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El abrazo de Vergara y el convenio de Oñati

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¿Fue abrazo de Bergara o Convenio de Oñati?

Los prolegómenos del célebre abrazo de Vergara tuvieron lugar en agosto de 1839. Después de siete años de una sangrienta guerra civil, el ejército carlista partidario del pretendiente al trono Don Carlos de Borbón se encontraba en una situación muy difícil. Los carlistas permanecían encerrado en las zonas montañosas del País Vasco, de Navarra y de Cataluña y el maestrazgo de Castellón y Teruel; pasaban hambre, no recibían sus pagas y carecían de los medios materiales imprescindibles para seguir combatiendo. Además, había una gran polémica interna entre los moderados, partidarios de negociar con el Gobierno una salida digna para preservar los fueros, y los “apostólicos” o intransigentes, que deseaban continuar la guerra a toda costa hasta la victoria final.

Soldados carlistas
Soldados carlistas

El general en jefe del Gobierno liberal era el general Baldomero Espartero, en tanto que el general que comandaba las fuerzas carlistas en el País Vasco y Navarra era el general Rafael Maroto. En el otoño anterior, el general Maroto había tomado el mando del ejército carlista del País Vasco y Navarra —donde vivía el Pretendiente, junto con su pequeña burocracia gubernativa—. Maroto se había convertido en un personaje tan controvertido como temido, pues seis meses antes en la localidad navarra de Estella había superado una conspiración. Como consecuencia, fusiló sin contemplaciones a varios generales y mandos militares en la parte trasera de la iglesia de Nuestra Señora del Puy (ver historia).

El abrazo de Vergara y el convenio de Oñati
General Maroto

Maroto era un militar de gran prestigio entre sus soldados y muy respetado por sus adversarios. Había sido un temprano conspirador a favor de don Carlos, sufriendo toda clase de vicisitudes, prisiones y desventuras por apoyar al pretendiente. Éste general era conocido por su autoridad, pragmatismo y eficacia, por ser un carlista moderado y por su trato personal con Baldomero Espartero (junto al que había combatido en América).

El abrazo de Vergara y el convenio de Oñati
General Espartero

Maroto y Espartero habían venido manteniendo algunos contactos de cara a una posible negociación de paz. Para comunicarse con Espartero, Maroto utilizó como intermediario a Martín Echaurre —conocido como «El Arriero de Bargota»— por que comerciaba con ambos bandos y tenía su confianza. A pesar de que los ingleses habían ayudado militarmente al gobierno liberal y combatido a los carlistas, el general Maroto también recurrió como intermediarios a dos mandos ingleses: el coronel Wylde y lord John Hay. El punto fundamental de las negociaciones que propiciarían el abrazo de Vergara era el mantenimiento de los fueros vascongados.

Contrario a esas conversaciones, el 25 de agosto Don Carlos y su Estado Mayor se presentaron con su escolta en Elgeta (Gipuzkoa) donde estaban algunas de las unidades de Maroto. Así Don Carlos pretendía demostrar que era él la autoridad suprema y que se haría lo que él decidiera. Los soldados hablaban abiertamente de la situación y eran sabedores de las discrepancias de sus superiores acerca de si negociar o no la paz. Una mayoría de los voluntarios carlistas estaban muy cansados de una guerra que veían perdida y por la que habían sufrido grandes penalidades a lo largo de muchos años. En ese momento en Elgeta se contraponían las lealtades al jefe supremo y a los jefes inmediatos.

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don carlos isidro
Don Carlos

Al rendir armas, aquellos batallones vizcainos y guipuzcoanos no vitorearon al Pretendiente prefiriendo dar vivas a Maroto. Solo el quinto batallón de Castilla gritó los habituales ¡viva el Rey! Nervioso por ese gesto de desafección hacia su persona, Don Carlos arengó a las tropas y les recordó su juramento de fidelidad.

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Como los soldados permanecieron en silencio tras escuchar la arenga, Don Carlos preguntó a los oficiales por qué no le contestaban; uno de los miembros de su escolta le explicó que aquellos carlistas guipuzcoanos no entendían el idioma castellano. Entonces el Pretendiente se dirigió al general al mando de esa unidad —el azpeitiarra José Ignacio de Iturbe— para que les tradujera al eusquera lo que él acababa de decirles. Al ser un partidario del proceso negociador que llevaba a cabo Maroto, Iturbe decidió acabar la traducción añadiendo por su cuenta una pregunta que pusiera de manifiesto el sentir de las tropas: “Pakia naidezue mutillak” (Muchachos ¿queréis la paz?). Contestándole los soldados al unísono, “Bai, Jauna” (Sí, Señor). Dado que Don Carlos tenía un rudimentario dominio del vascuence, fue capaz de entender el final de la intervención de Iturbe. Al sentirse abandonado por el general y sus tropas, el Pretendiente exclamó: “¡traición!”, y abandonó inmediatamente el lugar con su escolta.

Al día siguiente Espartero y Maroto se reunieron en el atrio de la ermita de San Antolín de Abadiño; pero al no llegar a un acuerdo sobre el tema de los fueros, las negociaciones cesaron por aquel día.

Maroto le escribió a Don Carlos el resultado de la entrevista. El Pretendiente le respondió con una carta en la que volvía a destituirle del mando (ya lo hizo tras los fusilamientos de Estella, aunque luego se retractó).

Al contar Maroto con la lealtad de sus tropas, ignoró esa orden de cesar en el mando. Aunque era consciente de que la situación militar era desesperada, Maroto no se atrevía a llegar a un acuerdo que no garantizase la pervivencia de los fueros. El general Simón de la Torre —al mando de los batallones vizcaínos— animó a Maroto a seguir negociando y recogió firmas de apoyo de otros mandos militares carlistas.

Para aumentar la presión en la negociación, Espartero continuó avanzando y ocupó la villa de Oñati; se trataba de un sitio muy significativo pues era donde había estando radicada la residencia de Don Carlos en los últimos meses, así como del gobierno y burocracia que le apoyaba. Espartero se alojó en el palacio de Lazarraga —donde acostumbraba alojarse el propio Don Carlos—. Maroto envió a Oñati a sus generales de mayor confianza para que comprobasen ellos mismos las dificultades de la negociación y trataran de arrancar a Espartero algún compromiso sobre los fueros.

El abrazo de Vergara y el convenio de Oñati
Palacio de Lazarraga en Oñati

El 29 de agosto en el Palacio de Lazarraga llegaron a un acuerdo y firmaron el convenio los generales carlistas Iturbe y Eguía y el general Espartero junto a otros generales del Gobierno. En el documento acordaron que los 21 batallones que estaban bajo el mando directo de Maroto se reunirían al día siguiente en la vecina localidad de Vergara con el fin de realizar la ceremonia de reconocimiento de Isabel II como reina legítima de España.

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La noticia de la firma se difundió rápidamente; en Vergara se pensó que se había acordado el respeto de los fueros, lo que motivó un estallido de júbilo popular. La realidad era otra: Espartero no podía prometer algo que las Cortes de Madrid debían de aprobar. Por esa razón, cuando el día 30 de agosto Espartero llegó a Vergara, Maroto debió confesarle que ninguno de los 21 batallones había obedecido la orden de concentración.

General Urbiztondo
General Urbiztondo

El general de La Torre regresó a Elgoibar para tratar de convencer a los mandos de la división vizcaína para que obedecieran. En tanto que el general Urbiztondo se dirigió a galope tendido hacia la comarca guipuzcoana del Goiherri, donde estaba acantonados algunos batallones de la División de Castilla. Pronto regresaron ambos generales carlistas a Bergara con el convenio firmado por los comandantes de aquellos batallones; los firmantes se habían comprometido a dirigirse inmediatamente hacia Bergara con sus hombres, para tratar de realizar la ceremonia al día siguiente.

A primera hora del 31 de agosto el general Maroto y su Estado Mayor se situaron en las inmediaciones de la ermita de San Antón. Esta se encuentra enclavada en un lugar elevado, desde el que era posible divisar la carretera de Antzuola. Ansiosos, se preguntaban si se iban a presentar a tiempo para la ceremonia los batallones guipuzcoanos del general Iturbe. Entonces fueron avisados por los vigías carlistas de que una columna militar encabezada por Espartero se acercaba a Vergara por la carretera de Oñati. Los generales carlistas debieron de rápidamente al pueblo para poder estar allí cuando llegaran las tropas liberales.

En el puente de Zubieta —junto al palacio de Ozaeta— los generales Matoro y Espartero se encontraron, dándose el primer abrazo.

A continuación ambos generales se desplazaron a una planicie de las heredades de Ozaeta (hoy ocupada por una fábrica) donde formaron por parte carlista un batallón de la División de Castilla y por la otra unos soldados gubernamentales. Espartero les arengó a los soldados de ambos ejércitos y a continuación el generalísimo liberal se abrazó por segunda vez con el carlista Maroto. Imagen reproducida múltiples veces en litografías.

El abrazo de Vergara y el convenio de Oñati
Puente de Zubieta y Palacio de Ozaeta

Tras esa ceremonia ambos generales fueron al palacio de Ozaeta, donde volvieron a firmar el convenio ya firmado en Oñati. Al primer documento —que no había sido firmado por Maroto, si no por los generales carlistas que le representaban— le hicieron el siguiente añadido: “Ratificado este convenio en el cuartel general de Vergara, a 3 de agosto de 1839”. Como curiosidad, Espartero firmó en Oñati como “Baldomero Espartero”; en tanto que en Bergara firmaría como “Duque de la Victoria”. A continuación tuvo lugar en el palacio un almuerzo en el que participaron 22 mandos militares de ambos ejércitos.

El almuerzo de confraternización finalizó hacia la una y media de la tarde. Entonces les comunicaron a los comensales que habían llegado los batallones vizcaínos; pero sin que les acompañasen algunos de sus oficiales, que habían desertado. Aquellos soldados venían convencidos de que se había salvado la foralidad, y venían cantando a todo pulmón la marcha provincial. Se repitió la ceremonia de arenga y el abrazo. Esas tropas no quedaron muy convencidas de lo que acababan de hacer, por lo que una mayoría de los carlistas vizcainos regresó a sus casas llevándose consigo sus armas. A las cinco y media Maroto y Espartero volvieron a la campa de Ozaeta donde formaban tres batallones y medio de la división de Guipúzcoa, cinco batallones castellanos y dos escuadrones. Nueva arenga y 4º abrazo del día entre los dos generalísimos. La mayoría de los carlistas castellanos se negaron a deponer las armas y se dirigieron en formación hacia La Rioja para tratar de seguir combatiendo en esa zona.

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El abrazo de Vergara y el convenio de Oñati
El "Abrazo de Vergara" según litografía de época

Faltaban cuatro batallones y medio de la División de Guipúzcoa; estos llegaron el día cuatro de septiembre comandados por el general Lardizabal. Fueron arengados en la campa de Fraiscozuri por Espartero.

Aquellos que quisieron dejar las armas las depositaron en el atrio de la iglesia de Santa Marina, de Oxirondo; otros se negaron, marchándose con sus armas a Mondragón.

Con la recomendación personal de Espartero de conservar los fueros, llegó la propuesta a las Cortes de Madrid. Los diputados liberales moderados la acogieron favorablemente, mientras que los liberales progresistas se resistieron a aprobarla.

Finalmente se redactó un decreto híbrido con el siguiente texto:

“Artículo 1º. Se confirman los Fueros de las Provincias Vascongadas y de Navarra, sin perjuicio de la unidad constitucional de la Monarquía.

Artículo 2º. El Gobierno, tan pronto como la oportunidad lo permita y oyendo antes a las Provincias Vascongadas y a Navarra, propondrá a las Cortes la modificación indispensable que en los mencionados Fueros reclame el interés de las mismas, conciliado con el general de la Nación y la Constitución de la Monarquía, resolviendo entre tanto provisionalmente y en la forma y sentido expresados, las dudas y dificultades que puedan ofrecerse, dando de ello cuenta a las Cortes”.

El Decreto fue aprobado el 7 de octubre y promulgado el 23 de octubre de 1839. Por Real Decreto de 16 de noviembre, se mantuvo lo fundamental del sistema foral: elección de ayuntamientos, designación de Juntas Generales y Diputados generales. Los llamados «Jefes políticos» nombrados por el Gobierno Central permanecieron —son los futuros Gobernadores civiles, actualmente denominados Subdelegados del Gobierno— pero con la antigua denominación de corregidores (la misma denominación de los fueros) aunque a partir de ese momento éstos ya no conservaran las competencias judiciales de antaño.

En el decreto no no se mencionó el asunto de las aduanas interiores (la zona franca) pues no hubo acuerdo sobre ese tema. Tiempo después las aduanas se trasladaron a los puertos de mar.

La realidad es que el momento clave fue la firma del convenio en Oñati. Y más que del abrazo de Vergara se debería de hablar de los abrazos (en plural) pues fueron numerosísimos. Pero la historia es como se recuerda, no como realmente fue. De momento, desde Oñati no han protestado demasiado porque se haya trasladado el protagonismo a Bergara.

Texto de Ignacio Suárez-Zuloaga e ilustración de Ximena Maier