es un remanso de paz en un pueblo que se conserva de forma espectacular. Gracias a ello es una alternativa como parada a Ponferrada.

Castillo templario de Ponferrada

castillo de Ponferrada
Este si fue templario, no como la iglesia de Torres del Río. | Shutterstock

La capital actual de El Bierzo fue un lugar de referencia en el medievo, aunque no tanto como Villafranca. Por ser lugar de paso del Camino Francés se reforzó su puente sobre el Sil, que nace en esta comarca antes de virar hacia Galicia. Poco a poco la fortaleza se volvió imponente. Su leyenda se ha visto reforzada por el hecho de que perteneciera a los templarios durante un tiempo. Más recientemente estuvo a punto de desaparecer, pero por suelte acabó salvándose.

Puerta del Perdón en Villafranca

Iglesia de Santiago en Villafranca del Bierzo
Un sitio precioso para morirse. | Shutterstock

Esta es la capital histórica berciana. Una parada perfecta para asumir el reto del Cebreiro y descansar. También para morirse si tocaba Xacobeo. La razón es que la iglesia de Santiago, al principio de la localidad, posee una puerta del Perdón. Pasar por ella otorgaba a los peregrinos enfermos incapaces de llegar a Santiago los beneficios del Año Santo. Que ahorrarse unos cientos de kilómetros para acabar el viaje de penitencia compensara el morirse sufriendo ya es cosa de cada uno.

El prado de Herrerías

Herrerías Valcarce
Es como una canción de The Kinks pero en berciano. | Shutterstock

Uno de los rinconcitos que mayor belleza poseen de estos imprescindibles del Camino Francés. Antes de empezar el ascenso a O Cebreiro, justo cuando se culmina la travesía por el Valcarce y hay que asumir las primeras rampas, se sitúa esta maravilla. Un prado de un verde espectacular en el que merece la pena hacer un alto siempre.

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O Cebreiro

O Cebreiro, con sus típicas pallozas
Podría ser igual de bonito sin la subida previa. | Shutterstock

Para la mayoría es el final de la etapa reina del Francés. Aunque en sí la subida no es excesiva, no le falta dureza. La recompensa es el primer pueblo de Galicia, todo de piedra. Un entorno encantador en el que no faltan ni pallozas. Se puede decir que es una entrada a tierras gallegas tan gallega que cuesta creerlo. Si es que este lugar de los Ancares hasta da nombra a un queso Denominación de Origen.

El Alto do Poio

Alrededores del Alto do Poio
Como es lógico, en el Alto do Poio a veces hay nieve. | Shutterstock

Si la recta más infame era parte de estos imprescindibles del Camino Francés, cómo no iba a serlo su repecho más cafre. Es cortito pero lo tiene todo para ser querido. Llega de improviso y en una etapa que supuestamente es de bajada. No es que pique un poco hacia arriba, es que sube sin piedad. Un paraíso para los que gustan de las cuestas. Por suerte, al culminar el Alto do Poio espera un bar famoso por sus perracos, que son un amor.

Tener que decidir entre Samos o San Xil

Lo de tomar decisiones complicadas también es algo típico del Camino de Santiago. Aunque la más decisiva del Francés seguramente sea la de optar por ir al monasterio de Samos o atravesar el valle de San Xil mientras se va de Triacastela a Sarria. Por un lado queda una alternativa monumental en donde se puede dormir. Por otro, un entorno natural que solo puede definirse como idílico. El único fallo es no poder realizar ambos en una sola vez.

Las escaleras de Portomarín y su iglesia de San Xoán

San Nicolás, San Juan o San Xoán de Portomarín
Volverla a montar seguro que fue como cuando se compra un salón de cierta tienda de muebles sueca. | Shutterstock

Vaya dupla la de este pueblo gallego. Al final de tremendo puente sobre el embalsado Miño esperan unas escaleras de esas que uno agradece en cuerpo y alma, pero sobre todo en cuerpo. Nada para terminar una etapa como unos buenos peldaños. Ayuda a comprender que, aunque ya se esté en el camino del espíritu tras que Navarra curta el del cuerpo y Castilla el de la mente, no hay que venirse arriba. Ya en el pueblo, transportada desde su ubicación anterior para que no fuera tragada por las aguas, la iglesia de San Xoán es un templo-fortaleza de lo más curiosa.

Desayunar pulpo en Melide

Pulpo en Melide
Un desayuno de peregrinos o de gente que cierra bares. | Shutterstock

Ser gocho, el gustar del buen comer, es un imprescindible del Camino Francés también, como demuestran El Laurel o El Húmedo. En Melide espera una delicia que, aunque se pueda comer en muchos otros lugares, aquí tiene una mística especial. Se trata del pulpo, que hecho a la gallega está más rico todavía. Lo mejor es que cuando se pasa por el pueblo en la etapa habitual hasta Arzúa es la hora del desayuno, momento perfecto para devorar cefalópodos.

El puente en Ribadixo da Baixo

Unos pocos kilómetros antes de Arzúa se sitúa en valle Ribadixo da Baixo. No iba a estar arriba, los gallegos son muy pragmáticos para haber asumido esta ironía. Se trata de una alternativa perfecta si se quiere un entorno más tranquilo que el arzuano. Su albergue tiene un puente muy majo y una zona de baño igualmente agradable. Así uno puede refrescarse en esta zona casi siempre azotada por el calor.

El Monte do Gozo

Monumento en el Monte do Gozo
El albergue de Monte do Gozo ha tenido que haber visto muchas cosas. | Shutterstock

Es obligado poner al Monte do Gozo. Da gustito ver Santiago tan cerca, de eso no hay duda. Como lugar para quedarse, es el culmen del antes mencionado Kumbayá jacobeo. Bueno, siempre que no haya pandemia. Muchos peregrinos hacen 35 kilómetros desde Arzúa hasta aquí y al día siguiente solo hacen cinco hasta la catedral. Otros hacen 20 y 20 parando en O Pedrouzo. Cosas de cada uno, en el Camino no se juzga.

Lo que es Santiago entera

Plazas más espectaculares de España, Santiago de Compostela
Tanto andar para llegar a una plaza por donde de nunca se ha podido entrar en la catedral. | Shutterstock

Hay cojos que han dejado de estarlo solo del chute que da llegar a Santiago de Compostela tras cientos y cientos de kilómetros. Luego vuelve el dolor y el no poder andar, pero mientras duran las endorfinas todo como la seda. En todo caso, la capital compostelana es una amalgama difícilmente mejorable de belleza. Un lugar cosmopolita con su plaza del Obradoiro, su catedral impresionante y su tumba del Apóstol. Además, hechas las visitas culturales toca comprobar de primera mano el ambientazo local. Si toca seguir a Fisterra, pues a caminar con resaca, que no deja de ser un imprescindible del Camino Francés. De todos en realidad.