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11 cascadas de Castilla y León: la palabra del agua

Cascadas de Castilla y León

Las cascadas de Castilla y León protagonizan parajes naturales impresionantes. Ponen música a bosques y gargantas montañosas, se hermanan con ríos, viajan buscando un valle al que llegar. Salpican paisajes, juegan con el sol a dibujar arco iris en el aire. En una tierra de llena de sincronías y contrastes, los puntos cardinales sirven para unir románico y gastronomía, bosques y castillos, catedrales, leyenda y naturaleza. Infinitos puntos en una rosa de los vientos que gira señalando mil y una maravillas. Desde El Bierzo a Salamanca, pasando por Sanabria, Burgos o Segovia, los saltos de agua alegran caminos y riegan imaginaciones. Pozos, cuevas, remolinos… Aquí, el agua habla.

Cascada del Gualtón

Vista invernal de la Cascada del Gualtón
Vista invernal de la Cascada del Gualtón. | Shutterstock

En pleno Bierzo leonés, en Carracedo de Compludo, precedida de un camino flanqueado de ancianos robles, se encuentra la Cascada del Gualtón. Diseminadas a su alrededor, típicas viviendas de piedra y pizarra se mimetizan con un paisaje de cuento. Sus 20 metros de altura la convierten en la más alta de todo El Bierzo. Arroyos montañosos la prologan, en un paisaje que va cambiando con cada estación. Desde un otoño ocre y rojizo hasta un invierno frío y congelado que parece cubrirlo todo de una fina capa de cristal.

La espesa vegetación sirve de refugio y escondite para las criaturas que allí tienen su hogar. Lobos, jabalíes, corzos, conejos o perdices, guardan silencio ante los forasteros. El sonido del agua, propiedad de un afluente del río Meruelo, acompaña la ruta y va guiando al caminante. Pasando por un impresionante mirador sobre los montes de Carracedo y un molino vigilado por mágicos tejos, hasta llegar a un puente. Cuando se cruza, el tiempo parece detenerse creando una atmósfera inolvidable.

El Chorro de la Ventera

Fluir del agua en el Chorro de la Ventera
Fluir del agua en el Chorro de la Ventera. | Shutterstock

Con la llegada de la primavera a la Sierra de Gredos, el sol acude fiel a su cita con el deshielo. De esta historia de amor anual nacen auténticas obras de arte naturales. El Baño de las Sirenas, el Tabuquete o la Cola de Caballo de la Laguna Grande son algunas de una extensa lista. De ella, en medio de kilómetros de sorpresas de agua, destaca el Chorro de la Ventera, con 80 metros de desnivel.

La travesía por estas tierras avileñas es un espectáculo en sí mismo. Se inicia en el punto de encuentro de la carretera hacia Villanueva y la Garganta de Michones, salvada a través de un puente de tubos. Desde Castrejón los espíritus celtas vigilan el camino, entre pinares. En la base de la cascada, un grupo de pozas ofrece refresco al caminante, aunque quizás haya que compartirlas con alguna que otra cabra montesa. Es posible el ascenso por la orilla izquierda. Pero, desde cualquier punto, la vista, plagada de alcornoques y robles, es impresionante.

Cascada de la Toba

Cascada de la Toba en Soria
Cascada de la Toba en Soria. | Shutterstock

Apenas 12 kilómetros separan Soria de la Cascada de la Toba y de su guardián, el Pico Frentes, a 1.300 metros de altitud. Allí, en los confines orientales de la sierra de Frentes el paso del tiempo ha ido tejiendo una auténtica historia de familia. Su abuelo, un antiguo acuífero, descansa entre las entrañas calizas que conforman una corona cretácica en lo más alto de la montaña. De su padre, un manantial con pequeños lagos, ha heredado unas aguas transparentes y frescas. Su hijo, el río Golmayo, afluente del Duero, en su camino pasa por Golmayo y Fuentetoba hasta llegar a Soria.

La cascada debe su nombre a la particular roca caliza que también nombra al pueblo, Toba. Para conocerla en su máximo esplendor lo mejor es ir entre el inicio del otoño y finales de la primavera. En esos momentos el paisaje viste sus mejores galas para recibir a todo aquel dispuesto a sumergirse en su encanto.

Pozo de los Humos

Imagen desde lo alto del Pozo de los Humos
Imagen desde lo alto del Pozo de los Humos. | Shutterstock

En los Arribes del Duero salmantinos, el río Uces domina el paisaje con su magia. Cae, desde unos 50 metros de altura, sobre una poza que lo recibe formando dibujos de agua en el aire. Las nubes de vapor, creadas en el impacto, semejan estelas de humo que confieren al paisaje una atmósfera única.

Casi parece obligado guardar silencio ante este hechizo de piedra y agua, una de las joyas del parque natural de los Arribes del Duero. Al noroeste de la provincia de Salamanca, el Pozo de los Humos se deja ver desde Pereña de la Ribera. Aunque para los visitantes más intrépidos también existe la alternativa de contemplarlo todo más de cerca. En la localidad de Masueco, un puente que parece levitar sobre la cascada casi permite adentrarse en el curso de agua, como en un sueño.

Cascada de Abelón

Cascada de Abelón, de cerca
Cascada de Abelón, de cerca. | Shutterstock

También en los Arribes del Duero, ahora en tierras zamoranas, surge la Cascada de Abelón. Un regalo del Duero, al dejar atrás sus caminos montañosos, antes de morir en el océano Atlántico. Llegar es bastante sencillo, lo complicado será abandonar un lugar capaz de magnetizar las miradas.

Tres senderos de agua, formados por una triple división de un primer arroyo, van cayendo suavemente a través de escalones de roca de distintas alturas. El camino, surcando la comarca de Sagayo, también merece la pena. La travesía comienza en la localidad de Abelón, a 39 kilómetros de Zamora. Desde allí, paso a paso, encinas, margaritas y aromática lavanda, conducen al caminante a través de un lienzo rebosante de color. La peña de la Campana, el arroyo de la Cunca,  un conjunto de ruinas de molinos harineros… Son sorpresas que va dejando el trayecto como aperitivos a un delicioso plato principal, al pie de la cascada.

Orbaneja del Castillo

El agua entre las casas en Orbaneja del Castillo
El agua entre las casas en Orbaneja del Castillo. | Shutterstock

En Orbaneja del Castillo, pueblo, roca y agua conviven en perfecta simbiosis. El río Ebro interpreta una actuación inolvidable en este rincón del valle del Sedano. Sobre todo cuando se visita en primavera o en tiempos de deshielo, la sinfonía líquida iniciada en la cueva del Agua lo domina todo. Los sentidos quedan atrapados en el estruendo de un caudal que casi no permite ver nada más. Un caudal que corre componiendo su propia canción a través de Burgos, Palencia o Cantabria. Las casas como funambulistas, entre rocas y cursos de agua, conforman una huella humana que se funde con el entorno de la comarca de Páramos. Un auténtico museo al aire libre de esculturas creadas por la propia naturaleza.

Covalagua

Cascada de Covalagua
Cascada de Covalagua. | Shutterstock

El interior del Geoparque Mundial de la Unesco de Las Loras custodia secretas maravillas naturales. En una de ellas, el espacio natural protegido de Covalagua, se encuentra una cascada generada entre formaciones kársticas. La roca, repleta de porosidades, funciona como una suerte de filtro a través del cual se desliza el agua. El ritmo de la caída transita entre el otoño y la primavera, concediendo una tregua durante el verano.

Aquí, entre Aguilar de Campoo y la cueva de los Franceses, los siglos de erosión sobre la piedra han formado cuevas y bellos barrancos fluviales. Escuchando con atención, el nacimiento del río Ivia parece contar una historia de tiempo y espacio. Cerca, desde una pasarela de madera, es posible sentir el agua incluso en la piel. Contemplando el paisaje es sencillo entender por qué se ha convertido en uno de los parajes preferidos de la zona.

Cascada del Sotillo

Cascada de Sotillo en Sanabria
Cascada de Sotillo en Sanabria. | Shutterstock

En la provincia de Zamora, adentrándose en el corazón del parque natural de Sanabria, se encuentra la Cascada del Sotillo. Lo mejor es permitir al bosque ejercer de guía, entre castaños, robles y avellanos. Así, con el crujido de las hojas bajo los pies o, las hierbas altas cosquilleando en las piernas, pronto se llega hasta un mirador. Un poco antes, el silencio de la vegetación acoge el sonido del río Truchas.

Desde ese balcón, final de un trayecto montañoso y mágico, es posible disfrutar la cascada en todo su esplendor, entre chopos y acebos. El agua desciende, desde 20 metros de altura, haciendo dibujos en el aire. Antes de encontrar la cascada, aparecen distintas lagunas glaciares como la de Sotillo, en un pequeño desvío. Su orilla se presta a un pequeño descanso. En el final del camino esperan los ecos de la última glaciación que han llegado hasta el presente.

Cascada del remolino

Vistas de los cañones del Duero
Vistas de los cañones del Duero. | Shutterstock

Un pequeño gran secreto escondido en la parte salmantina de los Arribes del Duero es la cascada del Remolino. Una caída de agua, de 20 metros de altura, que se parte por la mitad formando dos saltos de agua que se suceden. Sobrevolando las copas de los árboles, águilas perdiceras marcan el trayecto. Desde la localidad de Aldeadávila de la Ribera hasta llegar al mirador de Rupurupay, el camino transcurre entre enebros, encinas y alcornoques. La ruta comienza en la ermita de San Sebastián y cruza el pueblo hasta alcanzar la ermita de la Santa. Las vistas de los cañones del Duero impactan desde todas partes. El ruido del agua alcanza la atalaya del mirador, con las lluvias instaladas en las estaciones. Entre llanos, descensos y escalones, cada paso es una promesa de sorpresas.

Salto del Nervión

Base del Salto del Nervión
Base del Salto del Nervión. | Shutterstock

Esta tremenda caída de agua reina entre las cascadas de España. Un rincón que se acurruca entre las provincias de Burgos y Álava. Pero pese a su inmensidad, desplomándose las aguas 220 metros hacia el vacío, se trata de un espacio tímido. Porque el Salto del Nervión no se muestra al viajero todo el año. En el estío, este monarca desaparece hasta no dejar más presencia que algún que otro chorro de agua.

Sin embargo, cuando el curso naciente del Nervión, tan lejano a su ría bilbaína, llega repleto, el espectáculo es enorme. Da igual desde donde se observe, siguiendo la ruta que se adentra en el cañón al para observar la caída desde abajo o bordeando el precipicio desde las alturas, la visión es siempre sublime.

Cascada de Pedrosa de Tobalina

Cascada de la Tobalina
Cascada de Pedrosa de Tobalina | Shutterstock

El norte de Burgos es un dominio del agua. Porque en las Merindades las cascadas no son una excepción, sino una bella regla. Por eso es de nuevo en esta zona, cercana a Álava y Cantabria, donde se ubica este extenso salto. Un brinco corto en comparación de otros, sutil incluso con sus 20 metros. La diferencia es que se alarga hasta los 100 metros en lo horizontal. Una cortina acuosa en la que perderse tras conocer la coqueta localidad en la que se encuentra y de la que toma prestado el nombre: Pedrosa de la Tobalina.

En Castilla y León la palabra del agua es omnipresente. Llega a las cumbres, salpica los valles, tiñe las orillas formando exuberantes vegetaciones de ribera. Esa palabra del agua toma diversas formas. Ríos, pozas y arroyos… Cascadas, fuentes, nieves y lluvias… Por eso este decálogo se queda corto. Serían necesarios más puntos, más decálogos, más gotas de agua… La cascada de Lumajo, en el valle de Laciana, la de Tobera, en Burgos, o la de Folgoso, en El Bierzo, son más gotas de agua por descubrir en Castilla y León. Ni lista, ni viaje, terminan aquí.