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La Machinada contra “los caballeritos”

La machinada contra los caballeritos

Machinada: la revuelta popular contra los señoritos vascos.

En la localidad guipuzcoana de Azkoitia, el 14 de abril de 1766 unos zapateros y herreros vieron como unos caballos cargados con sacos de grano se encaminaban hacia la salida del pueblo. La visión del preciado grano salir del pueblo enfureció a los lugareños, que detuvieron a los mozos que los conducían y se enfrentaron a la autoridad cuando esta trató de hacer valer su derecho a llevarse esa mercancía; la tensión creció hasta llegar a provocar una sublevación —llamada machinada por tener similitudes a otros motines precedentes, protagonizados por matxines (obreros de ferrerías, llamadas en castellano ‘martinetes’ por operarse por personas llamadas martin)—; este motín o matxinada (el nombre original en euskara) se singularizaría por tener las más inesperadas consecuencias: no solo en Gipuzkoa si no también en el resto de la Monarquía Hispánica (Europa, América y Filipinas).

Para entender la reacción popular de la machinada conviene saber que el trigo era un alimento de primera necesidad y que entre 1761 y 1765 las malas cosechas habían duplicado su precio en todo el reino de Castilla (de 843 a 1.657 maravedís la fanega). Los ministros ilustrados de Carlos III habían reaccionado con la Real Pragmática de 12 de julio de 1765 liberalizando el comercio y eliminando la tasa de granos —que reducía la recaudación del rey y que debería conseguir rebajar los precios para el consumidor—. Pero sin llegar a comprobar los resultados prácticos en Gipuzkoa de esta norma, el pueblo vasco se opuso a ella, interpretando que la medida sólo permitiría la exportación de granos y no su importación.

La Machinada contra “los caballeritos”

Para complicar más la situación el pueblo llano suponía que los jauntxos (señoritos) —que tradicionalmente cobraban en especie los alquileres de las tierras— exportarían su grano para subir el precio y ganar aún más dinero. La machinada se propagó desde Azkoitia a la vecina Azpeitia, uniéndose al levantamiento los canteros y albañiles que trabajaban en la edificación del Santuario de Loyola. También se extendió a otras localidades de los valles del Urola y del Deba. Algunas autoridades y jauntxos huyeron a San Sebastián, mientras que otros se encerraron en sus casas.

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Conde de Peñaflorida

El 23 de abril salió de San Sebastián un contingente del ejército, acompañado del alcalde de la ciudad y de dos de los principales jauntxos de la comarca del Urola, el conde de Peñaflorida y el marqués de Narros; estos, además de figuras prestigiosas de Gipuzkoa e importantes propietarios del valle del Urola eran dirigentes de los “caballeritos de Azkoitia” (como se denominaba a los miembros de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País).

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Tercer marqués de Narros

Conviene especificar que `la Bascongada´ era la principal entidad promotora de la introducción en España del ideario ilustrado y de las medidas liberalizadoras. Al llegar a la comarca el improvisado contingente represor no encontró prácticamente resistencia, aunque la entrada de las tropas en el santuario de Loyola —violando la inmunidad de un lugar sagrado— se hizo a pesar de la oposición de los jesuitas, que protestaron por dicho atropello.

Los jauntxos exigieron fuertes medidas represivas contra los responsables de la machinada; pero al final el corregidor de la provincia que representaba al rey sólo ordenó sesenta condenas a prisión y ninguna ejecución. Para apaciguar a la gente soliviantada y aislar socialmente a quienes habían participado en las violencias de la machinada, la diputación guipuzcoana repartió trigo hasta conseguir bajar artificialmente su precio.

En la corte se corrió el rumor de que los jesuitas habían azuzado la revuelta. Comentarios que fueron aprovechados por el confesor del rey Carlos III —enemigo de la Compañía de Jesús— y por varios ministros ilustrados, para promover el Decreto de 3 de abril de 1767 en el que se expulsaba de todos los territorios de la Monarquía Hispánica a los jesuitas. Todas las propiedades de esta orden fueron requisadas por la Corona: en España, Italia, América y Filipinas.

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Edificio del Seminario de Bergara

La expulsión de los jesuitas fue considerada como una oportunidad por los caballeritos de Azkoitia, que estaban buscando un edificio que les sirviera de escuela para formar a las élites del reino; por ello solicitaron al rey que les entregara alguna instalación de la orden expulsada. El 17 de agosto de 1769 el rey Carlos III concedió a los caballeritos de “La Bascongada” la posesión del edificio del seminario que tenían los jesuitas en Bergara.

Los “caballeritos” transformaron aquel lugar para la formación de jesuitas en el Real Seminario Patriótico Bascongado, una especie de escuela de negocios y tecnología a la que acudirían a estudiar jóvenes de toda la Monarquía Hispánica, acrecentando el prestigio e influencia de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País y contribuyendo a que se establecieran diversas sociedades económicas parecidas en muchas otras partes de España. Pues los alumnos que pasaron por Bergara se llevaron sus ideas y aquel ejemplo a sus ciudades de origen.

Con el probable deseo de evitar excusas para nuevas revueltas populares, los mismos terratenientes que promovieron la represión empezaron a promover una medida foral de carácter populista: evitar las rivalidades y agravios en el lujo de las vestimentas. Así, en 1776 el “caballerito” Manuel María de Aguirre escribió un discurso sobre el lujo en el que censuraba los vestidos lujosos y el empleo de elementos suntuarios que marcaran las diferencias de riqueza entre personas, una norma del igualitarismo foral vasco. La capacidad de lobby de este grupo de ilustrados tan cercano a las autoridades de Madrid y de la diputación guipuzcoana se puso pronto de manifiesto.

El 23 de abril de 1780 se publicaba en San Sebastián una Real Provisión del Supremo Consejo de Castilla por el que se aprobaba una petición realizada por tres “caballeritos” de Azkoitia, el conde de Peñaflorida, el marqués de Narros y Manuel de Altuna (este último, amigo del filósofo Rousseau): que se cumpliera la legislación prevista en los Fueros de Guipúzcoa referente a la prohibición del empleo de oro y plata en la confección de trajes.

La Machinada contra “los caballeritos”

En resumen, liberalismo en lo económico e igualitarismo en las apariencias. Los jesuitas fueron unos perfectos “cabezas de turco” de la machinada de 1766, pues “sin comerlo ni beberlo” fueron expulsados de un país y perdieron todas sus propiedades, algunas de las cuales acabaron en manos de sus enemigos.

Texto de Ignacio Suárez-Zuloaga e ilustraciones de Ximena Maier