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La expedición de Alfonso el Batallador y Gastón IV de Bearn

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En diciembre de 1118, después de nueve meses de asedio, los almorávides de Zaragoza capitularon ante el ejército del rey Alfonso I el Batallador de Navarra y Aragón. El asedio había sido dirigido por el conde Gastón IV de Bearn, veterano de la toma de Jerusalén y conocedor del empleo de torres de asedio y catapultas. Gastón iba acompañado de otros caballeros célebres por ser veteranos de la cruzada, como el conde Routrou de Perche III y Céntulo II de Bigorra. A pesar de tan cosmopolita composición, el grupo de caballeros ha pasado a la historiografía como “la hueste de España”, porque a Alfonso se le llamaba ya entonces Emperador de España.

Rey Alfonso I de Aragon
Rey Alfonso I de Aragón

Después de participar conjuntamente en varias victoriosas campañas, en marzo de 1125 el rey Alfonso reunió a un gran número de caballeros en la fortaleza de Uncastillo, uno de los feudos de Gastón IV. El motivo era que los mozárabes (cristianos arabizados) de las comarcas del Darro y de Las Alpujarras venían enviando angustiosos mensajes al rey para que les liberara de la persecución de sus gobernantes almorávides, que insistían en convertirlos al Islam.

La expedición de Alfonso el Batallador y Gastón IV de Bearn
Ruinas del castillo de Uncastillo

Como señuelo le enviaron vivas descripciones de las riquezas de Granada. Alfonso ya les había escrito que resultaba imposible trasladar tan adentro del Imperio almorávide las máquinas de asedio necesarias para derribar las murallas de una ciudad tan fortificada. En respuesta, estos le enviaron un registro con los nombres de doce mil mozárabes en condiciones de combatir (sin incluir adolescentes ni ancianos) que se unirían a su ejército cuando llegara. También les prometieron que podrían abrirles las puertas de la ciudad. A las enormes dificultades de tan arriesgada expedición se añadía el hecho de que Alfonso el batallador y Gastón IV habían entrado ya en la cincuentena (edad avanzada para la época). Lo cierto es que la reunión de caballeros de Uncastillo decidió llevar a cabo tan temerario proyecto. Como curiosidad, junto con muchos célebres caballeros, en la expedición participaron los obispos de Zaragoza, Huesca y Roda de Isábena. Todos los caballeros participantes se juramentaron para no abandonarse los unos a los otros.

A finales de septiembre de 1125 Alfonso el batallador partió en secreto de Zaragoza con una fuerza de unos cuatro mil caballeros escogidos. Penetró en territorio almorávide por la frontera del Maestrazgo, llegando a las inmediaciones de la ciudad de Valencia el 20 de octubre; luego trató sin éxito el asalto de Alcira para continuar hacia Denia y Játiva; por el camino se le iban incorporando mozárabes, que actuaban como guías.

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Alfonso había enviado por delante a un grupo de caballeros liderado por Gastón IV, que asaltaron el estratégico castillo de Carbonera (en el desfiladero de Benicadell, entre las actuales provincias de Valencia y Alicante) pudiendo así atravesar la sierra. Luego se dirigieron hacia Orihuela, Lorca y Murcia, evitando las plazas fuertes enemigas.

ruinas del castillo de carbonera
Ruinas del castillo de Carbonera

Llegaron hasta Almanzora (Almería) donde giraron hacia el oeste, pasando por Purchena, para acampar durante ocho días en Tíjola. Trataron de conquistar sin éxito la plaza fuerte de Baza, para continuar hasta Guadix el 4 de diciembre. Durante más de un mes intentando tomar Guadix; allí se le unieron más familias de mozárabes granadinos. El ejército continuó su marcha hasta Nívar, a unos quince kilómetros de la ciudad de Granada.

Después de unos diez días acampados no se produjo el prometido levantamiento armado de los mozárabes granadinos; el rey se lo reprochó al líder cristiano Ibn al-Qalas, que se había escapado de la ciudad con muchos seguidores. Éste le contestó que el haber empleado un mes en tratar de conquistar Guadix había eliminado el efecto sorpresa, por lo que los almorávides de Granada habían tenido tiempo de sobra para eliminar la amenaza de los mozárabes de la ciudad. Como ya se les habían incorporado decenas de miles de mozárabes (incluidas mujeres y niños) el rey debía emplear mucho tiempo en saquear las localidades de cada comarca para alimentarlos. Además, para cobijar y calentar a unas cincuenta mil personas durante el helador invierno de Sierra Nevada, los expedicionarios debían de talar bosques enteros para preparar chozas y fogatas. Sin máquinas de asedio ni una rebelión que les abriera las puertas de Granada, continuaron en dirección oeste hasta llegar a Pinos Puente. Desde allí estuvieron unas semanas sin un rumbo fijo, pasando por Baena, Espejo, Cabra, Lucena y Aguilar de la Frontera. Iban perseguidos por la caballería almorávide de Granada, que les hostigaba. En las inmediaciones de Puente Genil, durante la madrugada del 10 de marzo su campamento fue atacado por el ejército de almorávides sevillanos comandado por Abu Bakr, hijo del califa almorávide Yusuf.

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La expedición de Alfonso el Batallador y Gastón IV de Bearn

Después de combatir durante todo el día, los cristianos tomaron por la noche el campamento enemigo, venciendo en la llamada batalla de Arnisol. Eufórico, Alfonso el batallador decidió adentrase aún más en territorio enemigo, marchando con sus cincuenta mil seguidores hasta Salobreña y Motril. Por allí el rey ordenó botar una barca y salió a pescar, comiéndose la captura. La belleza del lugar le impulsó a decir “¡Qué tumba si nos tiraran tierra desde arriba!”. Luego se dirigió de nuevo hacia la ciudad de Granada, cruzando la Sierra Nevada por Dilar, continuando hasta Alhendín; por el camino iba rechazando los ataques guerrilleros de los granadinos.

La llegada de un nuevo ejército almorávide procedente de Marruecos le obligó a retirarse hacia el norte sin llegar a atacar Granada. En las inmediaciones de Guadix el general almorávide Inalú derrotó a unos caballeros aragoneses, matando al lugarteniente de Alfonso que les comandaba. Ese hecho de armas le valió a Inalu ser nombrado nuevo gobernador de Granada. Continuamente hostigados por el ejército almorávide, afectados por la peste y en terribles condiciones físicas, la expedición regresó a Aragón por el mismo trayecto, cruzando la frontera hacia mediados de junio.

A las miles de familias mozárabes que llegaron a Aragón con el rey se les entregaron las casas y tierras de los musulmanes de las zonas conquistadas previamente, repoblando así el sur de Aragón. Recibieron también exenciones de impuestos y el privilegio de no prestar servicios militares. En cuanto a los mozárabes andaluces que no se fueron con ellos y permanecieron fieles a sus gobernantes almorávides, la mayoría sufrieron un terrible destino: miles fueron deportados a Marruecos o vendidos como esclavos; en tanto que otros miles recibieron terribles castigos o fueron asesinados.

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Cinco años después de acabada la expedición, y ya con unos sesenta años de edad, el intrépido Gastón IV murió combatiendo con los almorávides en tierras de Valencia.

Estos llevaron su cuerpo hasta Granada, le cortaron la cabeza y la pusieron en la punta de una pica, paseándola entre una escolta de tamborileros por toda la ciudad. Después, esta le fue enviada a Marruecos al califa Yusuf. Tras el pago de un elevado rescate, el cuerpo sin cabeza de Gastón IV de Bearn le fue entregado a su viuda, siendo enterrado en la iglesia del Pilar (la ciudad de la que era Señor). Cuatro años después su viuda entregó a esa iglesia el olifante (cuerno para dar órdenes a sus tropas) que Gastón se trajo de Palestina, y que le había acompañado en sus combates.

el olifante de gaston iv
Olifante de Gaston IV

Tras la muerte de Gastón IV de Bearn sus caballeros gascones regresaron a su país, debilitando considerablemente la hueste de Alfonso el batallador, que ya nunca recuperó aquel poderío. En julio de 1134 el rey Alfonso se encontraba junto con solo quinientos caballeros asediando la fortaleza de Fraga; una salida de los defensores les cogió por sorpresa, derrotando a los soldados aragoneses e hiriendo gravemente al rey, que murió poco después.

Careciendo de hijos, Alfonso le había dejado en el testamento sus reinos a la órdenes militares del Temple, el Hospital y San Juan de Jerusalén. La nobleza aragonesa no aceptó su decisión eligiendo rey de Aragón a su hermano Ramiro II “el monje”; en tanto que los navarros proclamaron rey de Navarra a García Ramírez, casado con Cristina Rodríguez, hija del Cid Campeador. De éste modo se separaron definitivamente las coronas de Aragón y Navarra.

El olifante de Gastón IV de Bearn permanece guardado como pieza principal del museo pilarista de Zaragoza, habiendo dos réplicas en el Museo diocesano y en el museo de la torre de Uncastillo. En 1965 se incorporó a la comparsa de gigantes y cabezudos de Zaragoza la figura de Gastón IV —acompañada de un olifante— junto con la figura de una dama bearnesa.

Texto de Ignacio Suárez-Zuloaga e ilustración de Ximena Maier